La E de España y las chiquilladas que matan

La E de España y las chiquilladas que matan

Hay un dato que no conviene olvidar. Aunque a veces pudiera parecer irrelevante o fuera de moda: el partido socialista es el único que mantiene en sus siglas la E de España

Pedro Sánchez en BruselasSTEPHANIE LECOCQ

Hay un refrán que nos sirve para el caso: "una cosa piensa el borracho y otra el bodeguero", que según mi experiencia es un proverbio internacional, fuente de toda sabiduría. Juntar minorías, en un revuelto de egos, vanidades, mediocridades, tontas solemnidades, ombligos cuadrados y adanismos variopintos puede dar resultado parlamentario, es obvio, pero es algo que no refleja sino por aproximación teórica, muy teórica, la honda voluntad de los ciudadanos. Que es una decisión salida a medias o a cuartos de las emociones, los cojones o los ovarios, las afinidades, la nostalgia y los intereses, y ensobrada a escondidas en un confesionario ad hoc antes de meterla en forma de papeleta en la urna.

Es decir, un votante normal del PSOE nunca, ‘en jamás de los jamases’, votaría a Podemos, o a ERC, o a Bildu, o al BNG. En el fondo acepta asqueado y temeroso esta compañía, preguntándose para sus adentros y entre compañeros de mucha confianza, por si acaso, si vale la pena el esfuerzo y el sacrificio y cuánto va a durar la estabilidad.

Hay un dato que no conviene olvidar. Aunque a veces pudiera parecer irrelevante o fuera de moda: el partido socialista es el único que mantiene en sus siglas la E de España, y esa E, voluntaria, que nadie ha puesto en duda en ningún congreso, y eso que en los congresos como puntos de terapias grupales son habituales los disparates, ha sido también no solo por ‘amor’ sino una muestra de independencia frente a dependencias foráneas o periféricas.

Los discursos sobre España, su pasado, su presente y su futuro, llenarían libros y libros. No hay dirigente en la II República que no haya defendido la idea de España, el interés nacional y el progreso del pueblo español sin ataduras ni al Vaticano, ni a Moscú ni a los poderosos y cínicos complejos conglomerados militares-industriales, como los definió el brillante general y presidente de EEUU cuando ya dejaba el Despacho Oval.

Hoy los antiguos monopolios se han modernizado con los tiempos y están dando el ‘gran salto adelante’ en estos tiempos tan acelerados: aunque siguen controlando los combustibles fósiles, hasta que se les acabe el cuento y no les cuadren las cuentas, se han hecho ‘verdes’ a la fuerza, han diseñado imaginativas campañas de travestismo, ecológicas, inclusivas, veganas, animalistas, interraciales, para seguir siendo lo mismo a la par que distintos, gala drag queen en un continuo y descarado carnaval. Puro gatopardismo.

Así que tras haber programado todas las canalladas posibles para retrasar lo inevitable, ¡hasta un impuesto al sol y al viento para disuadir a los partidarios del autoconsumo!, vuelven por sus fueros.

El gran problema es que el voto socialista es, fundamentalmente un voto español y constitucionalista. Huye de los saltos en el vacío. No confunde el ‘Estado de las autonomías’ con el relajo del menú soberanista. Es un segmento, conviene no pasarlo por alto, que apoyó abrumadoramente el 155

Mientras, los asuntos serios que afectan a la gente pasan desapercibidos por el ruido y la furia, por el barullo de los líos entre los socios del gobierno, los socialistas, por una parte, Podemos en la contraria, con dos ministras que relucen en el populismo con ocurrencias y leyes innecesarias, y con una electrón libre, excomunista ejerciente y abogada ferrolana, Yolanda Díaz, ahora en el camino de la moderación y el yupi yupi intentando la enésima invención de ‘sumar’ con una alquimia ya desgastada los retales variopintos del populismo morado.

El gran problema es que el voto socialista es, fundamentalmente un voto español y constitucionalista. Huye de los saltos en el vacío. No confunde el ‘Estado de las autonomías’ con el relajo del menú soberanista. Es un segmento, conviene no pasarlo por alto, que apoyó abrumadoramente el 155. En los debates constitucionales en 1978, y en su aplicación práctica en Cataluña frente a una Generalitat y un Govern que se declararon en abierta rebeldía, si bien ahora algunos dirigentes partidarios de seguir ensayando el ibuprofeno expliquen que, ahora mismo, el fin justifica estos medios que, en realidad, es como la pólvora mojada. Pero todo lo mojado acaba por secarse. Ese es el peligro. Calor y una chispa. Otra.

Pero el ‘espíritu español’ sigue ahí, con la ‘E’ en el acrónimo, heredero, por ejemplo, de los famosos discursos de Juan Negrín, presidente del Gobierno en la II República, un dietario de lecciones de españolidad y democracia; o los de Indalecio Prieto, histórico el de Extremadura en plena guerra, por ejemplo. También son inequívocos los de los socialistas de la transición, Felipe González, Alfonso Guerra, Enrique Mújica, Peces Barba…. Todos. Y en la actualidad lo mismo. No hay fisuras. Algunos componentes del PSC a veces confunden el culo con las témporas, eso es verdad, pero las cartas están boca arriba.

