Aprobar la eutanasia no incentiva la eutanasia: los países que ya han legislado lo constatan

Aprobar la eutanasia no incentiva la eutanasia: los países que ya han legislado lo constatan

Los muertos por esta vía rondan el 2% del total, suelen ser enfermos de cáncer avanzado o enfermedades degenerativas y mayores de 80 años.

end of life and palliative caresittithat tangwitthayaphum via Getty Images

“La eutanasia es una posibilidad, no una obligación”. La sentencia de Jacob Kohnstamm, presidente de la Comisión Regional de Revisión de la Eutanasia de Países Bajos, lo resume todo: que estén tranquilos aquellos que se tiran de los pelos vaticinando que los españoles vamos a hacer cola para pedir una inyección que acabe con nuestra vida, porque lo que demuestran las cifras de los países donde la muerte digna ya es legal es que no es así.

La eutanasia es un derecho y como tal se ejerce, no es un capricho. O en palabras de la Asociación Derecho a Morir Dignamente (ADM), “nadie pide morir por un dolor tratable, sino cuando considera que ya no quiere la vida que tiene, ni la que le espera”. Así de sencillo.

Los neerlandeses, los belgas, los luxemburgueses, los colombianos y los canadienses que se benefician ya de las leyes de sus respectivos países dan fe de ello. Las estadísticas confirman que las muertes por eutanasia y suicidio asistido rondan el 2% del total en estas naciones (un 4%, excepcional, en Países Bajos), se aplican a personas de avanzada edad (de 80 años en adelante en más del 80% de los casos), con patologías muy graves (cáncer y enfermedades degenerativas como la ELA o el párkinson, sumadas, superan el 90% del total) y repartidos prácticamente por igual entre hombres y mujeres.

Ningún sistema de salud da el permiso sólo con pedirlo: se rechazan entre el 20 y el 65% de las peticiones (el primer dato es de Canadá y el segundo, de Colombia). Lo dicen los datos oficiales de los Ministerios de Salud de estos cinco países, consultados por El HuffPost.

En Países Bajos, el pionero, la ley lleva en vigor desde 2002. Sus datos son los más altos del mundo, porque en realidad ya se venía practicando la eutanasia y el suicidio asistido sin marco legal, desde 1993. Había más conocimiento y predisposición, más convencimiento del derecho. Ha evolucionado desde lo 1.882 casos del primer año de la norma a los 6.092 del pasado 2019, según datos oficiales. La población del país es de 17,28 millones de habitantes.

La cifra, pues, se ha reducido en los dos últimos años, rompiendo una tendencia al alza de una década. Las razones que da el propio Ejecutivo son claras: hay un mayor envejecimiento de la población local, ha mejorado mucho la comunicación entre los médicos y los pacientes y abunda la información sobre la norma, sobre las opciones que cada cual tiene, desde los cuidados paliativos a la eutanasia o el suicidio asistido.

En Bélgica, cuya ley se aprobó meses después de la de su vecino neerlandés, el primer año completo de aplicación de a ley (2003) se contabilizaron 259 casos, mientras que en 2018 -último año oficial con estadísticas completas- se llegó a los 2.357, lo que supone un 2,1% del total de muertes nacionales, sobre un total de 11,46 millones de belgas. Es el país donde más personas con cáncer piden ejercer este derecho, un 89% de los solicitantes.

En Luxemburgo (614.000 habitantes), la ley se aprobó en 2009 y en ese año se contabilizó un caso. Desde entonces, se ha tenido noticia de una docena de muertes por eutanasia, en 11 años. Se reparten al 60-40% los casos de cáncer y de enfermedades degenerativas.

En Canadá, el estado con legislación más reciente, aplicada desde 2016, rondan el 2% las muertes por eutanasia aplicada, con un incremento importante de un año a otro. Se dieron de los 3.000 casos largos en el primer año y medio de aplicación se pasó a los 4.467 de 2018 y a los 5.631 del pasado 2019 (un 26% más en el último año). La población total del país es de 37,59 millones de ciudadanos. Dos tercios de estas personas eran enfermas de cáncer. Es “residual” el dato de personas menores de 65 años que solicita este derecho y en el 20% de los casos la petición no se concede. Según el análisis de la ADM, hablamos de un derecho “muy reciente” que debe aún “asentarse”.

En el caso de Colombia, uno de los países más avanzados en derechos sociales en toda América Latina, no existe una ley de eutanasia como tal que ampare a los enfermos, pero sí una serie de sentencias de la Corte Constitucional que la hacen legal. Los datos del Ministerio de Salud y Protección Social sostienen que se dieron cuatro casos en 2015, siete en 2016, 16 en 2017, 23 en 2018 y 35 en 2019.

¿Avalancha, pues? No hay noticia de ella en el mundo. ¿Regodeo en la muerte? Tampoco. No va a morir más gente, pero los que lo tengan que hacer lo harán con más libertad y más dignidad. Fin de la polémica.

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Soy redactora centrada en Global y trato de contar el mundo de forma didáctica y crítica, con especial atención a los conflictos armados y las violaciones de derechos humanos.

 

Sobre qué temas escribo

Mi labor es diversa, como diverso es el planeta, así que salto de Oriente Medio a Estados Unidos, pero siempre con el mismo interés: tratar de entender quién y cómo manda en el siglo XXI y cómo afectan sus decisiones a la ciudadanía. Nunca hemos tenido tantos recursos, nunca hemos tenido tanto conocimiento, pero no llegan ni las reformas ni la convivencia prometidas. Las injusticias siempre hay que denunciarlas y para eso le damos a la tecla.

 

También tengo un especial empeño en la actualidad europea, que es la que nos condiciona el día a día, y trato de acercar sus novedades desde Bruselas. En esta ciudad y en este momento, la defensa es otra de las materias que más me ocupan y preocupan.

 

Mi trayectoria

Nací en Albacete en 1980 pero mis raíces son sevillanas. Estudié Periodismo en la Universidad de Sevilla, donde también me hice especialista en Comunicación Institucional y Defensa. Trabajé nueve años en El Correo de Andalucía escribiendo de política regional y salté al gabinete de la Secretaría de Estado de Defensa, en Madrid. En 2010 me marché como freelance (autónoma) a Jerusalén, donde fui corresponsal durante cinco años, trabajando para medios como la Cadena SER, El País o Canal Sur TV.

 

En 2015 me incorporé al Huff, pasando por las secciones de Fin de Semana y Hard News, siempre centrada en la información internacional, pero con brochazos de memoria histórica o crisis climática. El motor siempre es el mismo y lo resumió Martha Gellhorn, maestra de corresponsales: "Tiro piedras sobre un estanque. No sé qué efecto producen, pero al menos yo tiro piedras". Es lo que nos queda cuando nuestras armas son el ordenador y las palabras: contarlo. 

 

Sí, soy un poco intensa con el oficio periodístico y me preocupan sus condiciones, por eso he formado parte durante unos años de la junta directiva de la ONG Reporteros Sin Fronteras (RSF) España. Como también adoro la fotografía, escribí  'El viaje andaluz de Robert Capa'. Tuve el honor de recibir el XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla por mi trabajo en Israel y Palestina y una mención especial en los Andalucía de Periodismo de la Junta de Andalucía (2007). He sido jurado del IV Premio Internacional de Periodismo ‘Manuel Chaves Nogales’.

 

 


 

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