Paula, española que triunfa con sus tuktuk de lujo en Tailandia: "Me di cuenta de que hacían falta estas experiencias"
El modelo de alta gama es completamente eléctrico y ha sido diseñado para ofrecer una experiencia sofisticada sin perder la esencia del tuk-tuk tradicional.
Bangkok siempre ha sido sinónimo de contrastes, pero desde hace unas semanas uno de los más llamativos circula literalmente sobre tres ruedas. El icónico tuk-tuk, símbolo del transporte popular tailandés, ha dado un giro inesperado hacia el lujo gracias a una iniciativa impulsada por una empresaria española. El proyecto, que combina diseño, sostenibilidad y turismo de alto nivel, ha llamado la atención de medios como ElDebate, que recoge el caso como ejemplo de reinvención empresarial en el sector turístico.
La idea parte de Paula Ros, nacida en Burriana (Castellón) en 1982 y residente en Tailandia desde hace años. Según explicó a la agencia EFE, el germen del proyecto surgió de una carencia evidente en la oferta local: “Me di cuenta de que hacían falta experiencias de lujo (en la capital tailandesa) y un día, en casa, pensé: ‘¿Por qué no hago un tuk-tuk de lujo?’ Y me puse a hacer bocetos”. De esa reflexión nació Tuk Me, una empresa que acaba de lanzar una versión ‘premium’ del popular vehículo urbano.
El modelo de alta gama es completamente eléctrico y ha sido diseñado para ofrecer una experiencia sofisticada sin perder la esencia del tuk-tuk tradicional. La cubierta, inspirada en la rafia, fue creada por un escaparatista vinculado a la firma Hermès, mientras que el interior apuesta por tonos neutros, cortinas elegantes y una tapicería cuidada, muy alejada de los colores estridentes habituales en estos triciclos motorizados.
Aunque Tuk Me empezó a operar hace apenas cinco meses con un modelo más convencional, desde hace unos meses ha incorporado este formato de lujo. Los recorridos, de unas tres horas y media, están pensados tanto para turistas como para residentes con alto poder adquisitivo que desean descubrir una Bangkok menos evidente. La propuesta busca mostrar “las dos caras” de la ciudad, con paradas en barrios históricos poco transitados, restaurantes con estrella Michelin y bares de cócteles de estilo speakeasy.
Los clientes suelen ser recogidos en hoteles de cinco estrellas como el Shangri-La, el Hyatt o el W, y el vehículo es conducido por chóferes locales, como Ton, uno de los primeros en sumarse al proyecto. Según Ros, el servicio ha despertado interés entre viajeros de perfiles muy diversos, desde europeos hasta clientes procedentes de Oriente Medio.
El contexto no es casual. Tailandia intenta recuperar el pulso turístico tras el desplome provocado por la pandemia. De casi 40 millones de visitantes en 2019 se pasó a apenas 420.000 en 2021. Ahora, el objetivo oficial es alcanzar los niveles previos a la COVID en 2025, apostando por un turismo de mayor gasto. El Gobierno tailandés aspira a generar hasta 3,4 billones de bat (unos 89.860 millones de euros) en ingresos turísticos.
Frente a los trayectos tradicionales en tuk-tuk, que rara vez superan los 250 bat (unos 6 euros), la experiencia de Tuk Me se sitúa entre los 3.700 y 4.600 bat por persona (entre 97 y 121 euros). Un precio elevado, pero alineado con una tendencia clara: reinventar símbolos populares para adaptarlos a nuevas demandas, combinando exclusividad, sostenibilidad y autenticidad.