La muerte en directo de un streamer francés: violencia y humillaciones en la multimillonaria plataforma Kick
Raphaël Graven falleció en plena retransmisión después de meses siendo víctima de abusos por parte de otros streamers, lo que ha destapado de nuevo la permisibilidad de contenidos abusivos en la plataforma que compite con Twitch.
"¡Arrête! ¡arrête!" (¡Parad! ¡Parad!) Es la palabra que más veces repite un angustiado Raphaël Graven mientras Owen Cenazandotti y Safine Hamadi le humillan, golpean y, en definitiva, machacan ante el aplauso y el cachondeo de miles de personas que siguen las torturas en directo desde sus móviles. Los tres son streamers y emiten casi a diario en la plataforma Kick. Se les conoce por sus alias. Graven es Jean Pormanove, JP; Cenazandotti, Naruto; y Hamadi, Safine. Pero Graven, en realidad, ya no es. Era. Pormanove, exsoldado francés de 46 años, murió el lunes durante una retransmisión en directo y después de doce días seguidos siendo víctima de las vejaciones de los otros dos, entre otros. Fue la conclusión a un macabro espectáculo que durante meses se basó en la violencia extrema y en el regocijo de sus autores y seguidores. ¿Pero cómo es posible que todo esto persistiera durante tanto tiempo sin que nadie hiciera nada? ¿Dónde estaba Kick? ¿Y las autoridades de Francia?
En diciembre de 2024, el medio de investigación francés Mediapart expuso el comportamiento de estos influencers o creadores de contenido. A raíz de su artículo, la Fiscalía de Niza, en Francia, abrió una investigación. Cenazandotti y Hamadi estuvieron el pasado mes de enero bajo custodia policial, pero enseguida quedaron en libertad para seguir emitiendo sus constantes vejaciones a Graven. Ahora, la misma Fiscalía investiga su muerte. "La muere de Jean Pormanove y la violencia que sufrió son un horror absoluto. Envío mis más sinceras condolencias a su familia y seres queridos. Jean Pormanove fue humillado y maltratado durante meses en la plataforma Kick", declaró estos días Clara Chappaz, la ministra francesa de Asuntos Digitales. Ante la Policía, y también en directo bajo las coacciones de Cenazandotti, Graven asumió toda responsabilidad en lo que pasaba, pero, como se preguntan en Le Monde, "¿estaba el exsoldado en posición de consentir libremente la violencia de la que supuestamente era víctima voluntaria? ¿Tenía siquiera los medios psicológicos o físicos para resistir?"
Muchos de los seguidores de Naruto y Safine consideran que estos "salvaron" a Graven, que se unió a ellos en 2023 después de algunos años en los que emitía en directo partidas en Fortnite, GTA o FIFA. "En aquel momento, JP estaba arruinado. Naruto se apiadó de él y lo acogió. Le abrió una cuenta bancaria, le dio un apartamento y lo puso en una situación muy estable", dijo un seguidor de los streamers a Le Figaro. Esa acogida, muy lucrativa para Cenazandotti y su grupo, consistía en sorprender a Graven con estrangulamientos, golpes, insultos e intimidaciones constantes. En una ocasión, Cenazandotti recordó a Graven que, sin ellos, retornaría a una vida solitaria en la que nunca tendría amigos, pareja o hijos. Ni siquiera un salario. En ocasiones, Cenazandotti amarraba a Graven con una cadena atada a la cadera. Pese a resistir, Pormanove expresó su deseo de abandonar muchas veces. Durante el maratón en directo que terminó con su muerte amenazó varias veces con llamar a la Policía, algo a lo que sus 'compañeros' contestaban con burlas y más risas.
Todo esto sucedió con el visto bueno de Kick, donde emitían. Aunque ahora la plataforma de streaming haya baneado a Cenazandotti y sus amigos y asegure estar "evaluando con urgencia las circunstancias y colaborando con las partes interesadas para investigar la situación", lo cierto es que eran muy conscientes de lo que sucedía. De hecho, en X compartían con asiduidad muchos clips de las humillaciones a Graven desde su cuenta en Francia, como ha recopilado una usuaria de la red social. Pero ya no es que Kick lo supiera o no, es que han basado parte de su batalla con la famosa Twitch en este tipo de contenidos. En Kick siempre han dado cobijo a aquellos streamers a los que Twitch baneaba al tener una moderación menos laxa. Para el youtuber estadounidense j aubrey, Kick es "un refugio seguro para los degenerados".
Kick es la plataforma de los multimillonarios australianos Ed Craven y Bijan Tehrani, cofundadores también del casino online Stake. Crearon el espacio de streaming en parte para que sus creadores pudieran hacer contenido de juegos y apuestas, algo que no está permitido en otras plataformas, como Twitch. Además de unas normas de moderación muy suaves con relación a contenidos abusivos o violentos, apareció además como una alternativa muy jugosa para los streamers, a quienes ofrece el 95% de los ingresos generados por las suscripciones frente al 50% que da Twitch.
