En España se hace buen cine, pero el malo es el que recauda millones

En España se hace buen cine, pero el malo es el que recauda millones

Lo de 'Torrente' y Santiago Segura no deja de repetirse con otras películas en las salas: la última, 'Si yo fuera rico'.

Santiago Segura en 'Torrente'.

Hay que asumirlo, el español es en líneas generales un público ‘facilón’. Pasa de películas con trasfondo. Si en cartelera hay una comedia española popular, la batalla de la recaudación está ganada. No hay nada que hacer contra ellas, y eso que algunas desprenden un hedor muy casposo. Lo sentimos, Santiago Segura.

Precisamente el humorista se ha quejado alguna que otra vez de que el tipo de cine que él hace no huela ni de lejos un Goya o no aparezca en listas que recopilan los mejores trabajos del año, a pesar de su importancia recaudatoria incuestionable.

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Si el director de Torrente estuviese en lo cierto y no fuesen “las mejores películas” las que componen esas listas, sino “las que más gustan”, alguna de las suyas sí aparecería, precisamente porque sus títulos han sido de los más escogidos por los espectadores. Los datos de taquilla no mienten, pero la Academia y los críticos premian otras cosas, más allá de la carcajada fácil.

Ahora bien, de las diez películas españolas más taquilleras de 2019, seis son comedias populares. Y no, ninguna de ellas ha obtenido nominación a los Goya. Tampoco es que necesiten galardones: Padre no hay más que uno, Lo dejo cuando quiera, Si yo fuera rico, Bajo el mismo techo, Perdiendo el este y Los Japón se han metido a los espectadores en el bolsillo. La que más salas ha llenado (Padre no hay más que uno) ha recaudado más de 14 millones de euros, y la que menos ha estado cerca de los 3 millones. ¿Es más gratificante que la gente las vea o que le den un premio?

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La cosa no queda ahí: si echamos la vista atrás, se puede hablar incluso del triunfo de la comedia en el Top 20 del cine español. Nueve de veinte. Además, Si yo fuera rico ha sido el estreno español más visto del año y ha recaudado ya casi nueve millones de euros gracias a los 1.461.230 espectadores que se han decidido por ella entre el resto de películas de la cartelera. Once de las veinte películas de este Top 20 también han sido producidas por Telecinco Cinema, como la protagonizada por Álex García, que en realidad es un remake de la película francesa Ah! Si j’étais riche.

Santiago Segura no ha sido el único en pedir ‘más respeto’ a los títulos que ve más la gente. De hecho, otro cómico, Dani Rovira —Mejor actor revelación en 2015—, reivindicó en la gala de los Goya que la Academia tuviese más en cuenta a los actores que consiguen abarrotar salas. Se refería a Mario Casas, que todavía no ha ganado ningún cabezón a pesar de ser un filón para cualquier largometraje que quiera hacer dinero. El problema es que no hay ningún galardón que premie al intérprete con el club de fans más grande...

Se puede decir con estos datos oficiales en la mano: la comedia española es la que tira de la taquilla. No es ninguna falacia y tampoco es nada nuevo, por mucho que siga sorprendiendo. A lo largo de los años hay muchos largometrajes que han hecho buenos números pese a su dudosa calidad:

El éxito de las comedias populares en España es casi una tradición. Siempre ha predominado con diferencia. Incluso con las series de televisión ocurre algo similar: los éxitos de los noventa y de principio de los 2000 son comedia y, actualmente, La que se avecina es de las más vistas.

Es por tu bien, Si yo fuera rico, Torrente, Cómo sobrevivir a una despedida... ¿Qué tienen para que tanta gente les otorgue su confianza y paguen una entrada de cine para verlas?

El experto Elio Castro y el profesor de Historia del Cine José Luis Sánchez Noriega (UCM) subrayan las claves del éxito de la comedia popular:

Siguen la tradición de la comedia costumbrista española, el género más popular de los años 60 y 70. Tienen el mismo corte que las películas que se ven en Cine de barrio.

Conectan también con las series de televisión más populares que se emiten en los canales generalistas. El público se acostumbra a ver esas historias, ese tipo de humor y ese tipo de argumentos.

Las televisiones privadas están obligadas por ley a invertir en cine un 5% de sus ingresos. Los canales siguen poniendo dinero en este tipo de películas, que dan rendimiento sí o sí. Es una apuesta segura. Por eso, tienen el apoyo de los principales grupos, Atresmedia (a través de Atresmedia Cine) y Mediaset (a través de Telecinco Cinema).

