Sánchez en zig-zag
Reuters

Me cuenta una fuente de mi mayor confianza – la veo todas las mañanas, de momento- que en una audiencia con el rey de España alguien le preguntó a don Felipe, o simplemente le comentó, que cómo estaba la actualidad política, eso fue unos meses antes de las elecciones, y que S.M. dijo algo así como “si no pasa lo de la vez anterior”…

Pero pasó. Ahora alguno de los presentes sostiene que “Su Majestad lo tenía previsto”, “lo sospechaba”. Claro, La Zarzuela es un buen confesionario. Recordemos: Mariano Rajoy no contó con votos suficientes para ser investido. Se planteó in extremis la idea de que el PSOE le prestara unos votos mediante la fórmula de la abstención. Pero Pedro Sánchez se opuso. No es no, dijo. Insistió en que era imposible de toda imposibilidad, porque el PP era el partido de la corrupción; seguían saliendo, como una maldición bíblica, sentencias en su contra, seguían las imputaciones, las páginas inacabables sobre el inacabable escándalo de la Gürtel. Rajoy simbolizaba el pasado. Rajoy, y Aznar, pero Aznar ya no era presidente del Gobierno.

Rivera ya no trabaja en liberal y socialdemócrata; ahora quiere quedarse como jefe de la derecha. No de la ‘derechita cobarde’ de la que se ríe Abascal, sino de la derecha valiente ‘echada p’alante’.

El PSOE se rompió, Pedro Sánchez se vio forzado a dimitir y empezó a recorrer España. Ganó, y le llaman “el renacido”. 

Ahora es él quién está en parecida situación cuantitativa. Pero el ajedrez, aunque sea ciencia, refleja también la teoría del caos. Una jugada puede estar bien pensada, por ejemplo, pensar que Albert Rivera es coherente con sus hechos anteriores, aquel pacto programático firmado con Sánchez el 24 de febrero de 2016, y que podría contar con su apoyo, otra vez, o con su abstención. 

Pero esta pieza se le escapa. Rivera ya no trabaja en liberal y socialdemócrata; ahora quiere quedarse como jefe de la derecha. No de la ‘derechita cobarde’ de la que se ríe Abascal, sino de la derecha valiente ‘echada p’alante’.

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El secretario general del PSOE tampoco se fía de Pablo Iglesias; por la jugarreta que le hizo al impedir su investidura, y por la condición de locuaz antisistema del dirigente podemita, y del núcleo de poder interno de los ‘morados’. Todos los moderados y pactistas se han ido yendo; como se han ido yendo de Ciudadanos. En ambas formaciones quedan los duros; los intransigentes.

Desde antes de la reciente sesión de investidura, fallida, muchos ‘analistas’ habían observado que la retórica sanchista y los consejos malabares del druida estratégico Iván Redondo, iban en dirección a una repetición electoral. 

En política, las encuestas son en la actualidad un factor determinante de la táctica. Hay gabinetes enteros dedicados analizar los datos. Hablando de otra cosa, de temas de defensa y seguridad, el ex director del CNI, general cuatro estrellas Félix Sanz Roldán, comentaba que en las Fuerzas Armadas hay departamentos de ‘lecciones aprendidas’.

Desde antes de la reciente sesión de investidura, fallida, muchos ‘analistas’ habían observado que la retórica sanchista y los consejos malabares del druida estratégico Iván Redondo, iban en dirección a una repetición electoral.

Eso hace falta en política: aprender las lecciones. Memorizarlas. Estudiarlas a la vista de las nuevas circunstancias para ver venir la bola de nieve. Y mucho me temo que Pedro Sánchez – a quien nadie le puede negar su carácter aventurero  y su tenacidad, así como sus habilidades para el disimulo- ha manejado desde el principio, a la vista de los datos, es decir, de las tendencias sociológicas, o sociopolíticas, la ‘aventura’ de una repetición de los comicios.

No es que Sánchez haya descartado a Ciudadanos, como dice la ‘agitprop’ de los naranjas; es que, como han revelado los que han desertado del partido cada día más riverista, fue su máximo dirigente, su único gran timonel, quien lo rechazó de plano. 

Si le dio el apoyo en la moción de censura fue para convocar de inmediato elecciones generales. Estaba ilusionado: le subía la intención de voto. Quiso aprovechar la ola. Pero pasó lo que pasó, Sánchez decidió agotar la legislatura, ganó las elecciones con un buen subidón. Un nuevo apoyo de Ciudadanos, cuatro años más, iba en contra de las expectativas de Albert Rivera. Eso era una ‘eternidad’ para quien quería rebasar al PP, dejar atrás a Casado y erigirse en el tótem del neoliberalismo desacomplejado.

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Pero a la vez, una coalición con Podemos, con Pablo Iglesias o Irene Montero, ‘tanto monta monta tanto’, sentados en el Consejo de Ministros constituía un serio riesgo para un gobierno socialista. El grupo podemita sería un gobierno autónomo dentro del gobierno. 