Desde su creación, Kick ha sufrido varias acusaciones por el contenido que consienten en su plataforma. Adin Ross, uno de sus más famosos creadores, llegó a Kick después de haber sido baneado en Twitch en varias ocasiones, ya fuera por comentarios homófobos o por emitir contenidos de odio. Ross, quien llegó a entrevistar a Donald Trump, es cercano al ídolo de la manosfera Andrew Tate, a quien se investiga por trata de personas en Rumanía. En otra ocasión, Ross pidió a un hombre que condujera su coche hasta el mar a cambio de dinero. Antes le solicitó que dejara claro que él no sería el "responsable". Otro día, el streamer emitió contenido pornográfico. Adin Ross, por cierto, ha anunciado que costeará el funeral de Graven.
España tampoco se libra de los contenidos abusivos en Kick. El caso más sonado es el de Simón Pérez, quien se hizo famoso hace unos años por aquel vídeo de las hipotecas a tipo fijo. Desde hace tiempo, Pérez retransmite en directo una vida en decadencia, que costea con las donaciones de sus seguidores a cambio de humillarse. Este miércoles, durante una retransmisión en directo en Kick, un usuario le preguntaba "cuánto" para que se tomase "un tripi", a lo que Pérez contestó: "No sé, ¿500 euros?" Entonces, el mismo usuario se dirigió al resto de espectadores: "Va peña, fondo tripi". Poco después, Simón comenzó a jugar en un casino online. Eran las 12.00 horas. Hace tiempo, un Pérez que acostumbraba a salir drogado en sus directos, detalló qué solía hacer cuando recibía el pago de Kick: "Veo que he cobrado y empiezo a pillar coca, ¿vale? Y voy pillando coca hasta que Silvia se levanta. Depende a qué hora se levante, pues a lo mejor me he gastado cien euros o a lo mejor me he gastado trescientos, o a lo mejor me lo he fundido todo lo de Kick". En otro directo se le vio al borde del delirio, y todo accesible para cualquier persona, incluidas menores de edad.
Una violencia que "no para de crecer"
La gran paradoja, sin embargo, es que si estos contenidos funcionan en Kick es porque tienen público. Miles de personas seguían a diario el contenido que generaba Graven. ¿Por qué? ¿Cómo es posible que tanta gente pueda sentir curiosidad, disfrutar y solicitar humillaciones cada vez más violentas? Antoni Gutiérrez-Rubí, consultor en comunicación y reciente autor de 'Polarización, soledad y algoritmos' (Siglo XXI Editores), considera que han de tenerse en cuenta cuatro elementos: "Primero, la 'pantallización' de la sociedad, la centralidad que las pantallas tiene en nuestras vidas. Luego, la importancia creciente del directo non-stop, el directo 24 horas, ya sea con una cámara lenta en un río remoto hasta esto [lo que pasó con Graven]. En tercer lugar está el anonimato, que permite trasgredir líneas rojas que en una sociedad monitorizada no podrías permitirte. Y, por último, el voyerismo, que es algo más que el anonimato, el disfrute con el placer de otros, incluso sádico o masoquista. Lo voyeur es parte de la cultura contemporánea". En el caso concreto de lo sucedido con Graven, a estos cuatro elementos se les suma el "culto a la humillación" y el fenómeno de los "retos". "Hay una especie de violencia, que es sádica y humillante, que no para de crecer en nuestra sociedad, ya sea a través del porno extremo o con un sadismo violento que puede terminar con la eliminación física", explica Gutiérrez-Rubí. Respecto a los retos, el consultor menciona también la búsqueda del límite, "cuánto y cómo puede aguantar el cuerpo en una situación extrema".
Pero si hay algo que explica el consumo de estos contenidos es, para el consultor, "la relativización moral". "La consideración de lo que está bien y/o está mal está en permanente movimiento, permeabilidad... O disolución. Vivimos en una época de relativismo moral que hace que este tipo de situaciones existan y tengan no solo consumo sino también monetización", apunta Gutiérrez-Rubí. Cenazandotti y compañía habían ganado más de 30.000 euros en el momento en el que descubrieron que Graven no se movía. "Las sociedades relativizan cada vez más las conductas morales, y cuando no nos conmueve, no nos alarma o no nos escandaliza la humillación o la violencia cotidiana, se van corriendo las líneas de la brutalidad. Cuando no te conmueve la pequeña brutalidad acabas aceptando la gran brutalidad. Es un tema de dosis. Si no educamos en valores sobre estas pequeñas violencias, al final el espectáculo de la sangre se vuelve atractivo", reflexiona.
No obstante, y si bien la educación es esencial para lograr frenar una demanda de la que se benefician los multimillonarios dueños de plataformas como Kick, las autoridades también deben jugar su papel. "La realidad física y digital es la misma, y aunque haya delitos específicos, lo que es delito en la calle debería ser delito en la pantalla", resume Antonio Gutiérrez-Rubí.