Si odias Murcia probablemente seas idiota

Si odias Murcia probablemente seas idiota

Esta región que se ridiculiza es mucho más que un montón de votantes de Vox

Santiago Abascal. Europa Press News via Getty Images

Con la mitad del escrutinio supe que a Murcia le iban a llover memes y chistes crueles. La región era para Vox, que superaba al PP y se convertía en la primera comunidad autónoma que, previsiblemente, será gobernada por los de Abascal. Las elecciones han generado una lógica frustración en la izquierda española, más torpe que ninguna otra en esta ocasión, y necesitaba encontrar responsables o un chivo expiatorio. Los culpables estaban claros: Pedro Sánchez por convertir a la formación verde en un gigante. Luego estaban Iglesias y Errejón por la ceremonia de confusión que enterraba el 15-M del que se habían apropiado sin permiso. Esperaba las dimisiones el lunes pero el único que asumió su responsabilidad fue Albert Rivera, también responsable de lo de Vox pero mucho más digno. En cualquier caso estaba claro que en la izquierda nadie iba a pagar el pato, así que hacía falta un punching ball: Murcia.

Los menos ingeniosos arrancaban con el ya recurrente “Murcia qué facha eres”. Mi región lleva mucho tiempo convirtiéndose en diana para los chistes del gran Wyoming y El Mundo Today. Se nos dice que hablamos mal, que somos de Vox o que somos conformistas y se ha ido generando las sensación de que esto es el nuevo Lepe pero en facha. El caso es que en España ha habido muchas revueltas populares que se han ido deshinchando o han fracasado. Cuando los ciudadanos han logrado su objetivo se han convertido en leyenda, como ocurrió en Gamonal. En la ciudad de Murcia, cuando se anunció en 2017 que el AVE llegaría por superficie, la gente se tiró a la calle durante 200 días, manifestándose diariamente y paró las obras. Se les sometió a una presión policial anticonstitucional, se les impusieron por un total de 300.000 euros de multa hasta por comer pipas, se les dijo que eran ETA pero consiguieron que el tren no dividiese la ciudad. Otra historia. Cuando aparecieron las ruinas islámicas de San Esteban, en 2009, el Ayuntamiento siguió con su idea de destruirlas y construir un parking. De una primera protesta de 300 artistas y gente de la cultura se generó un movimiento social que acabó con el parking para siempre. Hoy hay que pedir cita para visitar el complejo y se ha aprobado el proyecto de musealización.

Donde otras regiones han abandonado la de Murcia siempre ha llevado su voluntad ciudadana hasta el final. No es un hecho actual, Cartagena defendió la idea federal española con una guerra en 1873 durante casi dos años contra todo el ejército español y varias flotas aliadas. Se comieron las ratas y los gatos, fundieron la plata de las iglesias para acuñar moneda cantonal, no la centralista, y tiñeron la bandera turca con sangre para que fuera toda roja. La épica no nos es desconocida, y Cartagena, odiada por Franco y Serrano Suñer, volvió a ser la última ciudad de la II República española como fue la que despidió a Alfonso XIII camino de exilio.

La región ha ido diluyendo su identidad en la de la nación y lo de Cataluña es un problema crítico aquí.

Si todo esto es así ¿qué ha pasado con Vox? Es sencillo: que mucha gente es de derechas, algo que no asume la izquierda, y cuando lo asume piensa que son tontos o malos. Vamos por partes. Viendo el mapa de votaciones por municipios encontramos que la zona donde el predominio de la ultraderecha ha sido mayor es el campo de Cartagena y los alrededores del Mar Menor. Queremos pensar que es un sinsentido que se vote para solucionar una crisis ecológica de ese tamaño a negacionistas del cambio climático, pero hay otros factores. Esta era una zona predominantemente PP. El descontento de la población con el partido gobernante desde 1996 es palpable, pero sus votantes siguen siendo de derechas. A la hora de cambiar de partido (que no iba a ser PSOE o UP) se descarta Ciudadanos porque son parte del actual gobierno, aunque quisiesen desmarcarse asistiendo a la manifestación de Cartagena el pasado 30 de octubre para pedir soluciones al horror de la laguna, un movimiento poco afortunado. A esto hay que unir que hablamos de una zona rural con un alto índice de cazadores (tema del que solo habla Vox) y un problema migratorio silencioso de primer orden. Los núcleos despoblados de una zona de secano han ido siendo ocupados por magrebíes y latonamericanos en la actual zona de regadío. La integración se ha producido con los latinos pero no con los magrebíes, que paradójicamente son la mano de obra barata que ha levantado aquel vergel. No hay un índice de violencia significativo pero no se ha generado una convivencia real; se convive sin mezclarse y se mira al otro con recelo.

