La resignificación del Valle de los Caídos, alejada de ejemplos como la ESMA en Argentina o Auschwitz: "No hace falta una intervención arquitectónica millonaria"
El Gobierno anunció esta semana el proyecto ganador del Concurso Internacional de Ideas para el Memorial de Cuelgamuros: 'La base y la cruz'.
Cuando las argentinas Graciela Lois y Laura Bonaparte tuvieron constancia, en 1998, de que el expresidente Carlos Menem quería demoler la Escuela Mecánica de la Armada (ESMA) para levantar allí una suerte de monumento a la memoria, acudieron a la Justicia con el objetivo de impedir su propósito. Lois, mujer de un desaparecido, y Bonaparte, mujer de un desaparecido y madre de tres hijos desaparecidos, no querían que se destruyese una de las pruebas más visibles del genocidio del dictador Jorge Rafael Videla. Y lo lograron. Gracias a su lucha, la Justicia federal argentina entendió la ESMA como "un testimonio de verdad y una prueba judicial sobre el horroroso y vergonzante pasado" de Argentina, y como tal debía permanecer. En la ESMA, hoy un espacio de memoria reconocido en todo el mundo (es Patrimonio Mundial de la Unesco), pasaron 5.000 personas. Fueron torturadas, violadas y desaparecidas. La mayoría, asesinadas en los conocidos vuelos de la muerte.
Hasta ahora, en España no existe ningún lugar que recuerde, al menos de manera oficial, el genocidio perpetrado por el dictador Francisco Franco. Claro que tampoco se ha juzgado a los responsables de aquello, algo que sí ocurrió en Argentina. Lo que sí existen en España son fosas comunes por doquier. La mayor de ellas se encuentra en el Valle de los Caídos, donde hay enterradas 33.000 personas entre las que allí murieron y las miles que fueron trasladadas desde puntos de toda España. Esta semana, el Gobierno ha anunciado el resultado del concurso que había convocado para resignificar el lugar, que ahora llaman de nuevo Valle de Cuelgamuros. Un jurado ha fallado que la propuesta ganadora sea 'La base y la cruz', un proyecto para constituir un memorial en el espacio que, al contrario que ocurrió con la ESMA, aunque tampoco suponga su demolición total, sí contempla modificaciones arquitectónicas: la escalinata desaparecerá para ser sustituida por un gran espacio abierto al cielo con una "gran grieta horizontal" que "invita al diálogo y a una visión más plural, más democrática, donde se incluyan muchas perspectivas", según Vivienda.
Desde la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) se han mostrado muy críticos con la resolución. Ya lo eran con el concurso en sí, un certamen que parte de un acuerdo alcanzado con la iglesia católica. Un sacerdote que vivió de niño en el Valle, donde formó parte de su escolanía, ha sido, de hecho, uno de los miembros del jurado. Gobierno y Vaticano habían pactado no derribar la cruz y mantener allí a la congregación de monjes benedictinos que viven y gestionan el Valle tras un convenio rubricado con el dictador Francisco Franco en 1958. "De poco sirve una intervención de ese tipo si se mantienen en el recinto los monjes benedictinos, que siguen oficiando misas católicas y no se construye el lugar aconfesional que debe ser. [...] El grupo dominante y prominente en el Valle de los Caídos seguirá siendo la iglesia católica, la misma que ha abusado de 400.000 menores según el informe del Defensor del Pueblo y a la que no se le debería seguir otorgando esos privilegios", argumentan desde la asociación memorialista, desde donde también denuncian la ausencia de algún "representante de las familias republicanas que tienen allí secuestrados los restos de sus seres queridos y son las que tienen más vínculo forzado con el lugar".