Con el paso de los años, ir al cine ha quedado reservado a una minoría. El hábito que tenían otras generaciones más cinéfilas de ir todas las semanas, como un ritual, ha desaparecido. Ese es el público que ha abandonado: la gente ya va al taquillazo, que es un acontecimiento porque se vive como un evento de manera excepcional. Por eso van de manera masiva.

Buena parte del público de ahora concibe el cine como espectáculo y no entiende las películas como una dimensión cultural o artística. Ese público ha ido abandonando las salas y, cuando va, busca la experiencia del cine de carcajada. Ni tramas ni fenómenos culturales. Salvo excepciones, lo habitual es que se busque un humor más directo, menos refinado, que cultive los tópicos.

La comedia siempre ha sido un género difícil, así que si quiere ser masiva tiene que buscar registros muy populares. Woody Allen hace comedia con elementos dramáticos, irónicos, con chistes que no son para un público masivo porque, incluso, un sector de la sala se perdería con algunos de los referentes que utiliza el cineasta en sus guiones. Precisamente por eso, la comedia de público masivo está obligada a escoger registros que consigan un humor más popular.

También en España existen cineastas que se alejan de la comedia popular: Álex de la Iglesia. En sus esperpentos usa un humor muy brutal, pero siempre con elementos irónicos que hacen referencia a tradiciones o herencias culturales. Siempre hay un discurso crítico por debajo. No tiene nada tiene que ver con el humor grosero de películas como Torrente.

En las comedias populares se utilizan unas hipérboles que nada tienen que ver con las figuras retóricas. Son una especie de subrayado. Es un humor más visceral. Esa reacción tan intensa es un componente de cualquier género cinematográfico, especialmente del terror, pero si no va acompañado del intelecto se convierte en un discurso, en un cine o en una estética muy elemental, muy infantil. Es un humor muy primario, que no pasa por el cerebro y que muestra lo mismo de lo que se ríen los niños, de caídas, tortas... Puede ser interesante, pero si solo se cultiva eso, hablamos de películas sin ambición artística.

Es el cine considerado como una simple distracción, para hacer paréntesis con la vida cotidiana. Exactamente lo mismo que ocurre con una película de superhéroes. El espectador busca el sentido del espectáculo que no existe en su día a día. No tiene por qué ser negativo, excepto si solo se consume eso. Si la única comedia que hay es escapista, que no hace pensar, y no se combina con esas otras comedias con análisis social, ironía, costumbrismo e incluso con trasfondo político... Malo.

  'Si yo fuera rico', el estreno español más visto del año.Telecinco Cinema

Todo parece resaltar ‘lo malas’ que son las comedias que arrasan en taquilla, pero si atraen a tanta gente es porque cumplen funciones necesarias, según la profesora de Historia del Cine María Antonia Paz Rebollo, de la Universidad Complutense de Madrid:

El cine constituye una actividad social, de entretenimiento, y mucha gente va a pasar un buen rato sin que haya que pensar mucho. La comedia cumple esa función.

Es un verdadero fenómeno. Es increíble que un lenguaje soez y unas bromas de mal gusto hayan obtenido ese éxito y con varias entregas. Pero, como se suele decir, representa el imaginario popular español. Además, está representando también la libertad de expresión frente a lo políticamente correcto. Es un personaje que afirma abiertamente que es machista, racista, franquista... y actúa como tal. Eso se puede considerar como un gesto de valentía. Últimamente, todo está muy limitado por las posiciones ideológicas, y él viene a romper y a decir ‘aquí no hay límites, yo vengo a decir y a hacer lo que me da la gana’. Eso causa gracia y gusta. La libertad de expresión cada vez está más condicionada: hay chistes de los noventa que ahora son impensables, excepto en este tipo de cine.

Utilizan los tópicos, trabajan los estereotipos, pero tienen valor porque beben de la actualidad. Muchas veces están proyectando en la gran pantalla cuestiones que nos preocupan, como en el caso de Ocho apellidos vascos u Ocho apellidos catalanes, y buscan poner distancia de lo negativo con el lado cómico, dándoles otro enfoque. Así que, aunque sean facilonas, dan normalidad y hablan de estos temas sin crispación, desde una perspectiva divertida. Cumplen una cierta función social.

Unos, como Santiago Segura o Dani Rovira, se quejan de que se menosprecie el cine que ellos cultivan, mientras que buena parte del resto de cineastas lamentan que las televisiones solo inviertan en cine comercial que, además, es más de lo mismo que las series que ya producen esos mismos canales.

Son películas facilonas, sí, argumental e incluso técnicamente, tradicionales y, a veces, hasta vulgares. Pero atrapan al público, que no espera más de ellas.