Marta Rebón: “Russia Today actuaba como brazo propagandístico del Kremlin”

Marta Rebón: “Russia Today actuaba como brazo propagandístico del Kremlin”

Entrevista a la escritora y traductora de ruso: "Inscribo a Putin dentro de los liderazgos autoritarios actuales que dominan por la fuerza, desde una masculinidad tóxica".

Marta RebónFERRÁN MATEO

Marta Rebón (Barcelona, 1976) ha vivido como una “crisis” personal la invasión rusa de Ucrania. Traductora de ruso desde hace casi dos décadas, amante de la cultura y de las lenguas eslavas, todavía le cuesta hacerse a la idea del daño y la destrucción que puede ejercer un solo líder sobre un pueblo al que, irónicamente, considera “hermano”. 

“Para mí ha sido durísimo, me ha hecho plantearme muchas cosas”, reconoce Rebón en una entrevista telefónica con El HuffPost. “Hemos vivido innumerables conflictos, y me interesa la política internacional en general, pero no puedo negar la implicación emocional. Sientes más lo que conoces más”, confiesa la escritora y traductora. Rusia y Ucrania “son países sobre los que he leído mucho, hay muchos autores de origen ucraniano a los que he traducido. Es como si mi geografía íntima, esa que yo había escogido, de repente saltara por los aires”, explica.

Rebón decidió especializarse en Filología eslava, literalmente, por amor al arte, porque le gustaba la literatura rusa. Lo hizo desde Barcelona, cuando “no estaba muy rodado el tema de los intercambios entre universidades”, así que la inmersión lingüística fue “dura”. Ahora le da la risa cuando la tachan de “rusófoba” por criticar al Kremlin y cuestionar la postura de cierto sector europeo ante la guerra. En realidad, es una risa amarga. “Madre mía, llevo 20 años traduciendo del ruso. Claro que no soy rusófoba, pero tenemos que ver esta guerra como algo que nos atañe, como un movimiento preocupante a nivel mundial”, advierte.

Desde una “urgencia” y una “preocupación” más humanistas que geopolíticas, y con el objetivo de “lanzar interrogantes” y reflexiones más que de dar respuestas, Marta Rebón ha escrito El complejo de Caín (Destino), un breve ensayo que recorre la compleja relación entre Rusia y Ucrania, a través de su historia, su literatura y su pasado más reciente.

Por todo lo que cuentas en el ensayo, da la impresión de que no hay nada nuevo en la historia Rusia-Ucrania, de que ya todo estaba escrito y se repite una y otra vez.

Sí, creo que sí. Por no irnos muy lejos, tomemos el caso de Bielorrusia, con Lukashenko desde hace más de tres décadas ejerciendo ese liderazgo autoritario que claramente está supeditado a Moscú. Lo que pasa en 2019 con las presidenciales en Bielorrusia es un pucherazo. Lukashenko es un misógino, es manifiestamente machista, y piensa que tres mujeres no son rival para él. Cuando el recuento está avanzado, de repente hay un apagón y se dan unos resultados. Lo que pasaba en Bielorrusia ya era muy alarmante, la represión contra las manifestaciones pacíficas, el episodio del avión de Ryanair, un secuestro de un avión en pleno vuelo entre dos ciudades europeas… Ahí ya se estaba gestando esto. Esta guerra no podría haberse llevado a cabo sin la ayuda más o menos explícita de Bielorrusia. 

Esta guerra no podría haberse llevado a cabo sin la ayuda más o menos explícita de Bielorrusia

Creo que había muchas alertas. Lo de Putin, también. Ya lleva 20 años en el poder, es un exagente de la KGB, es un producto de la Guerra Fría, son muchas leyes que ya dejaban ver que no estaba del lado de los valores que nosotros consideramos democráticos: contra el colectivo LGTBI, contra la prensa... Es muy preocupante el tratamiento que se hace a la prensa en estos lugares.

Explicas que la propaganda lleva ya muchos años en funcionamiento, y que empezó con los libros de texto y el temario escolar. Finalmente, parece que ha cumplido su función.