Todo esto es criticable pero no desde eso tan gracioso de la “superioridad moral de la izquierda” porque la izquierda no ha dado una muestra de altura moral en las pasadas elecciones. Desde esta atalaya ficticia se condena a los votantes de Vox por ser racistas, xenófobos, violentos, negacionistas, fanáticos y mil cosas más pero no lo son. Se llama nazi a la gente que toma el café en el bar al con nosotros, a los padres de los compañeros de nuestros hijos en el colegio, al vecino que siempre nos cayó bien. No, no son nazis, son votantes de derecha, en la mayoría de los casos buenas personas, que han comprado un mensaje tremendista cuando su partido los ha decepcionado y a los que se les está comparando con Goebbels. Su partido sí es racista, xenófobo, violento, negacionista y más cosas, Abascal y compañía reúnen esos calificativos pero entre los votantes no todos compran todo el mensaje y votan por distintas razones que van del voto útil a la reacción al abandono de su anterior partido aunque hay un factor determinante que vive en Waterloo. Antes hablaba de las hazañas históricas murcianas pero hay algo por encima del amor a Murcia en los murcianos y es el amor a España o a su idea de España. La región ha ido diluyendo su identidad en la de la nación y lo de Cataluña es un problema crítico aquí. Tal vez muchos no lo entendáis pero es así, y esa situación quien la ha explotado, de forma muy demagógica, ha sido Vox que, gracias a Quim Torra, ha dado a uno de cada cuatro votantes razones de peso que ninguno de los otros ha ofrecido, más o menos lo que Bildu ha prometido en sentido inverso en Euskadi logrando resultados similares, pero es Murcia la que focaliza el odio y la burla. Precioso.

No, no son nazis, son votantes de derecha, en la mayoría de los casos buenas personas, que han comprado un mensaje tremendista cuando su partido los ha decepcionado.

Por otra parte se ha de hablar del desconocimiento del antiguo reino que dio dos de los grandes pensadores medievales, san Isidoro (que era de Cartagena) e Ibn Arabi, el místico sufí, al gran político español del siglo XVII, Saavedra Fajardo y al mejor intérprete del Siglo de Oro político, Cascales. Es la región moderna que puede presumir de una escena musical inigualada y de algunos de muchos grandes artistas y escritores. Esa Murcia que se ridiculiza es mucho más que un montón de votantes de Vox, los nuevos indignados (que están en su derecho de votar a quien quieran) máxime cuando quien se mete con Murcia tal vez viva en Andalucía o Madrid, comunidades en las que los de Abascal sí deciden en el gobierno. No todos votamos a Vox, tres de cada cuatro no lo hacemos pero nuestro fallo es no haber contado bien nuestra historia, ni quien somos ni por qué, de repente, somos la región de España de la que más se habla, después de Cataluña, claro. Habrá que ir pensando en todo esto como habrá que pensar en esta tierra tan distinta que puede someter a los votantes de izquierdas a la humillación última: votar al PP para que no gane Vox, y si no al tiempo. Intentar dar respuestas sencillas a asuntos murcianos es muy marciano.

En definitiva, si fuera mucha gente odia a los murcianos no es que los murcianos seamos malos, es que fuera hay mucha gente que es idiota.

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