Para la ARMH, "lo único que necesita el Valle es una explicación, una significación y no una intervención arquitectónica millonaria". El proyecto costará 30 millones de euros, que se suman a los 60.500 euros que han recibido las diez propuestas finalistas. Ese dinero, consideran desde la ARMH, debería destinarse a buscar a los desaparecidos "y hacer identificaciones y que no sigan muriendo familiares con la angustia de no haber enterrado dignamente a sus seres queridos". En la asociación creen que el modelo a seguir debería ser el de la ESMA o el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau, ambos patrimonios mundiales de y por la memoria. "No debe intervenirse arquitectónicamente el trabajo que realizaron los presos políticos. No hay que agrietar, ni ensombrecer ni socavar lo que hicieron por la fuerza con su sudor y su sufrimiento. ¿Alguien ha visto un campo de concentración nazi agrietado por un arquitecto? [...] Todas esas metáforas de las sombras y las grietas son simplemente para justificar el gasto y los cuatro millones de euros que se lleva quien ha propuesto esa idea. El Valle de los Caídos debe servir para explicar y denunciar el fascismo", reiteran.
El Valle de los Caídos responde a la ensoñación de Francisco Franco por contar con un gran mausoleo que rindiera honor a los sublevados fallecidos durante la Guerra Civil y que además cobijara su cuerpo al morir. Allí estuvo, enterrado con honores, desde 1975 hasta 2019. Construido gracias al trabajo esclavo de presos republicanos, entre sus paredes y bajo sus suelos permanecen todavía los huesos de miles de personas que la dictadura llevó allí sin consentimiento alguno. Entre el sinfín de restos, en una caja con el número 198 estaban los del padre de Fausto Canales, fusilado en agosto de 1936 y trasladado al Valle un día antes de que Franco lo inaugurase.
"La cruz es una provocación"
Canales es una de las pocas personas que pudo recuperar los restos de su padre, Valerico. Lo logró en 2023, 87 años después de su asesinato y tras muchos años de lucha, enfangado en un tormento de trámites administrativos y judiciales. A Fausto le genera cuanto menos suspicacia la resignificación decidida. En conversación telefónica con El HuffPost, asegura estar preocupado porque se haya primado más la parte estética que "la intención memorialista". "No vale solo con que sea algo bonito", dice para considerar que, hasta donde conoce el proyecto ganador, no parece que "se haya captado la protesta de memoria democrática". El propio nombre del proyecto ('La base y la cruz'), y hasta de la empresa ('Lignum SL'), le recuerda a simbología religiosa. A Canales le habría gustado que el Valle fuera del todo desacralizado, que salieran los benedictinos, pero también cualquier símbolo de liturgia católica. "La iglesia fue aliada de los golpistas y la dictadura estuvo arropada en todo momento por ella", dice para justificar su argumento. Como hijo de un padre asesinado y enterrado allí, Canales habría dado también más peso a los familiares de las víctimas. "Tenemos un interés legítimo", dice. Los restos de su tío, el hermano de su padre, todavía siguen en el Valle. "Está en una de las criptas a la izquierda del gran pasillo central", acredita.
Como familiar de víctimas, y por tanto también víctima, Fausto cree necesario también quitar la gran cruz que preside el Valle. En su opinión, no se trata de destruirla, pero sí al menos trocearla para "exponerla en la esplanada o allí, para que quien quiera pueda verla y recordar lo que fue aquello". "La cruz es una provocación total a las víctimas. Para mí era y es un dolor verla ahí, y la seguiremos viendo", lamenta.
Además, y al igual que desde la ARMH, Fausto Canales se muestra preocupado por el nulo blindaje que tiene la memoria en el Valle. "En 2027, si no antes, habrá elecciones. ¿Qué pasará si no sigue el Gobierno de coalición actual? Si viene otro gobierno, apartarán la resignificación", avisa. "La intervención y el espacio de interpretación que se haga en ese lugar no estará ocupado por organismos nacionales e internacionales de derechos humanos, como en la ESMA, y será clausurado por un gobierno de las derechas por no haberlo protegido", advierten también desde la ARMH.