En la época soviética ya hicieron un máster en esto. Pero si nos circunscribimos a lo actual, por ejemplo a la polémica de [el veto a] Russia Today, aquí se dijo que era un atentado contra derechos fundamentales. Es una decisión bastante inédita, pero Russia Today actuaba como brazo propagandístico del Kremlin. Lo podemos decir sin que nos dé ningún apuro. El Kremlin ya cuenta con pillarnos en estas trampas dialécticas. Dicen lo que les parece bien para sus intereses en un canal, y si luego este canal se prohíbe, han hecho que las democracias liberales caigan en una contradicción.

Es muy peliagudo hablar de prohibir medios, pero hay que ver de qué manera puede ayudar una propaganda desatada a un gobierno criminal

Aquí se puede decir que [vetar el canal Russia Today (RT)] es un atentado a la libertad, pero es que también estábamos viendo atentados reales contra la vida de personas en Ucrania. En un momento, me dio la sensación de que todo se estaba poniendo al mismo nivel, y era preocupante. Rusia juega con que hay una distancia de comprensión, hay una distancia geográfica, que empaña y no deja ver la escala de los problemas. Ellos ven que estas discusiones, el hecho de que aquí se proteste contra la prohibición de Russia Today, en realidad debilita nuestras posiciones.

No me gusta verlo como un nosotros y un otros, pero creo que con el tema de la prensa debería haber un código deontológico o algo por el estilo que se cumpliera. Estaban haciendo que entraran patrañas en las casas, como el propio concepto de desnazificación. No puedes argumentar que un país sea nazi porque haya grupúsculos extremistas. En el Parlamento ucraniano no hay extrema derecha. Es muy peliagudo hablar de prohibir medios, pero hay que ver de qué manera puede ayudar una propaganda desatada a un gobierno criminal. Hay que entrar en un debate sobre esto. 

Hay ucranianos que llaman a sus familiares en Rusia para contarles que están tirando bombas y estos no les creen. Es una sociedad intoxicada por mentiras

¿Cómo están viviendo los rusos esta guerra? 

Es bastante complicado saber quién está a favor o quién está en contra. Si haces caso a las encuestas del centro Levada, se supone que los apoyos a la guerra han pasado del 70% al 80%. No te puedes creer estos datos. Pero sí es cierto que hay una base fuerte de apoyo que es explícita con el símbolo probélico de la Z. Es una sociedad intoxicada por mentiras. Les dicen que hay rusofobia, que Occidente es su peor enemigo. Ni siquiera se puede pronunciar la palabra guerra. Se han dado casos de ucranianos que llaman a sus familiares en Rusia para contarles que están tirando bombas, y estos no les creen. 

Sigo mucho a Julia Davis, de The Daily Beast, que hace un seguimiento exhaustivo del programa de debate político que hacen por las noches en el canal estatal ruso. Es espeluznante lo que se dice ahí. La oposición contra Ucrania ya llega a términos de satanismo, dicen que el mal se ha encarnado, cosas ya casi místicas. Si entramos en ese tipo de discurso, es demonizar al otro sin argumentos. 

Hay una manera colonial de mirar desde Rusia a un territorio no para entenderse con él, sino para supeditarlo, para borrar sus diferencias y su identidad

En cuanto a discursos, para ti fue determinante, el que dio Putin el 21 de febrero –tres días antes de la invasión–, cuando habló de Ucrania como una nación “inventada”.

En ese discurso dijo que los ucranios y los rusos son un mismo pueblo, y bueno, comparten cosas, pero por otro lado: ¿dices que es tu hermano y luego lo aniquilas? No tiene ningún sentido. Es una tierra que está tan impregnada de conflictos –Ucrania, Bielorrusia, una parte de los Estados bálticos– que es muy complicado hablar. También hay que recordar que Ucrania tiene un pasado multiétnico, con la comunidad judía en Odesa… En el libro quise hablar de toda la lucha que ha habido, sin querer sacralizar. No creo que haya pueblos buenos y pueblos malos de por sí. Pero quería incidir en que hay una manera colonial de mirar desde Rusia a un territorio no para entenderse con él, sino para supeditarlo, para borrar sus diferencias y su identidad, para aglutinarlo de una manera totalmente autoritaria. 

