El ataque de Hamás deja en shock a Israel y Tel Aviv replica en Gaza: ¿y ahora qué?

El ataque de Hamás deja en shock a Israel y Tel Aviv replica en Gaza: ¿y ahora qué?

La crisis insólita que estalló el sábado deja muchas incógnitas: si habrá invasión terrestre de la Franja, cuándo se parará a los milicianos en suelo israelí, qué pasa con los rehenes, qué responsabilidades se asumen ante los fallos, cómo va la mediación.

Humo y fuego sobre la Franja de Gaza, la pasada noche, por los ataques de represalias de Israel.Fatima Shbair / AP

50 años después de la guerra de Yom Kippur de 1973, Israel ha sido nuevamente sorprendido por un ataque repentino, un latigazo fiero de Hamás y la Yihad Islámica desde Gaza que es un recordatorio de que la estabilidad en Medio Oriente sigue siendo un espejismo. El oasis es sólo un charco de sangre. Quien piense que el conflicto palestino-israelí es esa historia vieja que sube de temperatura de cuando en cuando desconoce que es una pelea diaria por la tierra, los derechos, la dignidad y la vida, y eso explica que el vaso se haya desbordado. No sorprende que haya pasado, sino el cómo y el cuándo. 

A diferencia de la serie de enfrentamientos con las fuerzas palestinas en Gaza durante los últimos tres años -desde las ofensivas puntuales a las Marchas del Retorno-, en este caso estamos ante un conflicto a gran escala lanzado por Hamás y sus aliados -incluso Irán-, con bombardeos de cohetes e incursiones en el propio Israel, y con israelíes asesinados y capturados. Muchas cosas nuevas, nunca vistas, procedentes de una franja que lleva completamente bloqueada por Israel, por tierra, mar y aire, desde 2007. 

Después del grave conflicto entre Israel y Hamás de 2021, las conversaciones indirectas mediadas por Egipto, Qatar y la ONU ayudaron a conseguir miles de permisos para que los habitantes de Gaza trabajaran en Israel y relajar otras restricciones a cambio de una relativa tranquilidad. Sin embargo, no es suficiente para normalizar las cosas en la franja, ni por asomo. Que el Ejecutivo de Israel le pida a la gente que se vaya porque va a atacar es directamente imposible porque son sus soldados los que lo impiden desde hace 16 años. Ahora se llama a la gente para que evacuen sus casas y luego de dispara, pero los gazatíes no son ucranianos que puedan escapar a países vecinos, como Egipto, que también tiene su frontera cerrada. Les queda la ratonera de la franja. 

El impacto psicológico sobre los israelíes está siendo comparado con la conmoción del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, mientras en Gaza se aguarda el golpe más duro de la respuesta: la ofensiva terrestre, muy delicada teniendo en cuenta que puede haber miles de nacionales israelíes también en peligro. 

Después de que el ejército israelí esté rechazando el ataque palestino inicial -aunque aún hay docenas de choques con milicianos de Hamás en el sur del país, gente no neutralizada desde el sábado-, la cuestión de qué hacer a continuación cobrará gran importancia. Hay pocas buenas opciones para el primer ministro Benjamín Netanyahu, que ha declarado formalmente la guerra y está siendo presionado para que adopte una respuesta militar importante. Ahora mismo, sus aliados de Gobierno son ultranacionalistas y religiosos, lo más duro entre lo duro, pero es que a Netanyahu nunca le ha temblado el pulso para ordenar atacar Gaza. 

Con más de mil muertos sobre la mesa -mil muertos, en dos días, hay que leer el dato varias veces para encajarlo- no se puede descartar una invasión israelí de Gaza e incluso una reocupación temporal del territorio, algo que los sucesivos gobiernos israelíes han tratado de evitar, desde que la zona quedó liberada en 2005, bajo el mandato de Ariel Sharon. No hay invasión terrestre en Gaza desde la ofensiva de 2014, Margen Protector, que dejó 2.300 palestinos y 71 israelíes muertos (la mayoría, 66, soldados precisamente enrolados en la ofensiva por tierra). 

El Washington Post da por hecha esta ofensiva terrestre en las próximas horas, pero el principal problema son los rehenes. Es esta una situación táctica excepcionalmente difícil para Israel. La presencia de secuestrados israelíes retenidos a punta de pistola cerca de la frontera presenta un delicado dilema en el que no hay opciones fáciles. Una operación de rescate por parte de las Fuerzas Especiales es una opción obvia y las FDI (Fuerzas de Defensa de Israel) han dicho que ya están desplegadas en más de un lugar. El riesgo, en ese caso, es que los captores maten a los cautivos antes de que los rescatistas puedan alcanzarlos.

La negociación es la otra opción, pero es difícil ver que esto suceda en una atmósfera tan febril, donde el número de muertos en ambos lados sigue aumentando cada hora. La única negociación abierta ahora mismo es la que intenta Egipto, territorio fronterizo de los dos enfrentados y tradicional mediador en las ofensivas previas. 

