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Inmaculada, asesora de imagen, señala el fallo de protocolo con los cubiertos que destroza tu mesa: "Supera al error de las servilletas de papel"

Inmaculada, asesora de imagen, señala el fallo de protocolo con los cubiertos que destroza tu mesa: "Supera al error de las servilletas de papel"

La asesora de imagen explica por qué una mesa navideña puede parecer más barata de lo que es y señala el error que arruina, incluso, la decoración más cuidada.

Mesa de Navidad con decoración clásica, bajoplatos rojos y cubertería colocada para la cena de Nochebuena.
Mesa de Navidad con decoración clásica, bajoplatos rojos y cubertería colocada para la cena de Nochebuena.Getty Images

En las comidas de Navidad, especialmente en esa cena de Nochebuena donde siempre falta una silla, el examen no es solo para el cordero o el marisco. La mesa también se juega su nota en una convocatoria que suele dejar los suspensos más sonoros. A no ser que una persona siga los consejos de los expertos que llevan semanas llenando las redes de tutoriales para decorarla con elegancia y un punto profesional. 

Una de ellas es la asesora de imagen y moda Inmaculada Pérez, más conocida por su alias, Chincha Rabiña, que en una publicación reciente en su canal de YouTube ha querido compartir sus trucos para convertir a cualquiera en “la anfitriona perfecta” y, sobre todo, esquivar esos fallos que pueden arruinar la noche —decorativamente hablando— y hacer que una mesa se vea más barata de lo que realmente es.

A partir de ahí, Chincha Rabiña distingue las dos formas que hay para decorar la Navidad: el minimalismo del llamado lujo silencioso y el maximalismo de inspiración Ralph Lauren. El primero, explica la asesora, apuesta por manteles blancos, vajillas lisas y árboles donde la iluminación manda más que los adornos. No significa poner pocas cosas, sino elegirlas bien para que el conjunto se vea coherente y trabajado.

El segundo enfoque, el maximalista, defiende lo contrario: más mezcla, más estampado y más color. Cuadros tartán, azules marino, verdes botella y rojos intensos que crean una estética clásica y llamativa. Chincha Rabiña admite que le gusta más esta opción porque permite jugar, aunque marca un límite claro para que la mezcla no derive en lo que ella llama “chino rojo”. La clave, según explica, está en equilibrar los elementos: si el árbol va cargado, la mesa respira; si el salón ya está muy decorado, el mantel baja una marcha.

Tras ese repaso, llega la parte que más disfruta: “la de criticar”. Entra entonces en los tres errores que, a su juicio, tiran por tierra cualquier intento de mesa elegante. El primero es el mantel equivocado. El segundo, la ausencia de bajoplatos o usar versiones demasiado brillantes. El tercero (su favorito porque le enciende como pocas cosas) está relacionado con la cubertería que elegimos y cómo la escogemos.

El primer fallo aparece con el mantel. Chincha Rabiña lo considera la base de la mesa y el elemento que condiciona todo lo que se coloca encima. Las opciones del lujo silencioso funcionan bien: manteles blancos, tejidos suaves, algún brillo discreto... El problema llega cuando entra en juego la fantasía descontrolada de la Navidad: "cuando se os da por usar manteles estampaditos con renos, papanoeles o casitas”, advierte. porque la mesa puede ser sencilla o económica, pero si el mantel parece sacado del bazar, el conjunto se viene abajo. Por eso los hules están vetados: “Los de plástico y de papel, evidentemente, están prohibidos. Prohibidos en una mesa elegante, en una mesa bonita”, advierte.

Luego llega el asunto de las servilletas, que también dan para conversación. Ahí, Chincha Rabiña insiste en que las de tela son innegociables, aunque haya invitados para aburrir. “Si no las usas el día de Navidad, ¿cuándo las vas a usar?”, plantea. Cuando alguien se plantea recurrir al uso de platos o cubiertos de papel, entonces ella salta casi ofendida: “A mí eso me parece una… ¡Aberración! En una Nochebuena... ¿hola? Ni que fueras al campo”, dice.

Superado ese capítulo, el segundo fallo llega rápidamente: la ausencia de bajoplatos o el uso de versiones que son demasiado brillantes. Para Chincha Rabiña, este detalle marca el nivel de la mesa. ·El plato directamente en la mesa se queda corto”, resume. Delimitar el espacio del comensal con un bajoplato, un salvamantel o un camino de mesa ayuda a que la mesa se vea cuidada sin necesidad de gastar más. Lo que no funciona es recurrir a piezas que parecen pintadas a spray en un garaje. “Si vas a poner uno del bazar (…) de ese brillantoso en rojo, mejor ponemos otra cosa”, aconseja y, por eso, Inmaculada propone salvamanteles sencillos, en tonos mate o, incluso, improvisar con fuentes grandes.

El tercer fallo es el que más le duele a Chincha Rabiña. También el que, admite, “supera al de las servilletas de papel”. La cubertería mezclada le parece un error visual en toda regla. “Toleraría antes una servilleta de papel monísima con un servilletero puesto que el asunto de la cubertería”, confiesa la asesora de moda. Lo que no soporta es ver “dos o tres tipos de tenedores, dos o tres tipos de cuchillos, dos o tres tipos de cucharas” formando un batiburrillo que rompe todo intento de armonía. No habla de protocolo estricto, sino de sentido común: “Los cubiertos deben ser iguales (…) se tiene que ver que lo has hecho queriendo, no porque no lo tienes”, explica.

Con las copas ocurre lo mismo. En esta punto acepta que convivan dos modelos siempre que compartan estilo, pero no tolera una mesa que parezca una mudanza en directo. El desfile aleatorio, “una alta, una baja, ahora un vaso, ahora otra alta, ahora esta diferente...”, echa por tierra cualquier esfuerzo de decorar una mesa con finura y "le quita muchísimo valor”, resume. Su conclusión deja poco margen a la duda: si la cubertería y la cristalería no tienen coherencia, da igual lo bien que hayas elegido el mantel o el centro de mesa.

Además de estos tres fallos, Chincha Rabiña añade un problema extra que observa cada año. Muchas personas renuncian a decorar la mesa porque creen que no les va a caber nada más. Para ella, se trata de un error de planteamiento. Existen soluciones prácticas: mesas auxiliares, camareras, un tablero para ampliar la mesa... o centros de mesa más sencillos. El objetivo no es llenarla sino evitar que la decoración desaparezca por logística.