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Robert Prevost es el papa León XIV: ¿qué le toca hacer ahora al relevo de Francisco?

Robert Prevost es el papa León XIV: ¿qué le toca hacer ahora al relevo de Francisco?

El jefe de la Iglesia católica debe hacer frente a una serie de importantes retos: los problemas financieros de Vaticano, la crisis de fe, la integración de las mujeres y de la comunidad LGTBI, o la gestión de las víctimas de abusos infantiles. Antes, queda la entronización del pontífice y sus primeras obligaciones como Santo Padre.

El nuevo papa, León XIV, saluda a sus fieles desde el balcón del Vaticano después de dejar atrás su nombre real: Robert Prevost.Guglielmo Mangiapane

No han pasado 24 horas desde que la chimenea de la Capilla Sixtina, con su humo blanco, anunciase que el cónclave había tomado una rápida e histórica decisión: elegir al cardenal estadounidense Robert Prevost, primero de esta nacionalidad que ocupa el trono de San Pedro, como sucesor del papa Francisco, para que León XIV -el nombre que ha escogido- para ponerse la mitra. Porque si este jueves por la tarde se dirigía a los fieles católicos con su primer discurso como pontífice, este viernes ya tiene su primer acto solemne: oficiará una misa junto a los cardenales que lo escogieron después de cuatro rondas de votación. Una ceremonia, que más que un gesto litúrgico, marca la puesta en marcha de una nueva etapa en el seno de la Iglesia católica. El inicio de un mandato en el que todas las miradas analizarán desde el primer minuto sus gestos y, sobre todo, sus decisiones.

León XIV dará otro paso simbólico el domingo a mediodía. Desde el balcón central de la basílica de San Pedro, el mismo desde el que este jueves se presentó como nuevo papa, rezará el Regina Coeli, la oración que sustituye al Ángelus durante el tiempo pascual. Y el 12 de mayo, el lunes, recibirá en audiencia a los medios de comunicación en el Aula Pablo VI, siguiendo la estela que marcó Francisco en el  inicio de su papado. Para lo que no hay fecha confirmada todavía es para su misa de entronización, la que fijará oficialmente el inicio real de pontificado y en la que se espera la presencia de líderes de todo el mundo.

El portavoz del Vaticano, Matteo Bruni, confirmaba la agenda del nuevo papa después de su nombramiento y, de paso, ha puesto de manifiesto el valor simbólico del nombre que ha adoptado Robert Francis Prevost, de 69 años, para gobernar la Iglesia: una referencia directa a la doctrina social de la Iglesia, inaugurada por León XIII con la encíclica Rerum Novarum, y, según ha recordado, un guiño "a los hombres y mujeres trabajadores en una época de Inteligencia Artificial".

Retos inmediatos para León XIV

Pero más allá de estos primeros actos litúrgicos y primeras citas de su agenda, León XIV tendrá que hacer frente desde el minuto uno de su pontificado a una lista de desafíos que llevan años acumulándose. El primero, ordenar las cuentas de la Iglesia. Porque a pesar de los recortes aplicados por el papa Francisco, el Vaticano está atravesando una grave crisis financiera. Según fuentes internas citadas por Reuters, el déficit presupuestario ya supera los 83 millones de euros. Pero el problema más preocupante es el fondo que se destina a las pensiones, que ya en 2022 presentaba un agujero de 631 millones. Desde entonces, la cifra no se ha actualizado oficialmente y son muchos los que temen que se haya elevado.

A eso se suma la crisis de fe que sacude a Europa. Aunque el número de católicos sigue creciendo en África y ya supera los 1.400 millones en todo el mundo, los datos en el Viejo Continente son alarmantes. En Alemania, por ejemplo, en todo 2024 solo se ordenaron 29 nuevos sacerdotes, la cifra más baja de su historia reciente. Ese mismo año, más de 321.000 alemanes abandonaron la Iglesia. En un país donde el catolicismo representaba a la mitad de la población, hoy ya no alcanza ni los 20 millones de fieles.

En España, los datos también reflejan una caída progresiva y sostenida. Según el último barómetro del CIS, publicado este jueves, el 52,8% de los españoles se declara católico. Sin embargo, solo el 17,3% se califica practicante. Hace una década, el porcentaje global era del 68%. El retroceso preocupa a la jerarquía eclesiástica, que ve cómo se ensancha la distancia entre el vínculo cultural con el catolicismo y la práctica real. De hecho, el 26,1% de los creyentes españoles reconoce que no van a misa, más allá de citas como bautizos, comuniones, bodas o funerales. Otro 23,4%, además, admite que solo acude "casi nunca".

La práctica religiosa habitual, por otro lado, ha quedado reducida a una minoría: solo el 11,9% asiste a oficios cada domingo o festivos, y apenas un 4,8% lo hace varias veces por semana. Paralelamente, ha crecido el porcentaje de personas que se definen como ateas, agnósticas o no creyentes: suman cerca del 40%, una cifra inimaginable hace solo una generación. Aun así, la Iglesia católica sigue teniendo una presencia institucional potente. En España hay más de 22.900 parroquias, frente a los 8.000 centros de culto que tienen otras religiones. Asimismo, la asignación tributaria del IRPF para la Iglesia ha subido este año un 6,6%, hasta los 382,4 millones de euros. Este contraste entre la estructura y la práctica de los feligreses es uno de los grandes dilemas a los que se enfrentará León XIV.

