Félix López-Rey: "Los barrios de Madrid están hechos a base de sangre proletaria"
El histórico activista vecinal de Orcasitas anuncia que dejará su escaño como concejal en el Ayuntamiento de Madrid el próximo mes de septiembre.
La de Félix López-Rey (Polán, Toledo, 1948) es una memoria prodigiosa, acaso histórica. La conversación con este conocido activista del barrio de Orcasitas, en Madrid, está siempre llena de afluentes por los que recorrer la historia de la capital, una ciudad cuyos barrios "están hechos a base de sudor, esfuerzo y sangre proletaria". López-Rey acaba de anunciar que deja su acta como concejal de Más Madrid en Cibeles, a donde llegó por segunda vez tras una llamada de la exalcaldesa Manuela Carmena allá por 2019. Lo había sido ya entre 1987 y 1999 por Izquierda Unida. Pero si Félix López-Rey merece un título es el de vecino, un ilustre munícipe sin el cual Orcasitas, incluso la periferia de Madrid, no sería lo que hoy es. Pobre a rabiar desde que llegara a Madrid, López-Rey pronto adquirió conciencia de su situación y, sobre todo, del porqué de la misma. En esta entrevista, recorremos muy por encima una vida que puede leerse en Orcasitas: memorias vinculantes de un barrio. "Estamos trabajando para que pronto esté en internet, accesible de manera gratuita para toda la gente que esté interesada", anuncia.
- Ahora que has anunciado que dejas de ser concejal, ¿qué ha cambiado entre el Félix que llegó a Madrid con ocho años y el Félix de hoy?
Pues el Félix de los ocho años no había visto un tren ni de juguete. El primero que vio fue el que pasaba por Orcasitas, que ahora va soterrado, pero antes iba por la superficie. Ese Félix de los ocho años no conocía nada de la vida, creía en los Reyes Magos, aunque nunca llegara a tener un juguete. Las madres nos decían que los Reyes se atascaban en el barro y no podían llegar... Por mucho que ahora se empeñen algunas personas en cambiar la historia, ese Félix se crio en un clima que era el vivir mal, el vivir en una chabola, no tener agua, ni váter, ni luces en las calles, por mucho que ahora haya gente que se empeñe en cambiar la historia. Pero mi madre me decía que no pasaba nada porque los pobres íbamos a ir al cielo, que todo era pasajero. Ese Félix, con los años, fue abriendo los ojos y dándose cuenta de que el cielo y el infierno están aquí en la tierra. Y en cuanto me di cuenta de aquello, empecé a luchar desde un club juvenil.
- Has contado en muchas ocasiones que tenías que dormir al pie de la cama de tus padres en una chabola. ¿Hay vergüenza en reconocerse pobre?
No, todo lo contrario. Te daba vergüenza con 14 años, cuando empecé a trabajar, un mes antes de cumplir los 14 años, como la mayoría de los hijos de obreros de esa época. Nuestra obsesión era estar con las chicas. Tanto chicos como chicas estábamos locos por ir a los guateques, a los bailes... Pues cuando conocías a alguien era típico que te preguntaran: '¿Y tú por dónde vives?' Y yo decía: 'Por Usera...' Como hacían también los del Pozo del Tío Raimundo o los de la Palomera. Muchos de ellos me han contado que decían: 'Por Vallecas...' Te daba vergüenza. Pero luego fue adquiriendo total conciencia de clase, fui responsable y conocedor de por qué pasaban aquellas cosas. Y entonces ya siempre, y lo sigo haciendo ahora, digo: 'Soy Félix López, de Orcasitas'. El 16 de febrero de 1971 fui a la Junta Municipal del Distrito para ver al concejal José Moral Navalón, y llegué con las botas katiuska llenas de barro. Lo hice adrede, como una manera de decir: 'Aquí estamos los de Orcasitas, y vivimos así fundamentalmente como consecuencia del desprecio y del abandono al que nos sometéis.
- ¿Cómo fue ese cambio de tener conciencia social a conciencia de clase?
Eso me vino pronto. Como te decía, empecé a trabajar antes de los 14 años y aquel año fusilan a Julián Grimau y uno de mis oficiales estaba en el cuartel de Campamento, donde se encargaron de fusilarlo y me lo contó. Empezaba también a leer el periódico 'Madrid', al que mi jefe estaba suscrito. Como comía en el taller, lo leía todos los días, y era un periódico de lo más progre que había. Obviamente era del régimen [franquista], pero más aperturista. Entonces yo leía, por ejemplo, que en Cuba comían carne una vez a la semana, y lo contaban como crítica. Y yo decía: 'Pero si yo no como carne nunca'. Además, escuchaba también la [radio] Pirenaica. Nunca se me olvidará cuando iban diciendo el nombre de todos los del Consejo de Ministros, Fraga Iribarne, Utrera Molina... Y decían: 'Fulanito, asesino, asesino'. Además, el que fue presidente del Club Juvenil Juan XXIII, José Antonio Pascual, había sido Guardia Civil y lo dejó porque no podía seguir yendo a tirar las chabolas de los obreros. Este hombre se afilió al Partido Comunista Internacional y fue el que me dio a leer La madre, de [Maksim] Gorki y a mí todas esas cosas ya me iban. Aparte yo era ya un chaval con buenos sentimientos, porque eso se hereda desde la tripa de tu madre, y mi madre era una persona que sufría por todo el mundo. Mi padre era distinto. Él no compartía mis ideas. Desde los 17 años tuvimos enfrentamientos porque a su padre lo habían matado los de izquierdas... Y cuando me veía a mí en esas cosas, pues me decía de todo. Me ponía a leer por la noche y mi padre decía: 'Este gilipollas se va a quedar ciego'.
