Toni, trabaja de Papá Noel de alquiler: "Me recibieron en camisón picardías y con una botella de vino en la mano"
“Hace falta rapidez mental, puntualidad, humor y carisma”

Durante más de veinte años, Toni trabajó como editor de fotografía en una revista especializada en automoción. Su trayectoria parecía sólida hasta que un día recibió una frase que lo cambió todo: “Puedes irte a casa”. Sin previo aviso, perdió su principal fuente de ingresos y, como profesional freelance, acabó dependiendo de ayudas sociales. Fue un golpe duro, casi paralizante. Lo que no imaginaba entonces es que aquel despido acabaría llevándolo a una de las profesiones más inesperadas. Así lo relata el medio alemán Stern en un retrato personal convertido hoy en una historia de reinvención navideña.
El punto de inflexión llegó gracias a un amigo cercano, que le lanzó una idea que sonó a ocurrencia navideña más que a plan laboral: convertirse en Papá Noel profesional. Toni pensó que era una broma. Sin embargo, su carácter curioso y su predisposición a probar cosas nuevas le empujaron a intentarlo. Lo que comenzó como una salida temporal terminó convirtiéndose en su nueva carrera.
El arranque fue sorprendentemente rápido. Una llamada a una agencia de eventos de Hamburgo bastó para conseguir su primer encargo, en una tienda de bricolaje. La respuesta del público fue tan positiva que, desde entonces, lleva quince años trabajando como Papá Noel, hasta convertirse en uno de los más solicitados de la ciudad. Para Toni, el éxito no depende solo del traje: “Hace falta rapidez mental, puntualidad, humor y carisma”, resume.
Sus funciones van mucho más allá de repartir regalos. Actúa en eventos de empresa, celebraciones familiares y escribe rimas personalizadas. En el entorno corporativo, los textos se revisan previamente para evitar incomodidades. En uno de esos actos, dedicó unos versos a una empleada conocida por conducir un Porsche descapotable: “Hola Andrea, Papá Noel necesita más caballos para su trineo. ¿Por qué no me das la llave de tu Porsche?”. Las risas, recuerda, fueron inmediatas.
En las visitas familiares, la preparación es aún más delicada. Toni pide a los padres información breve sobre los niños, siempre en puntos clave. “Papá Noel nunca habla mal de un niño”, insiste. Evita textos largos porque el contacto visual es fundamental para conectar con los más pequeños y generar una conversación natural.
La profesión también tiene un lado menos idílico. La logística en Nochebuena es extrema, con desplazamientos continuos por Hamburgo desde primera hora hasta la noche. Ha tenido clientes difíciles y situaciones incómodas. Una de las más surrealistas ocurrió en casa de una figura conocida de la televisión: “Me recibieron en negligé y con una botella de vino”, recuerda Toni. La actuación frente a los niños fue normal, pero la escena previa lo dejó desconcertado.
A pesar de todo, no se arrepiente. Hoy asegura que aquel despido inesperado le enseñó que incluso las caídas más bruscas pueden abrir caminos insospechados. Durante la Navidad, dice entre risas, se siente “como una estrella de rock entre los Papá Noel”. Y, más allá del sueldo, valora algo que no tenía antes: la certeza de estar llevando alegría real a hogares que nunca pensó visitar.
