Universitarios que sufrieron novatadas: "Mi vida era casi un campo de concentración"

Universitarios que sufrieron novatadas: "Mi vida era casi un campo de concentración"

Pablo Aragüés, zaragozano de 32 años, se ríe cuando se acuerda de su primer año de universidad. Pero la suya es una risa nerviosa, más propia de alguien a quien le duelen los recuerdos que de quien da marcha atrás con nostalgia.

"Mi vida era casi un campo de concentración", dispara a bocajarro cuando piensa en los dos meses que pasó en un colegio mayor de Madrid. Tenía 18 años, acababa de llegar a la capital con ganas de comerse el mundo y las novatadas estuvieron a punto de devorarle.

En esos 60 días que pasó antes de tener que mudarse a un piso, Pablo sufrió todo tipo de 'bromas' de los veteranos del colegio. Ahora, 15 años después, está reviviendo todo aquello para grabar una película "99% autobiográfica" titulada Novatos, que él mismo dirige y que se estrenará la próxima primavera.

Justo una semana antes de acabar el rodaje, el argumento de su película vuelve a estar de actualidad. Aprovechando que es época de novatadas, el Senado ha instado esta semana al Gobierno a prevenir este tipo de 'bromas' en el ámbito social y universitario a través de campañas de información y a proteger a las víctimas de estas conductas "vejatorias".

"Hace 15 años que tenía pensado contar mi historia, pero no tenía la perspectiva necesaria para saber cómo hacerlo", explica Aragüés en una conversación telefónica con El Huffington Post. Asegura que en Novatos se contarán "las cosas como son", de una manera "cruda y seria". "No es una comedia porque parece que las novatadas son bromas de fraternidad americanas y nosotros intentamos sacar a la luz que no son eso", subraya.

UN ARMARIO COMO BARRICADA

Sabe de lo que habla porque, durante 8 semanas "muy duras", sufrió constantemente novatadas. Dice que no tenía refugio. "Me tenían fichadas las horas a las que salía, a las que volvía y, aunque cerraba la puerta de mi habitación, la abrían con una llave maestra y tenía que poner el armario de barricada para que siete u ocho tíos no pudieran entrar. Otras veces volvía y me encontraba con que habían sacado las bisagras a la puerta", rememora.

Pablo cuenta que los veteranos le llegaron a golpear con un teléfono de cabina utilizando el cable como un látigo. "Nunca me pegaban como en una pelea, era más para putearme", matiza. Dice que tampoco le dejaban utilizar el ascensor, que irrumpían por la noche en su habitación para hacerle "repetir bobadas" y un largo etcétera.

"Te vas de casa siendo un crío y llamas la primera noche y dices: 'Mamá, me ha pasado esto'. Al principio se quedan de piedra. Tuve la suerte de que mis padres me apoyaron, porque a otros chavales no les creían o les decían que tenían que apechugar", recuerda.

Asegura que no le sirvió de nada denunciar la situación a los responsables de su colegio mayor porque hace 15 años les parecía "una tradición" y lo apoyaban. "Me decían que me aguantara. Ahora las cosas han cambiado", celebra.

NOVATADAS EN ENTORNOS "MENOS CONTROLADOS"

Ana García-Mina, vicerrectora de Servicios de la Comunidad Universitaria y de Estudiantes de la Universidad Pontificia de Comillas, también asegura que ahora la situación no es la misma y destaca que en la gran mayoría de los Colegios Mayores las novatadas son motivo de sanción o de expulsión. Pero subraya que eso no quiere decir que estas 'bromas' sean algo del pasado.

"Ahora se hacen en entornos públicos fuera de los colegios mayores y en los pisos de los ex-colegiales", explica. Por eso, asegura que se llevan a cabo en "entornos menos controlados" en los que se ingiere mucho alcohol, por lo que las novatadas no son de menor intensidad que antes: "Antes las había tremendas y ahora también".

García-Mina, que es coautora del estudio 'Novatadas. Comprender para actuar', insiste en que ninguna novatada es inofensiva y que sus consecuencias son impredecibles porque dependen de la historia y personalidad de quien las sufra. "Repercute en la imagen que tienen de sí mismos, en su valoración personal y en su manera de relacionarse con los demás".

UN PROBLEMA EDUCATIVO

Denuncia que quien vive estas experiencias suele presentar cuadros de ansiedad y puede experimentar dificultades para dormir y concentrarse, cefaleas, cansancio y problemas digestivos que suelen provocar un bajón en el rendimiento académico y vuelven al alumno más irritable, triste y huidizo.