No me gusta hablar de supremacismo como tal, pero en Rusia tienen esa conciencia de ser un pueblo muy grande, de ese afán imperial notorio. Los intelectuales y académicos que saben lo que es ser vecinos de Rusia cuestionan que desde Alemania, Francia o incluso en España se hable de no humillar a Putin. ¿De qué estamos hablando? Tiene que responder por crímenes de guerra. Me resulta chocante esto de querer seguir poniéndose en la cabeza de un político que claramente es muy peligroso.  

Me han llegado a decir que yo era rusófoba. Madre mía, llevo 20 años traduciendo del ruso

Tristemente, lo tengo que decir. A mí me han llegado a decir que era rusófoba. Madre mía, llevo 20 años traduciendo del ruso. Claro que no soy rusófoba. Pero creo que tenemos que ver esto como algo que nos atañe, como un movimiento preocupante a nivel mundial, con unos liderazgos ejercidos así, con tan poco respeto hacia los vecinos. Si se instaura esta manera de hacer política, llega un momento en el que la democracia irá en declive. Ya estamos viendo cómo está subiendo la extrema derecha. Claramente, inscribo a Putin dentro de esos liderazgos autoritarios que han empezado a dominar la política mundial en este siglo, no sé si decir desde una masculinidad tóxica, desde el dominio por la fuerza. 

En el libro cuentas cómo la lengua ucraniana se ha reprimido a lo largo de su historia y se ha intentado homogeneizar con el ruso. Ahora parece que la guerra ha conseguido justo lo contrario: que los ucranianos rusófonos lleguen a odiar su lengua por asociarla con el mal.

Esto es así. Una de las personas más visibles en el campo de la cultura en Ucrania es el novelista Andrei Kurkov, él siempre ha escrito en ruso. Ahora que sale mucho al extranjero a dar charlas, evita el idioma ruso y prefiere hablar en inglés. A mí también me ha pasado. Tuve hace poco un encuentro con un bielorruso y me dijo: ‘No, no, yo quiero hablar en inglés’. La gente se quiere distanciar de la lengua del agresor; hay personas que lo ven mal, como una forma de rusofobia, pero yo lo veo más como una manera cívica de expresar una repulsa. Hay ucranianos que hablaban en ruso que cada vez quieren pasarse más al ucraniano. 

La gente se quiere distanciar de la lengua del agresor. Lo veo como una manera cívica de expresar una repulsa

¿También traduces del ucraniano?

He empezado a traducir algunas cosas. Sabiendo ruso y poniendo un poco de tu parte, el ucraniano es una lengua asequible. Ahora mismo estoy ampliando estudios. Por ejemplo, en este ensayo [El complejo de Caín] no me he puesto a hablar de Tarás Shevchenko, Iván Frankó o Lesya Ukrainka, que son el tridente magnífico de la literatura en ucraniano, pero porque no tenemos traducciones de esos libros en español. Es un trabajo que hay que hacer ahora. La literatura de Ucrania nos ha llegado mediada por lo ruso. 

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Marina Velasco Serrano es traductora de formación y periodista de vocación. En 2014 empezó a trabajar en 'El HuffPost' como traductora de inglés y francés en Madrid, y actualmente combina esta faceta con la elaboración de artículos, entrevistas y reportajes de sociedad, salud, feminismo y cuestiones internacionales. En 2015 obtuvo una beca de traducción en el Parlamento Europeo y en 2019 recibió el II Premio de Periodismo Ciudades Iberoamericanas de Paz por su reportaje 'Cómo un Estado quiso acabar con una población esterilizando a sus mujeres', sobre las esterilizaciones forzadas en Perú. Puedes contactar con ella escribiendo a marina.velasco@huffpost.es