¿Importa tanto lo que han dicho los sondeos?

¿Importa tanto lo que han dicho los sondeos?

FERNANDO VILLAR/EFE

El Periódico de Andorraha publicado los últimos sondeos sobre las elecciones municipales en Cataluña. Se trata de sondeos cuya difusión está prohibida en España durante los cinco días anteriores al de la votación, como señala el punto 7 del artículo 69 de la Ley Orgánica del Régimen Electoral General. Un punto que presupone que los sondeos pueden influir en los electores y que esta influencia es nociva.

Aparquemos esta segunda presuposición, según la cuál un votante informado sobre las posibilidades de cada partido en los días anteriores a la emisión del voto, va a emitir un voto contaminado, o de menor calidad democrática. Concentrémonos en la primera presuposición. ¿Existe una influencia de los sondeos en el comportamiento electoral? ¿En qué sentido?

Los datos nos sugieren que un porcentaje amplio del electorado es conocedor de los resultados de encuestas. En 2011, en la última convocatoria de elecciones generales, el 65,7% de los encuestados por el CIS declaraba conocer los resultados de sondeos electorales, mientras en 2008 había sido el 61%. Para hacerse una idea de la relevancia de los sondeos como mecanismo de transmisión de información política durante el período electoral, conviene señalar que en 2011 solo un 46% de los españoles señalaba que había visto un espacio de propaganda electoral, y un 33% había visto un debate entre candidatos.

El conocimiento de los resultados de sondeos es algo menor en convocatorias de rango autonómico o europeo. En las pasadas elecciones europeas, el 42% de los encuestados tenía conocimiento de los resultados de sondeos electorales durante la campaña. Ese conocimiento era mucho mayor entre las personas con estudios superiores (59,2%) que entre las personas con estudios primarios (28,2%) o sin estudios (21,7%). También era algo mayor en las personas más ideologizadas, sobretodo de izquierdas.

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Existe, por tanto, una proporción nada despreciable de votantes expuestos a un estimulo que podría potencialmente condicionar su voto. Pero, ¿lo hace? ¿en qué dirección? Diversos trabajos académicos han intentado dar respuesta a estas preguntas en diferentes países. Los resultados de estas investigaciones acreditan la existencia de este efecto, aunque no se ha desentrañado la magnitud y la naturaleza de los mecanismos que lo producen.

Por un lado, el conocimiento de encuestas puede incitar el voto estratégico. El voto estratégico se produce cuando los votantes cambian su comportamiento electoral, descartando su opción preferida en beneficio de otro partido que tiene mayor probabilidad de ganar o cosechar un buen resultado. Los sondeos pueden influir sobre las consideraciones estratégicas de los votantes, incrementando la probabilidad de voto hacia un partido con posibilidades y restando capacidad de arrastre a un partido cuyas posibilidades de gobernar u obtener representación son escasas.

Una segunda posibilidad es que los sondeos influyan sobre las evaluaciones que se realizan de los partidos. La literatura suele considerar que los votantes tienden a evaluar más positivamente las opciones que se perciben como mayoritarias (efecto bandwagon), y más negativamente las que se perciben como minoritarias, aunque también se ha contemplado la posibilidad (mucho menos avalada por la investigación existente) de que algunos votantes puedan decantarse por opciones que las encuestas dan como perdedores (efecto underdog).

¿Influirán los sondeos que se han realizado en España estas semanas en el resultado electoral? Probablemente, aunque no sabemos la magnitud de esa influencia. En las elecciones europeas de mayo de 2014, un 2,1% de los ciudadanos que finalmente votaron afirmó que el conocimiento de los sondeos influyó mucho en su voto, y un 6,9% dijo que bastante. Es decir, que cerca de uno de cada diez votantes se estaría apoyando explícitamente en las encuestas para tomar su decisión, lo que no quita que además exista una influencia que opere de modo más sibilino, contaminando las evaluaciones que los ciudadanos realizan de los partidos y decantándolos de manera menos consciente a favor del carro ganador en los sondeos.

