No, los españoles no votaban a Franco en elecciones, por mucho que diga Ortega Smith

No, los españoles no votaban a Franco en elecciones, por mucho que diga Ortega Smith

El secretario general de Vox afirma que en el franquismo "había elecciones", pero que "siempre ganaba el régimen". Casualidad.

Ciudadanos de Madrid, consultando en 1948 las listas para las mal llamadas elecciones municipales. FPG via Getty Images

El secretario general de Vox, Javier Ortega Smith, ha defendido lo indefendible: que en el franquismo “había elecciones”, que casualmente “siempre ganaba el régimen”. En una entrevista, anoche, en el Canal 24 Horas, cargó contra los que se han “empeñado en reescribir la historia” y vender la segunda república española como un periodo de “democracia, paz y orden”. El desbarro de sus afirmaciones provocó incluso la intervención del presentador, Xavier Fortes.

Diga lo que diga Ortega Smith, no hubo elecciones en los 40 años que duró la dictadura. Porque “elección”, dice la RAE, es la “acción y efecto de escoger o elegir entre diversas opciones”, y en España no había más opción que la que tenía acogotados a los ciudadanos a base de cárcel y muerte. El régimen no tuvo legitimidad democrática alguna, aunque desde el principio trató de remedar a los sistemas no totalitario, por puro teatro.

Francisco Franco se dotó de un aparato institucional, comenzando por las Cortes, creadas en 1942, donde obviamente no había ni oposición ni debate, sólo ordeno y mando, y de un sistema pseudorrepresentativo para elegir a sus miembros, los procuradores, mediante una elección indirecta entre los cargos de los ayuntamientos, los sindicatos y las corporaciones, donde el voto era forzoso. Solamente en la fórmula del referéndum -donde se aplicaba el sufragio universal-, y en la elección de representantes familiares para los ayuntamientos, que constituían un tercio de los concejales -votados por los cabezas de familia, se permitía el voto directo.

Básicamente, con este remedo de sistema electoral se buscaba mejorar la imagen exterior de España, en un intento de romper el aislamiento impuesto por Occidente al nuevo estado fascista, pero nunca hubo democracia. Nada que se parezca a las elecciones de hoy. El diario SUR cita, por ejemplo, a Emilio Lamo de Espinosa, gobernador civil de Málaga, que con motivo de las primeras elecciones sindicales (1944) decía que el régimen se había instaurado “por el esfuerzo de una guerra y sólo una acción de sentido igual pero contrario puede dar al traste con nuestra continuidad política”. Vamos, que no había elecciones que cambiasen el panorama instaurado por las armas...

“A partir de 1939 carece de sentido, hablar de comportamiento electoral en España, pues sin sufragio universal ni libertades públicas no se pueden estudiar seriamente unas elecciones”, resumía en 1977 Javier García Fernández, profesor de Derecho, en El País. Una serie de circunstancias desvirtuaban el sufragio, como recuerda el profesor: la carencia de libertades y de partidos o sindicatos alternativos, el control ideológico, la reducción de las bases electorales, la intervención de las autoridades y las jerarquías del régimen en el proceso, así como el carácter abrumador de la propaganda oficial.

Las elecciones franquistas a las que se refiere el secretario de Vox constituían un complejo mecanismo para designar a los representantes sindicales, concejales, diputados provinciales, procuradores y consejeros del Movimiento en sus distintos ámbitos -local, provincial y nacional-. En concreto, hubo tres elecciones sindicales (1944, 1966 y 1975), dos referéndum nacionales propuestos directamente por el propio dictador (en 1947 el de la Ley de Sucesión Orgánica del Estado donde se designaba a Franco como  Regente y en 1966 el de la Ley Orgánica del Estado donde se dividía el cargo de Jefe del Estado y Presidente del Gobierno y donde se contemplaba la posibilidad de crear asociaciones políticas) y 10 legislaturas (de tres años cada una), en las que se elegían a los cargos municipales (todos afines al régimen), siendo la primera la del año 1948.

Por ejemplo, en esas municipales, los candidatos elegibles habían sido convenientemente seleccionados y se agrupaban en “tercios” inspirados en el fascismo italiano: cabezas de familia, entidades económicas, culturales y profesionales y tercio sindical (empresarios, técnicos y asimilados y obreros). No había libertad política ni sindical, ni otros derechos equivalentes.

Las “elecciones franquistas”, celebradas bajo una fuerte represión, se caracterizaron por la abrumadora mayoría de síes y cifras extraordinarias de participación, algunas tan altas que superaban el 100%, según datos oficiales. Era el resultado de la propaganda, la mentira y el miedo.

A eso es a lo que la ultraderecha española llama ahora “elecciones”.