Ante la situación, los Colegios Mayores han movido ficha y el año pasado la mayoría firmaron un manifiesto condenando las novatadas. Mª Ángeles Martín, directora del Colegio Mayor Roncalli, explica que los mecanismos para frenarlas (hacer firmar al nuevo alumno una carta donde se compromete a no hacer estas 'bromas' y la expulsión en caso de incumplimiento) ha provocado que las novatadas se erradiquen de los centros, pero admite que eliminarlas es muy complicado.

"Es un problema educativo que implica a padres, escuela, universidad y va muy asociado al abuso de alcohol y el fenómeno de botellón, por lo que también implica a los cuerpos nacionales de seguridad", subraya. El problema, dice, es que las novatadas las llevan a cabo muchas veces excolegiales en sus propios pisos porque "como han sido novatos se creen con el derecho de que tienen que novatear también".

"LAS NOVATADAS EXISTEN POR ALGO"

Pero las novatadas también tienen defensores que argumentan que son necesarias como mecanismo de sociabilización. "Existen por algo. Cuando llegas a un colegio mayor no conoces la ciudad ni a tus compañeros y son una ecuación perfecta: cojo a todos los novatos, los pongo a hablar con los veteranos y así se conocen en un contexto de fiesta y de broma", defiende Iago González, estudiante en último año de psicología y representante de alumnos de la Universidad de Santiago de Compostela.

González subraya, en cualquier caso, que "el problema" es que saber "dónde están los límites requiere de una cabeza que no todo el mundo tiene". "Igual hay que medir cuál es la dimensión pedagógica de las novatas. Si nos enseñan algo o valen para algo, reforcémoslas y llevémoslas para adelante", asegura.

Al contrario, explica, si las novatadas vulneran ese sentido de integración "y se convierten en una maquinaria de todo lo contario" se pueden convertir en "un problema muy grande".

"TOLERANCIA CERO"

Pero ese es un argumento peligroso en opinión de Loreto González-Dopeso, presidenta de la Asociación No más Novatadas, quien defiende una "tolerancia cero" en este tema. "¿Quién pone los límites? ¿Lo que es gracioso para ti es gracioso para otra persona? El problema es que aquí hay unas personas están manejando la voluntad de otras diciéndoles lo que tienen que hacer", explica.

En este sentido, alerta de que las nuevas tecnologías están ayudando a que los veteranos controlen y amenacen a los novatos. "Una persona me comentaba hace poco: 'Mi sobrina recibió el 10 de agosto un mensaje de que no podía volver a depilarse hasta que llegase al colegio mayor. ¿Esto es normal?".

Y, pese a todo, el número de denuncias por novatadas es prácticamente nulo porque, según explica González-Dopeso, para que la gente denuncie "hay que crear un ambiente social en el que esa denuncia tenga acogida". "Mientras no se cree y se siga pensando que son bromas o tradición, la gente va a pensar que no tiene nada que denunciar", concluye.

¿QUÉ LES HACEN?

La asociación No más novatadas recoge en su web ejemplos de novatadas que se realizan. Estos son algunos:

  • De rodillas, en un parque, generalmente dentro del campus universitario, les meten un embudo en la boca y les echan sangría o vodka a chorro hasta que caen mareados. La mayoría de las veces, hay que llevarlos a rastras a los Colegios.
  • Usan a los novatos de ceniceros en las habitaciones de los veteranos que fuman (tienen que estar de pie con la mano extendida para recoger la ceniza). En ocasiones, la ceniza se la echan en la boca.
  • Les hacen pasar la noche debajo de la cama de un veterano; a veces, con heridas o magulladuras a consecuencia de otras novatadas.
  • Beber vinagre, vino mezclado con posos de café y/o gel de baño.
  • Tragar cosas no comestibles (ej., monedas o tierra). Comer alpiste o comida para perros o gatos, en ocasiones a gatas y con un collar y correa para perros puestos.
  • 'La nevera', práctica muy extendida, consiste en que, una vez duchados en agua fría, tienen que pasar toda la noche, mojados, en una terraza o balcón del Colegio.
  • Tienen que lavarse los dientes con la escobilla del WC.
  • Les pintan un testículo de verde y otro de rojo y tienen que hacer de semáforo.

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