- [En la conversación, surge la película 'El 47'] Ahora mucha gente ha visto estas escenas en las que se construían chabolas por la noche para que la Guardia Civil no las tirara.
Es que es acojonante, no solo como se falsea la historia, sino que se procura que no se sepa. Parece que aquí ha habido un señor, que ahora está por Dubái, quien de repente se iluminó y nos trajo la democracia y empezamos a ser libres y a vivir maravillosos, en un parque temático. Los barrios de Madrid están hechos a base de sudor, de esfuerzo y de sangre, de sangre proletaria. Lo que yo cuento de Orcasitas se puede extrapolar perfectamente a Palomera, el Pozo... En Madrid, en 1972 vivíamos 32.734 familias censadas en chabolas, sin casa.
- Y, entonces, montas la Asociación Vecinal de Orcasitas.
Cuando vuelvo de la mili, me encuentro con que mi novia está pasándolo mal y mi madre me dice: 'Hijo, yo no te puedo dar nada. A partir de ahora, todo lo que ganes, para ti'. Porque antes llegábamos con el sobre, no con el sobre de los de la calle Génova, sino con llegábamos orgullosos con el sobre de dinero para dárselo a nuestra madre. Entonces, desde que me licencié de la mili estuve once meses ahorrando e hice una habitación a escondidas de los guardias en el corral de la chabola. Ahí se fundó la Asociación de Vecinos de Orcasitas, nunca me acuerdo si fue en septiembre o en octubre de 1970. ¿Por qué surge la idea de hacerla? Porque te has casado y te das cuenta de que no tienes ni un váter por la noche. Si tienes que hacer algo, tienes que cruzar a un pozo negro. No había agua ni alcantarillado.
- Leí en una entrevista que decías que tu historia podía sonar escatológica, pero que aún recuerdas como cada mañana escuchabas a tu padre defecar.
Sí, a mí eso me ha marcado. Yo dormía en la misma cama que mis padres y en la misma habitación que mis dos hermanas mayores. Allí estábamos todos en la misma habitación, donde había un orinal de esos altos que tenían una tapadera que solo he visto en las películas. Y ahí mi padre, que madrugaba, se ponía a defecar a dos metros de ti... Luego eran las mujeres las encargadas de hacer desaparecer las heces. Esas cosas me han marcado. Y tú, como muchacho, pues esperabas a que anocheciera y te ibas a un descampado de mala manera. Luego la gente ya empezó a hacer pozos negros, no fosas sépticas en condiciones, sino simples pozos picados.
- Volvamos a la Asociación...
Yo siempre he sido un apasionado de la radio. Entonces un día llamé a la radio, a un programa en Radio España de Madrid, que el conductor del programa era Paco Galindo. El programa se llamaba 'Madrid, protagonista'. Entonces, llamo y digo: 'El hombre ha llegado a la luna y en Orcasitas estamos cagando en una lata, ¿cómo es posible?' Hubo gente en el barrio que lo escuchó y empezó a preguntarse quién había sido. El hablar en la radio fue el germen para hacer la asociación. Luego vinieron los del Canal de Isabel II por el barrio, porque empezaban a querer poner agua en la periferia, y preguntaron si había alguna Asociación de Vecinos. A raíz de ahí, el agua se empieza a meter no solo en Orcasitas sino en la periferia de Madrid, en 1976, cuando era alcalde Juan de Arespacochaga y Florentino Pérez, delegado de Saneamiento y Medio Ambiente.
- Me genera mucha curiosidad la evolución simultánea entre Florentino Pérez y tú mismo. Dicen lo de las dos Españas, pues esto es un poco como lo de los dos Madrid, ¿no? Él llega a ser una de las personas más ricas de España y tú ahí sigues, en Orcasitas.
Yo nunca he tenido la oportunidad de ser rico. Habría que verme ahora si hubiera tenido la oportunidad... Pero es que yo me encuentro muy a gusto donde vivo y donde estoy. No sabría vivir en el 8º derecha de no sé qué sitio, sin conocer a la gente y sin que la gente me conociera. Yo a Florentino lo conocí cuando Juan de Arespacochaga, que se rodeó de buenos profesionales, nos ofreció a los que estábamos en la lucha de los barrios más destacados el entrar como vocales vecinos en el Ayuntamiento. Entonces, los vocales vecinos eran los tres falangistas viejos de cada distrito. Se hizo un primer contacto con Florentino, que nos juntó en una cafetería en la calle Génova. Fue la primera vez que me montaron en un coche oficial. Recuerdo que Florentino me dijo: 'Bueno, ¿y tú?' Quería saber si era comunista o socialista y dije: 'No, a mí me gusta el café puro'. No le dije nada más. Como la mayoría éramos del PCE y de la ORT [Organización Revolucionaria de Trabajadores], se debatió y al final se decidió que no entraríamos, que eso era blanquear al Ayuntamiento. De ahí viene el contacto con Florentino Pérez.
