Manda esta carta a 'El País' para denunciar los abusos de obispos ante su líder: lo que dice va a misa
"Imagino que más de uno se sorprenderá porque me dirija a un arzobispo con tanta familiaridad, pero...".

Demoledora misiva la que publica El País este jueves entre sus páginas. Se trata de una carta de una víctima de abusos sexuales en el seno de la Iglesia católica que ha querido -volver a- romper su silencio dirigiéndose a la máxima autoridad de los obispos en nuestro país, el presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), monseñor Luis Argüello. Paula Alonso-Pimentel ya había saltado a titulares en el pasado, concretamente, el 24 de marzo de 2024, cuando dejó la pancarta que sujetaba para conversar con el líder de la CEE, cargo al que había accedido ese mismo día.
Paula protestaba junto a otras víctimas de abusos por integrantes de la Iglesia. Ella también había sido objeto de abusos durante su etapa en un colegio de Valladolid, por parte de un marista. Pero es que Argüello y ella ya se conocían antes de ese acto de protesta ante los obispos. Se conocían desde hace década cuando él solo era un joven que se preparaba para convertirse en cura. Y aquello derivó en un encuentro en el que ella lloró y él tuvo una reacción que recogieron las cámaras, la de unos ojos vidriosos.
Tiempo más tarde, el titular es otro. El de que no ha habido cambios de calado en la postura de la Iglesia en este ámbito, tan doloroso para las víctimas que buscan una reparación y un gesto de cambio. Según la citada información, el presidente de la CEE no se reunió con Paula, pero es que sus afirmaciones sobre el caso del -apartado por El Vaticano- obispo Rafael Zornoza han supuesto una losa más. "Un obispo, al que pudiera habérsele acusado falsamente", dejó claro Argüello, quien en otras declaraciones ha dedicado más tiempo a la defensa de la presunción de inocencia que a la de las víctimas.
La carta: "Tuve el valor de preguntarte si te acordabas de mí..."
En esta carta abierta, Paula ya adelanta el tono del mensaje y la familiaridad que entronca con la anterior escena, en la primavera del pasado 2024. "Hola Luis: imagino que más de uno se sorprenderá porque me dirija a un arzobispo con tanta familiaridad, pero creo que, al acabar de leer la carta, entenderán mis razones", explica, recordando que "no sé cómo, el día que te eligieron presidente de la Conferencia Episcopal, tuve el valor de preguntarte si te acordabas de mí y si te podía escribir; me contestaste que también podíamos hablar".
Y explica que aunque hubo reuniones con víctimas, tiene muchas dudas de cuál sería el desenlace de una de ellas con Argüello. "A los pocos días convocasteis una reunión con las víctimas a la que no pude asistir, y desde entonces a menudo me planteo llamarte para reunirme contigo; pero cada paso que dais, cada declaración que hacéis respecto a las agresiones sexuales a menores en la Iglesia, me disuaden acerca de la utilidad que tendría dicha reunión", subraya Alonso-Pimentel.
A su juicio, cree que "esa reunión, de darse, seguramente sólo serviría para que nos hicieran la foto y me acariciaras de nuevo delante de las cámaras". Y también sostiene que si fuese a puerta cerrada, tampoco quedaría nada, porque su confianza está totalmente quebrada: "También podría exigir que fuera una reunión privada, que no trascendiera, pero no me queda confianza en ti ni en el conjunto de los obispos, que seguís poniendo en duda nuestras denuncias".
A mayores de la foto del propio encuentro del año pasado, Paula también adjunta una fotografía de su adolescencia en la que sale Argüello y se pregunta sobre la historia de cada uno de esos protagonistas: "A ti te faltaban dos años para la ordenación sacerdotal, organizabas este viaje, y apuntabas maneras de cura progre, luchador, con ganas de cambiar las cosas. Yo acababa de cumplir 18 años, era una adolescente muy infeliz que de niña creía que tenía poderes mágicos".
Pero también desvela cómo esos poderes mágicos no funcionaron siempre. "Yo fui a Salamanca a estudiar Bellas Artes decidida a dejar atrás a la niña tímida y asustadiza que apenas era capaz de hacer amistades. Me puse una máscara y, por un tiempo, fui la más inteligente, guapa, segura y artista. No solía pensar en las agresiones, las veía como algo de lo que avergonzarse que había quedado en el pasado, y confiaba en mis poderes mágicos para cambiar las cosas". ¿Qué ocurrió? "El espejismo no duró mucho, y en el tercer curso volví a Valladolid, abrumada por todas las vivencias de Salamanca y con un diagnóstico mental serio", desvela esta mujer.
Cuenta cómo aquella herida fue a más y le condicionó su vida: "He tenido parejas y me casé, pero las víctimas frecuentemente conectamos desde el trauma y nos sentimos atraídas por personas con problemas parecidos a los nuestros porque compartimos nuestro dolor. Ahora estoy divorciada y no pude tener hijos. Es muy improbable que algo prospere en una casa en ruinas. Porque eso eran mi psique y mi alma".
Y antes de sentenciar, le hace una pregunta directa a Argüello: "¿Renunciar a la justicia y la empatía hacia las victimas es el precio que has pagado para llegar tan alto?, ¿merece la pena?, ¿o es que no era más que una máscara, como la de mi agresor que pretendía ser mi amigo?". Todo para cerrar con una reflexión y consejo: "Ahora las víctimas necesitamos que deis un paso valiente, transparente y decidido. Porque solo si colaboráis proactivamente a hacer justicia y restituir nuestra dignidad, y sólo así, podréis empezar a restituir la vuestra, la de la iglesia".
