Los vecinos llevan cuatro años luchando por el cierre de un negocio por una disputa por el estiércol
Han presentado múltiples denuncias.

En el tranquilo municipio de Hämeenkyrö, en la región de Pirkanmaa (Finlandia), una disputa vecinal se ha convertido en un verdadero quebradero de cabeza para las autoridades locales. Desde hace más de cuatro años, los vecinos reclaman el cierre del pequeño negocio ecuestre de Minttu Mäkinen, una entrenadora de caballos que, según los denunciantes, no gestiona adecuadamente el estiércol de sus animales.
Lo que comenzó como una simple queja por olores y moscas ha terminado derivando en una larga batalla administrativa y medioambiental que ha consumido cientos de horas de trabajo municipal y fondos públicos.
Promesas incumplidas
El conflicto se remonta a 2021, cuando Mäkinen se trasladó con cuatro caballos a una finca alquilada en Käkisaari, Hämeenkyrö. Los vecinos Raimo y Helena Käpynen, residentes en la zona desde hace años, aseguran, según un medio local, que un inspector municipal les prometió que no habría caballos en la parcela cercana.
“Confiamos en su palabra, pero no fue así”, lamentan. Desde entonces, los Käpynen han presentado múltiples denuncias, convencidos de que las construcciones del establo y el almacén móvil de Mäkinen son ilegales y de que los desechos de los caballos están contaminando el entorno.
Los caballos se quedan
Por su parte, Minttu Mäkinen sostiene que todos los permisos están en regla y que la polémica es producto de las quejas constantes de sus vecinos. “Se han exigido documentos sin motivo, mis caballos están sanos y el entorno cumple la normativa”, afirmó.
No obstante, el punto más conflictivo sigue siendo el manejo del estiércol. Los Käpynen y otros residentes temen que los desechos terminen filtrándose hacia el lago cercano, lo que podría generar eutrofización y alterar el equilibrio ecológico del área. Aunque las mediciones del agua han mostrado niveles algo elevados de fósforo y nitrógeno, las autoridades confirman que el lago sigue siendo apto para el baño.
Un conflicto sin fin a la vista
La inspectora ambiental Heidi Kotiporo, que asumió el caso en diciembre pasado, confirma que existe una queja formal exigiendo el cierre de la granja. “El municipio lleva años solicitando información sobre el destino del estiércol, pero la documentación ha sido confusa”, explicó. Según sus cálculos, el caso le ocupa unas tres horas semanales, más de un centenar de horas al año, a lo que se suman los esfuerzos de otros funcionarios.
Por ahora, la disputa continúa abierta. Los vecinos insisten en que la actividad debe cesar para proteger el entorno natural del lago, mientras Mäkinen defiende su derecho a mantener su pequeño negocio. Entre denuncias, inspecciones y exigencias, este caso es un ejemplo de cómo una disputa local aparentemente menor puede escalar hasta convertirse en un conflicto legal, ambiental y social en una pequeña comunidad rural.