- ¿Nos hemos acomodado con el paso de los años? ¿Ha perdido fuelle la lucha vecinal?
Son muchas circunstancias. Primero, lo local ha dejado de ser noticia. Yo recuerdo que en el número 1 de 'El País', el 4 de mayo de 1976, salimos tres dirigentes vecinales. Era normal que la prensa local cubriera las elecciones en la Asociación de Vecinos de Orcasitas, y pusiera: 'Presidente, fulanito, joyero; fulanito; el otro, carpintero, encofrador, ferralla'. El 'ABC' tenía una sección de barrio con columnistas a los que les pagaban mil pesetas por la columna. Recuerdo una vez con un jefe de local de 'El País', a quien le pregunté: '¿Por qué no se presta más atención?' 'Porque que el perro muerda a un niño ya no es noticia'. Se han configurado muchas cosas. Luego, que no se puede vivir al ritmo que hemos vivido los que hemos estado ahí al frente. ¿Tú te imaginas lo que es levantar un edificio de 260 metros cuadrados para que tenga duchas y váteres públicos? ¿Sabes lo que es estar todo un año, sin los domingos, sin atender a la familia? Así no se puede vivir, y es que no se ganaba dinero, no había liberados de ningún tipo. ¿De qué vivíamos? Y, además, constantemente te llamaban del PCE: 'Oye, que se necesita gente que mañana habrá esto o esto otro'. ¿Y lo de una asamblea todos los miércoles con una media de 200 personas que van allí por ti? Tú tienes que animarlos para decirles que vuelvan el miércoles que viene. Y luego, entre semana, a guerrear. Ahora, ¿tiene que haber más movimiento vecinal? Por supuesto, por supuesto. Yo estuve de concejal en el Ayuntamiento desde 1987 a 1999 y luego otra vez cuando volví en 2019, pero la lucha vecinal no la he dejado nunca. Pero las Administraciones siguen sin ayudar. Antes no te recibían y ahora... Mira, la participación de verdad no ha existido nunca porque aun cuando gobierna la izquierda en algún Ayuntamiento, hay quien dice que todo es para el pueblo, pero sin el pueblo y otros que ni quieren ver al pueblo de ninguna manera. El que la gente se organice, molesta. Yo siempre he dicho, y lo mantengo, que es más importante que en un barrio haya 100 vecinos organizados en torno a la pelea por los problemas de su barrio a que el partido al que yo vote tenga un concejal más o un diputado menos. Eso puede ser pan para hoy, pero hambre para mañana. Ahora en Orcasitas, si me ven con un megáfono, los vecinos me preguntan: '¿A dónde hay que ir?' En una hora podemos juntarnos 200 personas siempre que nos dé la gana. Eso para mí es lo más importante, y eso es lo que hace que hoy en día todavía no haya ganado la derecha en Orcasitas desde que hay elecciones. Algo tendrá que ver la participación. Lo que pasa es que es muy duro. Antes los abogados laboralistas venían por las asociaciones de vecinos una tarde a la semana, en la fábrica se reunían miles de personas, gente que había venido del campo, gente que no habíamos leído un libro. En nuestra vida había líderes sindicales que eran nuestro ejemplo. Hoy, por desgracia, aunque está muy bien que haya teletrabajo y otras cosas, no hay esas grandes fábricas con esas asambleas.
- Para terminar, y por volver a aquel discurso que diste en la campaña electoral en 2019 y que fue muy citado. Dijiste que la izquierda siempre se peleaba por una coma y que era importante ponerse de acuerdo "para echar a los fascistas". ¿Sigues con esa esperanza?
Impedir que venga la derecha, sí. Lo de juntarnos toda la izquierda es difícil. A lo mejor te separa un 10% en la forma de pensar con una persona de izquierda y vamos a usar ese 10% para ver cómo nos sirve y cómo nos metemos los dedos en los ojos. Sin embargo, te encuentras a otro de derechas que solamente con que te salude o con que no sea mala gente, dices: 'Joder, ¡qué buen tío es este!' Pues coño. Aquí yo lo que creo es que sobran egos por todas partes, y me meto yo el primero. Nos sobran egos. Tenemos que estar más en contacto con el día a día, que es lo que la gente nos demanda. Lo que no puede ser es que haya que demostrar quién es más machote y más de izquierda que el otro. También hay un mensaje que hay que lanzar a unos y a otros. A las asociaciones de vecinos, si no tenemos quien en las instituciones se haga eco y altavoz de lo que hacemos, nos quedaríamos en poca cosa. Y a los partidos, que beban de las fuentes de la realidad, que son las personas que están en las asociaciones de vecinos, son quienes detectan los problemas. Donde no haya asociaciones vecinales, hay que crearlas.