Pablo Casado: culpable sin crimen

Pablo Casado: culpable sin crimen

"Si algo ha quedado inhabilitado, ha sido el comité de ética y cualquier investigación interna".

Pablo CasadoJavier Lizón / EFE

La obra de teatro La avería o El incidente, según la edición y el traductor, del escritor suizo Frederic Dürrematt trata de un culpable sin crimen y de un jurado inclemente que no es tal jurado, porque está formado por juristas jubilados fuera del servicio activo y sin poder efectivo. Una reflexión sobre el papel de la justicia en una sociedad esencialmente injusta.

En El incidente, el abogado defensor le pide al viajante, al que se le ha averiado el automóvil y que por pura distracción acepta el juego de asumir el papel de inculpado, que a priori se declare culpable de algo, ya que si no lo hace, el jurado seguramente lo declarará culpable de casi todo y en el proceso lo destrozará.

“Es arriesgado, por decirlo de una manera suave, aspirar a la inocencia ante nuestro tribunal. Hay que hacer todo lo contrario. Lo más inteligente es autoinculparse enseguida de un delito”,

Porque la culpabilidad en las obras de Dürrenmatt, incluso sin crimen, se hace poco menos que inevitable por el mero hecho de formar parte de un sistema económico, social y político en el que para progresar o simplemente para mantenerse a flote son habituales, sino imprescindibles, las triquiñuelas, las infidelidades, las faltas de ética, las irregularidades e incluso la comisión de algún tipo de delito.

Algo así podría aplicarse a lo ocurrido con el derrocamiento de Pablo Casado como presidente del PP, porque alguien que ha dicho tanto y de un calibre tan grueso en el Parlamento, y que ha hecho y dejado de hacer tantas cosas, como cualquier otro político, algo tiene que reprocharse y por tanto de algo tiene que ser culpable obligadamente. No es necesario que exista ningún crimen, ni por tanto juicio ni sentencia.

  Junta Directiva NacionalEuropa Press News via Getty Images

No ha existido crimen en el caso de la corrupción denunciada de la que los propios denunciantes se han retractado, aunque se haya abierto investigación por parte de la Fiscalía Anticorrupción, ni tampoco en el caso del espionaje que se ha visto frustrado antes de empezar.

Tampoco ha habido juicio, ni siquiera en el interior del partido, porque si algo ha quedado inhabilitado, ha sido el comité de ética y cualquier investigación interna que pueda poner en duda la honorabilidad de los dirigentes y de los cargos públicos, dejando en papel mojado uno de los pocos gestos del anterior Congreso del PP, a falta de la eternamente anunciada y convenientemente aplazada catarsis frente a la corrupción.

A pesar de todo, Casado se ha presentado ante los suyos de la Junta Directiva Nacional, después de su edulcorado epitafio en el Congreso de los diputados, en primer término para declarar su inocencia, diciendo “he podido hacer algo mal pero no he hecho nada malo”.

Ignorando con ello que la mera participación en la lucha política y, sobre todo, el hecho de perder su pulso con Ayuso es el símbolo de su fracaso en la apuesta y por tanto de su culpabilidad. Como también lo son la culminación de una estrategia errática, tan pronto radical como moderada, el fiasco del enredo de la reforma laboral y la misma frustración de expectativas de las recientes elecciones en Castilla y León, asuntos que han ido minando su autoridad.

En su despedida ante sus compañeros Casado ha dicho no entender tampoco la dureza del castigo sin crimen que le ha forzado a dimitir, un castigo que cree que no se merece y que no se le debería aplicar a ningún militante. A pesar de todo, se declara leal al partido y se pone a disposición del futuro presidente.

  AyusoEuropa Press News via Getty Images

Sin embargo, a continuación y a puerta cerrada, la presidenta Ayuso no se ha dado por satisfecha con el cese de la dirección de Egea y Casado por una desproporcionada sentencia sin crimen, ya que para ella dejarlo así sería tanto como un cierre en falso de la herida, primero porque por parte de su propio partido se la ha puesto en el punto de mira de la corrupción y porque además, según ella, se ha colaborado con el enemigo (el Gobierno Sánchez) a cambio de contrapartidas relativas al desbloqueo institucional, haciendo incluso una alusión aún más críptica a que sería tanto como repetir el abandono en casos como el de Rita Barberá. En resumen, que para ella el daño personal, familiar y partidario ha sido enorme y que sus autores merecen la expulsión del partido.

Aquí Ayuso pasa de parte a juez, arrogándose el papel de tribunal inapelable de un juicio sumarísimo que relata una supuesta traición, niega el derecho a la defensa y reclama un castigo ejemplar a todo el que no acepte el principio de la confianza ciega y de la omertá. Ayuso, como la reina de corazones, no se conforma con la condena sin crimen de la dirección de Casado, sino que exige que rueden cabezas.

A todo esto Feijóo como presidente deseado ha terciado en el careo expresando su total confianza en la honestidad de Ayuso, sin pedir más explicaciones. Con ello deja abierta la herida de la corrupción y de la quinta columna del trumpismo dentro de la dirección del futuro PP.

Al final, el viajante de la obra de Dürremat asume un grave delito, la culpabilidad y hasta la máxima pena con su suicidio. Lo mismo que les espera (en términos políticos) por sus delitos de la obsesión por el control interno derivada de su debilidad, por haber traicionado la ley del silencio del partido sobre la corrupción y ante todo por su fracaso en la deslegitimación y la desestabilización del gobierno de coalición.

“Se demuestra con ello que la senda de la culpabilidad a la inocencia es ciertamente complicada pero no imposible. En cambio, no tiene ninguna posibilidad de éxito perseverar en la inocencia de uno porque los resultados suelen ser devastadores. Perderá usted allí donde sin duda podría ganar y además se verá obligado a no poder elegir el delito, sino que se lo impondrán”. Dürrenmatt.

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Médico de formación, fue Coordinador General de Izquierda Unida hasta 2008, diputado por Asturias y Madrid en las Cortes Generales de 2000 a 2015.