No tenemos remedio

No tenemos remedio

España es ese país en el que los debates intrascendentes se imponen a las prioridades más acuciantes.

Un dedo, la luna y un país.Getty Images

Ahí tienen al dedo señalando la luna. Que nadie se despiste: miren qué uña, que dedo más carnoso, que estructura más compacta. Contemplamos abstraídos la extremidad mientras la luna —tan redonda, luminosa, rotunda—, se desvanece en el eco de nuestros debates sobre si la mancha negra que se vislumbra en la uña es roña o se trata en realidad de marca única que ensalza aún más las ingentes cualidades de su dueño.

Y así pasan los días, las semanas y los meses. Debatiendo, discutiendo y escupiendo sin descanso en las redes sociales cuestiones que pasarán sin dejar huella, polémicas con una esperanza de vida que no superan casi nunca las 48 horas y que sólo aportan ruido y furia a la sociedad presente y nada a la futura. Mucho menos al país.

Muy aznarianos, espetamos quiénes son ellos para decirme a mí cómo, dónde y con quién voy a pasar yo las fiestas de Navidad

Buceamos hasta lo más profundo del diccionario de la RAE para encontrar el significado exacto de la palabra ‘Allegado’ con el propósito de saber si nuestra recién conocida pareja puede compartir con nosotros la cena de Navidad. Nos quejamos porque las reuniones del 24 y del 25 de diciembre sólo pueden estar diez personas pero, ya es mala suerte, nuestra familia está formada por once personas. Nos lanzamos a la calle como niños tras una piruleta porque han encendido las luces de Navidad y tenemos que verlo, cueste lo que cueste. Buscamos cualquier resquicio para pasar de una comunidad a otra en Navidades aunque sepamos que es, como poco, irresponsable.

Nos devanamos los sesos para incumplir las recomendaciones de las autoridades sanitarias porque, muy aznarianos, espetamos quiénes son ellos para decirme a mí cómo, dónde y con quién voy a pasar yo las fiestas de Navidad. Nos fijamos en el dedo y no en la luna. Desdeñamos que el posible final de nuestra imprudencia es la muerte. Tal vez la nuestra, tal vez la de esos allegados con los que tenemos que cenar la noche del 24 de diciembre porque, sólo faltaría, es el acontecimiento con el que nuestra vida cobra pleno sentido.

Qué diablos, lo relevante es si Bildu apoya, se abstiene o rechaza los presupuestos

Dedicamos tinta y más tinta a llevarnos las manos a la cabeza porque un partido legal apoye —que no determine— la aprobación del presupuesto que nos vamos a dar como país todo un largo año. Nadie sabe a qué se destinan las partidas, si se pone el foco en la ayuda social, al crecimiento económico, a dinamitar lo público o a preservar el medio ambiente. Qué diablos, lo relevante es si Bildu apoya, se abstiene o rechaza las cuentas. Eso, y sólo eso, es lo que hace que todo un proyecto de país merezca o no la pena. Porque ETA, que hace años dejó de matar, está más viva que nunca. ¿Acaso lo dudas? ¡Filoetarra!

Nos indignamos porque, en un grupo de Whatsapp con menos participantes que en el de un equipo de petanca, unos militares retirados y bien retirados juegan entre efluvios de Varon Dandy a dar golpes de estado y pasar por las armas a 26 millones de personas. La clave para la mayoría son las barrabasadas que esos golpistas gagás teclean con la contundencia con la que se bebe un copazo de coñac, pero desprecian que hay partidos con varios millones de votos que se dedican mañana, tarde y noche, a dinamitar la convivencia, la democracia y la libertad con apelaciones a la convivencia, la democracia y libertad.

Defendemos nuestra lengua con mensajes que harían llorar sangre a cualquier profesor de lengua española

Tuiteamos indignados que el Gobierno social-comunista-bolivariano-filoetarra-ampurdanés vaya a paralizar los desahucios a familias vulnerables para que no se queden en la puñetera calle porque pone en riesgo el mercado del alquiler. Aplaudimos el milagro pandémico de Díaz Ayuso sin analizar si ese súbito desplome en el número de contagios se debe a que, por ejemplo, se realizan menos pruebas. Presumimos del ’hito sanitario” que representa la inauguración de un hospital prefabricado sin atender que llega con un mes de retraso, sin sanitarios y un sobrecoste que duplica lo inicialmente presupuestado.

Damos por liquidado el castellano empleando el castellano porque la madre del cordero de todas las batallas pasa por el término “vehicular”, inexistente en el 99,9% de la historia del castellano. No sólo eso: salimos en defensa de nuestra lengua en redes sociales con mensajes que harían llorar sangre a cualquier profesor de lengua española. Eso sí, vehiculamos de maravilla.

No tenemos remedio.