EE UU, quinto título mundial, a ocho puntos del récord
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EE UU, quinto título mundial, a ocho puntos del récord

La selección de Estados Unidos se ha proclamado campeón de la Copa del Mundo por quinta vez en su historia después de imponerse este domingo a Serbia (129-92) en la final celebrada en el Barclaycard Center de Madrid, una final sin historia en la que el equipo de Mike Kryzewski ha disuelto cualquier atisbo de duda sobre su dominio en el baloncesto internacional, donde se mantiene invicto desde hace ocho años.

Estados Unidos, que había arrollado a sus ocho rivales anteriores en la Copa del Mundo, tampoco mostró piedad con Serbia, que se despidió con una medalla de plata que le sabe a gloria. Con Kyrie Irving (26 puntos) y James Harden (23) como máximos anotadores, el campeón revalidó el cetro conquistado hace cuatro años en Turquía con su exuberancia física y la eficacia en el triple (15/30) como argumentos devastadores.

Exactamente cuatro minutos duró la final, lo que le costó a Estados Unidos despertar los músculos y acribillar a su rival desde el perímetro. Siempre al mando de Milos Teodosic, Serbia salió mucho más concentrada que su rival e incluso se permitió realizar tres mates casi consecutivos aprovechando la pasividad defensiva que encontraba cerca del aro.

El equipo balcánico se sentó en el trono durante la primera mitad del cuarto (7-15, min.4), pero apenas pudo saborear la sensación de mirar al resto del mundo por encima del hombro. Kryzewski no permitió que la afrenta se extendiera más tiempo y pidió un tiempo muerto para obligar a sus jugadores a desahuciar al intruso.

Irving, autor de 15 puntos en el primer cuarto, lideró la tormenta perfecta que desembocó en un parcial de 28-4 en apenas seis minutos. Había empezado el festival desde la línea de 6.75 metros, donde los norteamericanos no erraron hasta su séptimo intento. Las virguerías del base de Cleveland Cavaliers generaban exclamaciones de asombro entre el respetable, cada vez más resignado a contemplar una final sin competencia.

30 MINUTOS DE LA BASURA ENTRE GRITOS DE '¡ORENGA DIMISIÓN!'

La maquinaría de Estados Unidos funcionaba a velocidad de crucero: en el ecuador del segundo cuarto ya había alcanzado los 50 puntos y antes del descanso alcanzaba la treintena de ventaja (65-35, min.19), justo cuando volvían a arreciar los gritos de '¡Orenga dimisión!'. Planeaba la sombra de la decepción española y la afición se preguntaba si la final hubiera sido más igualada con los Gasol y compañía.

Una pregunta eterna porque el anfitrión llevaba cuatro días de vacaciones desde su eliminación ante Francia, un tropiezo que siempre marcará a la mejor generación del baloncesto español. Los estadounidenses parecían leer esas conjeturas y seguían arrollando, dejando claro que siguen siendo un rival que roza la invencibilidad pese a las ausencias de LeBron James, Kobe Bryany, Carmelo Anthony, Dwight Howard... Y un largo etcétera.

Así que la diferencia crecía sin remedio y la duda era saber si se podía llegar a los 46 puntos de diferencia, la mayor diferencia histórica en una final mundialista, conseguida precisamente por Estados Unidos ante Rusia veinte años atrás (137-91). El centenar de puntos llegaba antes de concluir el tercer cuarto con un 'alley-oop' completado por Anthony Davis (100-65, min.29).

Pese al tsunami, Serbia mantuvo la dignidad y siguió peleando liderada por Teodosic, Nemanja Bjelica o Miroslav Raduljica, mejores jugadores del equipo en esta Copa del Mundo que tuvieron su oportunidad de recibir un merecido homenaje, ya que Sasha Djordevic tuvo el detalle de ir retirándolos uno a uno. La victoria parcial en el último cuarto (25-24) quedó como premio de consolación.

Así que todos acabaron contentos en un cierre de competición sin emoción deportiva, pero marcado por pequeños detalles como la despedida de la afición española, que volvió a pedir la dimisión de Orenga y lanzó sus últimos gritos de '¡España, España!'. La pelota quedó hasta el próximo verano en el tejado de los internacionales españoles mientras, sobre el parqué, los estadounidenses se repartían a gloria entre abrazos.