Pero si había una posibilidad ‘por agotamiento’ Sánchez la dinamitó cuando parecía que el rey aconsejaba agotar las negociaciones para llegar a un acuerdo de investidura antes de convocar elecciones. El secretario general del PSOE quemó las naves: anunció con solemnidad que no se fiaba de Iglesias, y que la “desconfianza es mutua”. 

Iglesias consideraba irrenunciable la coalición. Estar él, o los más significados dirigentes de su organización, en el Consejo de Ministros. Para el PSOE, y no solo para Sánchez, esto era (es) una línea roja. Eso sería “un caballo de Troya”, sintetizó alguien. Las diferencias de calado salen todos los días. Sobre Venezuela, sobre inmigración, sobre Cataluña y el trato a los promotores del ‘procés’ golpista, sobre los políticos presos, a los que llaman desafiantemente “presos políticos”…

Los líderes regionales del PSOE están llenos de dudas; y son mayoría los que desean un acuerdo con los centristas, sean quienes sean en estos momentos los centristas.

No son tonterías o política ficción. Podemos aún no se ha distanciado claramente del régimen de Maduro, no ha tenido un gesto significativo, parlamentario, para defender a ‘la gente’ venezolana de la ‘casta’ corrupta que mantiene ilegítimamente el poder; su desdén hacia los hambrientos y los refugiados, casi cuatro millones, es impropio de una democracia humanitaria. Esto son evidencias. 

En toda esta esa situación de equilibrio inestable, Sánchez ha ido caminando por la cuerda floja, ganando tiempo. La alternativa de contar con las abstenciones de los golpistas de ERC, o del partido instrumental de Puigdemont, con Torra de mayordomo de la finca en ausencia del jefe, que sigue en Waterloo, su babia tranquila, y con las de Bildu, plantean un crudo  problema de credibilidad; toda la oposición de derechas piensa, y así lo proclama diariamente – estupenda carnaza, por cierto, en las redes sociales para los nostálgicos del franquismo – que hay compromisos secretos que van contras la línea de flotación de la política socialista en Cataluña, País Vasco y Navarra.

Los acuerdos en distintas materias, aunque sean consecuencias de pactos anteriores, incluso de las épocas de Aznar y Rajoy, son hoy, al segundo siguiente a su publicación en el BOE o en los mentideros de la Villa y Corte, ametralladoras de la derecha en las redes sociales y en los periódicos y emisoras afines. 

Los líderes regionales del PSOE están llenos de dudas; y son mayoría los que desean un acuerdo con los centristas, sean quienes sean en estos momentos los centristas. 

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La ambigüedad calculada del PNV, que es un clásico, tampoco augura tranquilidad a medio y largo plazo. Cada rendija que se abra para el nacionalismo es un escalón hacia el ‘programa máximo’, que como todo el mundo sabe en este ambiente, pero lo disimula, es la independencia de Euskadi, y un poco más allá.

Así que, si tras los primeros contactos frustrados, desde las oquedades del PSOE se filtra que podría considerarse una convocatoria de nuevas elecciones, a la que las encuestas pronostican más de lo mismo, o sea, subida (discreta) del PSOE, caída de Ciudadanos  y Podemos, y luego Sánchez niega esa posibilidad y asegura, con esa cara de seriedad que pone para dar los buenos días o las buenas noches, que no, que opta por llegar a acuerdos de abstención… pero pasa el tiempo y esas abstenciones parecen irreales, retorna la ‘amenaza-rumor’ de nuevas elecciones.

La repetición de elecciones es planteada implícitamente como la única opción disponible. Cosa que algunos consideraron cuando terminó el recuento de los votos y se vio que quien ganaba perdía en la práctica, y viceversa.

De pronto el PP lanza el órdago de que Sánchez retire su candidatura para que el Rey encargue a Pablo Casado, líder del partido ‘gran perdedor’, que forme gobierno, para lo cual contaría en principio con Ciudadanos y con VOX…

En ese contexto, es cuando Sánchez suelta amarras y anuncia la “desconfianza mutua” entre él e Iglesias.

Y lanza la pelota a Ciudadanos y, de paso, un mensaje a la ciudadanía completa: el zig-zag se ha acabado. No hay más cancha para el juego. La repetición de elecciones es planteada implícitamente como la única opción disponible. Cosa que algunos consideraron cuando terminó el recuento de los votos y se vio que quien ganaba perdía en la práctica, y viceversa. 

De momento es lo que hay, o eso parece; pero por haber, hay cosas peores.  

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Empezó dirigiendo una revista escolar en la década de los 60 y terminó su carrera profesional como director del periódico La Provincia. Pasó por todos los peldaños de la redacción: colaborador, redactor, jefe de sección, redactor jefe, subdirector, director adjunto, director... En su mochila cuenta con variadas experiencias; también ha colaborado en programas de radio y ha sido un habitual de tertulias radiofónicas y debates de televisión. Conferenciante habitual, especializado en temas de urbanismo y paisaje, defensa y seguridad y relaciones internacionales, ha publicado ocho libros. Tiene la Encomienda de la Orden del Mérito Civil.