El accidente del funicular de Lisboa: una cadena de fallos evitables, avisos ignorados y un informe demoledor
Dieciséis personas murieron en el siniestro del Elevador da Glória. La investigación señala numerosas negligencias. Carris despide a su responsable de mantenimiento.

Casi dos meses después del accidente del funicular de Lisboa, la capital de Portugal sigue marcada por la tragedia del Elevador da Glória, uno de los iconos de la ciudad, que el 3 de septiembre, a las seis de la tarde, se precipitó por la empinada Calçada da Glória después de romperse el cable que unía sus dos vagones. En ese trayecto descontrolado hacia la plaza de Restauradores, el vehículo se salió del carril y acabó convertido en un amasijo de hierro. Dieciséis personas perdieron la vida y más de una veintena resultaron heridas en un siniestro que sacudió a todo un país que, con la publicación de un demoledor informe preliminar, ha descubierto una cadena de fallos evitables y advertencias ignoradas.
La investigación preliminar reconstruye con todo detalle los días previos en el Elevador da Glória antes del accidente. Según el informe, el cable principal, pieza esencial del sistema de contrapeso, no estaba certificado para el transporte de personas ni tampoco cumplía con las normas internas que Carris -la empresa pública que gestiona el transporte público de la capital portuguesa- exigía a sus proveedores. El documento, además, señala que los de ese tipo no tenían que haberse instalado con los eslabones giratorios de los extremos, como los que usa el de Lavra, su funicular gemelo.
El informe firmado por el Gabinete de Prevención e Investigación de Accidentes Aéreos y Ferroviarios (GPIAAF) sostiene que el origen de la tragedia se remonta al propio proceso de adquisición del material, fabricado por un proveedor que no figuraba en la lista oficial. El cable se adquirió sin pruebas adicionales ni controles de calidad, pese a que lo exigía el reglamento interno de la compañía. La investigación señala una "acumulación de errores" dentro de Carris y de mecanismos de control "insuficientes o inadecuados" que validarían materiales y tareas sin comprobar sobre el terreno si cumplían las especificaciones.

En la zona donde se produjo la rotura del cable, además, resultaba imposible la realización de inspecciones visuales sin desmontar parte de la estructura del funicular siniestrado, lo que se traduce en que las revisiones se convertían en un mero trámite administrativo. Los registros de la compañía muestran como en intervalos regulares se daban por cumplidas tareas que los técnicos nunca pudieron certificar al no poder acceder al punto exacto del fallo. El sistema parecía controlado, pero operaba a ciegas.
Pese a la gravedad de las conclusiones, el informe reconoce un matiz importante: no se ha podido determinar si el uso del cable no certificado fue la causa directa de la rotura, porque modelos idénticos habían operado sin incidentes durante más de seiscientos días en otros funiculares de la ciudad. Sin embargo, el propio GPIAAF advierte de que el uso reiterado de cables que no cumplían la normativa, sumada a la falta de control, constituye “un riesgo inaceptable” para la seguridad pública. Ese patrón, según los investigadores, revela una tolerancia institucional que convirtió las irregularidades en rutina.
Carris busca un culpable
La publicación del informe preliminar ha provocado una cascada de reacciones en Lisboa. El alcalde, Carlos Moedas, se ha apresurado a dejar claro que la tragedia del Elevador da Glória tuvo un origen “técnico y no político”. En una entrevista concedida a SIC Notícias, el regidor conservador ha asegurado que la investigación “reafirma que la triste tragedia del Elevador da Glória fue provocada por causas técnicas”, en alusión a quienes, durante la campaña de las elecciones municipales del 12 de octubre, insinuaron responsabilidades políticas en la gestión del transporte público.
Moedas, reelegido hace apenas una semana, sostiene que “la responsabilidad política ya está depurada” y que corresponde a los técnicos esclarecer las causas. Sin embargo, su posición no ha disipado las dudas sobre el papel del Ayuntamiento lisboeta en cuanto a la supervisión de Carris, empresa pública de transporte urbano bajo control municipal.
La operadora, por su parte, ha publicado un comunicado en el que asegura que "no tenía conocimiento de ningún incumplimiento en el mantenimiento” del funicular y señala a la subcontrata encargada del servicio desde 2019, MNTC, como posible responsable de no haber cumplido “debidamente” con el contrato, aunque admite que "nunca se le informó" de ese incumplimiento. Al mismo tiempo, la empresa pública ha despedido al director de mantenimiento del Modo Eléctrico, el área que incluye los elevadores y subraya que la compra de los cables se realizó bajo una dirección anterior.
Un patrimonio en suspenso

El Elevador da Glória, inaugurado en 1885, forma parte de la memoria urbana de Lisboa. Su trazado une la plaza de los Restauradores con el Bairro Alto y el mirador de São Pedro de Alcântara, uno de los enclaves más visitados de la ciudad. Tras el accidente, el funicular fue desmantelado y todos los elevadores turísticos de la capital permanecen suspendidos mientras se revisan las medidas de seguridad.
Lo ocurrido ha abierto un debate incómodo en Portugal: cómo preservar un patrimonio histórico sin comprometer la seguridad de los pasajeros. El informe preliminar no determina si el cable defectuoso fue la causa directa de la rotura, pero sí establece que se rompió después de 337 días de uso y que había antecedentes de cables similares instalados durante más de seiscientos días “sin incidentes”.
Esa ambigüedad técnica no atenúa el fondo del problema: un sistema de transporte histórico donde la rutina del mantenimiento, la falta de control y la dejadez institucional convergieron en un mismo punto. En Lisboa, la tragedia del Elevador da Glória ya no es solo un accidente: es el espejo de una ciudad que ahora revisa cómo pudo llegar tan lejos la confianza en un cable equivocado.