Además, Europa tiene un objetivo claro tras las últimas crisis, y sobre todo, con la guerra de Putin. La invasión de Ucrania, ejecutada con una crueldad medieval, pura maldad, ha hecho actualidad lo que muchos ‘buenistas’, por no llamarles idiotas, negaban: que hubiera peligro de un conflicto de esta naturaleza. Así que todas las instituciones de la UE tienen el mismo proyecto vital: fortalecer la unidad ante un riesgo que se ha elevado al grado de peligro cierto.

La extrema derecha y la extrema izquierda se han convertido en amenazas reales para las naciones europeas unidas por el ‘Estado de Bienestar’ y las libertades de nuestra común democracia continental hecha sobre renuncias a elementos de soberanía que en el pasado eran casus belli. Más unidad, más defensa, más seguridad.

Sí: el electorado socialista ‘persistente’ y hasta cierto punto inasequible al desaliento, no vota para engordar a separatistas, anarquistas, radicales antisistema o defensores de los brazos caídos frente al brutal ataque ruso a un país libre. Puede hacerlo una vez, tapándose la nariz, en un momento concreto. Pero ese voto es reflexivo, táctico, y como tal también es volátil. No es probable que permanezca impasible si el componente podemita sigue emperrado en no salir de la adolescencia y en dinamitar el modelo nacido en la Transición por otro cuyos componentes son un vertedero de amianto.

Tampoco un conservador o un demócrata liberal o demócrata cristiano, que ‘haberlos haylos’ aunque a veces parezca que están jubilados, nunca votaría a VOX, aunque por mero sentido de la supervivencia política hayan tenido que aliarse con gente que durante la dictadura los desterró a Fuerteventura. Pero hay ‘limes’ a los que conviene acercarse con precauciones. Ya saben que es peligroso fiarse ciegamente por los mapas de Google: muchos coches han caído en un barranco. En un pueblo del Pirineo los enormes camiones son atrapados por los estrechos callejones.

Sí: el electorado socialista ‘persistente’ y hasta cierto punto inasequible al desaliento, no vota para engordar a separatistas, anarquistas, radicales antisistema o defensores de los brazos caídos frente al brutal ataque ruso a un país libre. Puede hacerlo una vez, tapándose la nariz, en un momento concreto. Pero ese voto es reflexivo, táctico, y como tal también es volátil

“No entiendo cómo es posible que cuando las políticas de Sánchez empiezan a dar resultados económicos y sociales históricos, y a ser seguidas y admiradas en Europa, donde ya se habla del ‘segundo milagro’ español, después del de Felipe González, todas las encuestas pronostiquen un batacazo del sanchismo…” Lo dice una joven de ‘treintaymuchos’ que habla con una amiga mientras espera el embarque en un vuelo regional de ‘Iberia Exprés’ de A Coruña a Madrid. Ambas, muy de acuerdo, pasan revista al listado de beneficios que atañen a las clases medias; y a ellas en particular. “Pues muy sencillo, chica, la jauría sin bozal…”, le respondió la compañera que empezó a recordar los ‘infantilismos’ revolucionarios podemitas y la estrategia de los separatistas: “que por su genética, no descuidan ninguna oportunidad para tratar de romper España. Son como una bomba lapa”.

Por otra parte, hablando claro: en el PP hoy la dirección neoliberal es clara. Entre Isabel Díaz Ayuso y el ‘bueno’ de Juanma en Andalucía solo hay diferencias en el talante. Feijóo también tiene las mismas ideas del ‘estado mínimo’ pero los monopolios privados grandes. La privatización del sistema sanitario público es calcada la una de la otra, aunque Ayuso la lleve a cabo mediante el insulto y la confrontación y Moreno Bonilla, como Feijóo en sus años de la Xunta, como quien no quiere la cosa. La misma diferencia que hubo entre Aznar y Rajoy y que tan bien reflejan las estadísticas en su ‘unidad de destino’.

O sea: a Pedro Sánchez no le va a quedar otro remedio razonable en este sprint de final de legislatura que a la vez que aprovecha el rédito de la presidencia semestral de la UE y los buenos datos económicos, así como el desgaste interno del PP, ahondado con las revelaciones de El País sobre la conspiración de urgencia para derribar a Pablo Casado, plantear una última crisis de gobierno, echar al componente morado rama Iglesias y compañía… y aguantar unos meses de infarto en la cuerda floja. A fin de cuentas, es un consumado equilibrista.

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Empezó dirigiendo una revista escolar en la década de los 60 y terminó su carrera profesional como director del periódico La Provincia. Pasó por todos los peldaños de la redacción: colaborador, redactor, jefe de sección, redactor jefe, subdirector, director adjunto, director... En su mochila cuenta con variadas experiencias; también ha colaborado en programas de radio y ha sido un habitual de tertulias radiofónicas y debates de televisión. Conferenciante habitual, especializado en temas de urbanismo y paisaje, defensa y seguridad y relaciones internacionales, ha publicado ocho libros. Tiene la Encomienda de la Orden del Mérito Civil.