Una Iglesia herida y un mundo en tensión

El escándalo de los abusos sexuales y su encubrimiento sistemático todavía es el mayor agujero moral de la Iglesia católica. Durante más de tres décadas, los casos han salido a la luz a cuentagotas, forzando al Vaticano a tomar una respuesta global que, en la práctica, ha sido desigual. Francisco y Benedicto XVI impulsaron la política de tolerancia cero para con los acusados, con nuevas normas y protocolos internos, pero muchas diócesis no las han aplicado con contundencia. De hecho, en algunas regiones ni siquiera se ha abordado el problema. El papa León XIV hereda una institución que, pese a los gestos públicos, no ha recuperado la confianza de buena parte de las víctimas ni de los fieles. Si Prevost no actúa con firmeza y de forma homogénea, ese descrédito seguirá lastrando su papado.

Y esa herida vuelve a abrirse nada más empezar su pontificado. La organización SNAP (Red de Sobrevivientes de Abuso por Sacerdotes) ha acusado al nuevo papa de encubrir casos de abusos sexuales cuando era obispo de Chiclayo, en Perú. El grupo asegura que Prevost, entonces provincial de los agustinos, permitió que un sacerdote acusado de abusos menores residiera hace 25 años en un convento de Chicago situado junto a una escuela católica. Ya como obispo, en 2022, recibió denuncias de tres víctimas que acudieron primero a la diócesis y luego a la justicia civil al no ver avances. 

SNAP asegura que el nuevo pontífice no abrió una investigación, envió al Vaticano poca información sobre el asunto y permitió que el sacerdote siguiera oficiando misa, incluso tras la denuncia, aportando fotografías como prueba. La organización le reclama  a León XIV que adopte medidas contundentes en los primeros 100 días de su pontificado, como la creación de una Comisión Global de la Verdad y una ley universal de tolerancia cero.

El pulso interno y la incógnita diplomática

En paralelo, el nuevo papa tendrá que caminar con pies de plomo en un campo de minas que es el seno de la propia institución. La apertura hacia el colectivo LGTBI, divorciados o las mujeres ha provocado tensiones profundas entre los sectores más progresistas, que reclaman una Iglesia más inclusiva y las facciones más conservadoras, quienes creen que estas concesiones son una amenaza para su doctrina. Francisco permitió, sin una reforma oficial del catecismo, el acceso a la comunión de los divorciados y a las bendiciones para parejas del mismo sexo, aunque dejó fuera cualquier revisión del celibato sacerdotal y tampoco permitió la ordenación de mujeres como diaconisas. Esos pasos generaron un terremoto interno que sigue activo. León XIV tendrá que decidir si los consolida, si da un paso más o si prefiere frenar cualquier avance, en un equilibrio que no admite errores.

El papel de la mujer en la Iglesia sigue siendo una asignatura pendiente. A día de hoy, ninguna mujer puede acceder al sacerdocio ni a los principales órganos de gobierno eclesial. Solo se ha avanzado de forma muy limitada en la presencia femenina en algunas oficinas vaticanas o como lectoras y acólitas en las ceremonias litúrgicas. Muchos colectivos católicos, incluso dentro del clero, reclaman una reforma real y visible que acabe con esta exclusión histórica. El nuevo pontífice no podrá esquivar este debate.

A todo eso se suma el frente político. El papa Francisco transformó el papado en una voz incómoda dentro del escenario internacional. Firmó un acuerdo histórico con China para el nombramiento de obispos (criticado por falta de transparencia), también tuvo choques diplomáticos con Israel por su postura frente a la guerra de Gaza; criticó con dureza las políticas migratorias de Europa y Estados Unidos y no dudó en enfrentarse directamente con Donald Trump, a quien acusó de falta de compasión por las deportaciones masivas. También elevó el discurso sobre la emergencia climática a rango de prioridad moral. Ahora, con un papa estadounidense, se abre un interrogante sobre el rumbo que tomará la diplomacia vaticana: si optará por la continuidad o si rebajará el tono.

Algunos indicios permiten pensar que no habrá marcha atrás. Antes de convertirse en pontífice, Robert Prevost ya había hecho públicas en su cuenta de X (antes Twitter) sus críticas a las políticas migratorias y ambientales del presidente Donald Trump. También compartió textos que contradecían a su actual vicepresidente, JD Vance, por plantear que los cristianos debían jerarquizar el amor hacia sus compatriotas por encima del que sienten por los inmigrantes. De hecho, en su última publicación antes de la convocatoria del cónclave del que ha salido papa, Prevost retuiteó un artículo en el que se denunciaba el acuerdo entre Trump y Bukele para la deportación de migrantes ilegales a prisiones de alta seguridad en El Salvador.

En esa misma cuenta, activa desde 2011, se observa un perfil que es poco dado a escribir de forma directa, pero sí que comparte reflexiones (en inglés y español) sobre el cambio climático, la exclusión social, el racismo, los refugiados y la violencia policial. También deja clara su oposición respecto al aborto y la eutanasia, y su proximidad con las causas sociales promovidas por la Iglesia en América Latina. En plena revuelta tras el asesinato de George Floyd, escribió: "Necesitamos escuchar más a los líderes de la Iglesia para rechazar el racismo y buscar justicia".

León XIV ha heredado de Francisco la defensa de los pobres y de los migrantes, pero aterriza en una coyuntura mucho más polarizada. De momento, los retuits hablan por él. Ahora le toca decidir si mantiene esa línea desde la silla de Pedro.