El hecho de que la indecisión esté más extendida que nunca en las elecciones del 24-M invita a pensar que las consideraciones estratégicas de votantes no decantados claramente hacia ninguna opción electoral desempeñarán un papel notable. Pero es difícil dirimir en qué dirección. En este sentido, existe un factor específico que introduce una considerable indeterminación en estas elecciones: la dispersión de las estimaciones que han realizado las empresas demoscópicas, en buena medida como resultado de la célebre cocina. Esto es muy evidente en la contienda de Barcelona.

Si tenemos en cuenta las diez encuestas publicadas o filtradas en el mes anterior a las elecciones, observamos que hay una oscilación total de 25 regidores. Las estimaciones son especialmente heterogéneas para una fuerza nueva como Barcelona en Comú, a la que se le supone un margen en la atribución de regidores entre siete y doce. Pero la incertidumbre no es sólo patrimonio de los nuevos. A CiU se le ha estimado una representación futura en el consistorio de entre ocho y doce concejales, mientras que al PSC se le han atribuido un mínimo de tres y un máximo de siete.

Los efectos de la cocina son evidentes en casos en los que las encuestas se han realizado en días muy próximos. Es el caso de las de El País y El Mundo, realizadas entre el 8 y el 13 de mayo la primera, y entre el 8 y el 11 la segunda. Entre una y otra hay diferencias muy significativas en la estimación del voto. Según El Mundo, Barcelona en Comú obtendría el 20,6% del voto, mientras que para El País llegaría al 27%, y lo mismo ocurre con las CUP (de 5,1 a 8,3%), mientras que el contrario les pasaría a PSC y PP (con cinco puntos de diferencia entre ambos sondeos para los dos partidos, en este caso con estimación más favorable según El Mundo).

Estimación de voto. Encuestas publicada por El Mundo (16/5) y El País (17/5)

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Podría ser que las diferencias en las estimaciones fueran resultado de diferentes intenciones de voto, que tendrían su origen en diferencias en el muestreo, pero la comparación de la encuesta de El País con la publicada por El Periódico pone el foco del problema directamente en la cocina.

Los datos de ambos sondeos (realizados por Metroscopia y Gesop, respectivamente) muestran un gran parecido en las intenciones directas de voto. En el sondeo de El Periódico se percibe una mayor presencia de voto a las formaciones nacionalistas que en El País (+4,5% para CiU y +2,8% para ERC), pero el resto está dentro del margen de error. Ahora bien, las similitudes en la intención directa se vuelven diferencias cuando entra en función la cocina. Así, a pesar de las diferencias en intención, ambos sondeos otorgan a CiU una estimación muy similar (22,6% y 22%), mientras que difieren sobre el resultado final de Barcelona en Comú, PSC y PP. A la candidatura que lidera Ada Colau Metroscopia le supone un resultado ocho puntos por encima que Gesop, mientras que PSC y PP obtienen una mayor estimación (+6,4% y +7,4%, respectivamente).

El caso de Barcelona en Comú y el PSC son aún más sorprendentes, ya que los primeros parten de una mejor intención directa en el sondeo de El Periódico, mientras que lo contrario pasa con los segundos.

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El secreto está en los indecisos y en la atribución que se hace de estos entre las diferentes candidaturas, o más precisamente en las diferentes atribuciones. Y es que la irrupción de nuevas fuerzas políticas, y la enorme volatilidad que esta ha generado, ha hecho saltar por los aires los mecanismos que las empresas demoscópicas habían venido utilizando a lo largo de los años de estabilidad electoral.

A diferencia de otras contiendas (como sucedió en las autonómicas andaluzas), los resultados de los sondeos muchas veces no emiten un mensaje nítido, que los votantes puedan interpretar inequívocamente en sus posibles consideraciones estratégicas. Eso no significa que las encuestas no vayan a ser tenidas en cuenta. Por mucha que sea la inconsistencia de sus pronósticos, los sondeos se han convertido en un ingrediente esencial de cualquier contienda electoral.

Pau Mari-Klose es sociólogo y Oriol Bartomeus es politólogo. Ambos son analistas de Agenda Pública.

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