Como dijo Netanyahu a los israelíes al declarar la guerra: "Les llevaremos la lucha con un poder y una escala que el enemigo aún no ha conocido", añadiendo que los grupos palestinos pagarían un alto precio. EEUU ya le está mandando armamento para ello, pero con cuidado, porque el Congreso tiene aún por aprobar el presupuesto, se acaba de evitar por los pelos un cierre de Gobierno y también hay voces críticas en el Partido Demócrata que plantean, al menos, escuchar las necesidades de los palestinos. Tampoco es la mejor la relación entre Biden y Netanyahu, aunque ante una de estas, esa enemistad se aparca.

Sin embargo, una guerra importante podría tener consecuencias imprevistas. Es probable que produjera bajas palestinas considerables (tanto civiles como combatientes, unas más explicables que otras de cara a la comunidad internacional) perturbando los esfuerzos diplomáticos del presidente de EEUU, Joe Biden, y el propio Netanyahu para lograr el reconocimiento saudí de Israel a cambio de garantías de defensa de la Casa Blanca

También habría presión sobre Hezbollah, la organización chií libanesa respaldada por Irán que controla el sur del Líbano, para que abra un segundo frente en el norte de Israel, como lo hizo en 2006 después de que un soldado israelí fuera capturado y hecho prisionero en Gaza. Ya ha habido ataques sueltos este fin de semana, sin daños reseñables, respondida por Tel Aviv, por unas Fuerzas Armadas desbordadas por los distintos frentes y en shock por la incapacidad de hacer frente en tiempo y forma a lo ocurrido en el sur, algo que le está granjeando críticas entre su propia población. El frente norte se puede calentar también, como suele, haciendo que arrecie la tormenta perfecta. 

Y no hay que olvidar los otros territorios palestinos ocupados, Jerusalén Este y Cisjordania, donde se estaban dando ahora picos de violencia desconocidos desde la Segunda Intifada, por una suma de cansancio y rebeldía amasada en 75 años de conflicto. 

Irán, un enemigo jurado de Israel, es un importante respaldo de Hamás y de Hezbolá, a la vez, y ha proporcionado a ambos grupos armas e inteligencia. Esta madrugada, The Wall Street Journal publica justamente que los ayatolás habrían ayudado a Hamás en esta andanada

Un policía israelí cubre el cuerpo de un miliciano de Hamás muerto cerca de Ashkelon, el 7 de octubre.AP Photo/Ohad Zwigenberg

El conflicto unirá también a Israel detrás de su Gobierno, al menos por un tiempo, con la oposición cancelando sus manifestaciones planeadas contra los cambios judiciales propuestos por Netanyahu y obedeciendo el llamamiento a los reservistas para que se sumen a sus Fuerzas Armadas. Los mismos reservistas que han sido troncales en las protestas callejeras desde hace siete mese largos. Este todos a una le dará a Netanyahu "toda cobertura política para hacer lo que quiera", como ha dicho Natan Sachs, director del Centro de Política para Medio Oriente de la Brookings Institution, al New York Times

El premier ha ofrecido a los partidos más centristas un Ejecutivo de emergencia y unidad nacional por un tiempo, para salir de esta, con lo que sumaría bajo su manto a sus acérrimos enemigos, los que le quitaron el cargo poco poco tiempo. Si eso cuaja, Bibi volverá a estar protegido, porque es una crisis nacional de primer orden, pero ¿hasta cuándo? ¿En qué grado? ¿Asumirá alguna parte de responsabilidad después de que no hay funcionado ni el Ejército ni la inteligencia ni la Cúpula de Hierro a pleno rendimiento? 

Netanyahu ha rechazado en el pasado los llamamientos para enviar miles de tropas a Gaza para intentar destruir a grupos armados palestinos como Hamás, dado el coste y la inevitable pregunta de qué sucederá el día después. Los halcones lo reclaman ahora más que nunca, pero es verdad que el impacto en la población, que ha visto a sus seres queridos asesinados o secuestrados por Hamás, o que han tenido que escapar de sus casas por miedo, como en una película de terror, puede cambiar las cosas. 

Casi todos los años hay operaciones militares israelíes limitadas en los territorios ocupados, especialmente en Gaza, pero no han aportado ninguna solución. Nada. Destrucción y muerte y fin. El statu quo que beneficia a Tel Aviv se ha mantenido y ni los palestinos han logrado más derechos o avances en su estado ni Israel, como tal, ha sufrido más desgaste que el habitual de levantamientos o ataques puntuales. Pero esto tiene otra naturaleza. Una operación definitiva para acabar con las milicias no se ve en el horizonte, es una guerra muy larga y hay prensa de EEUU que enfatiza que Washington ha pedido que se acabe pronto con este incendio, que le trastoca los planes, por más que en público hable de contienda larga. 

Israel y Netanyahu se han mostrado cautelosos a la hora de enviar fuerzas terrestres a Gaza. Incluso en 2002, cuando Ariel Sharon era primer ministro y las fuerzas israelíes aplastaron un levantamiento palestino en Cisjordania, el Gobierno decidió evitar enviar fuerzas adicionales significativas a Gaza, donde entonces tenía asentamientos israelíes.

Israel retiró unilateralmente a sus soldados y ciudadanos de Gaza en 2005, manteniendo al mismo tiempo el control efectivo de gran parte de la Cisjordania ocupada. El fracaso de esa retirada para asegurar cualquier tipo de acuerdo de paz duradero ha dejado a Gaza como una especie de huérfana, en gran medida aislada de otros palestinos en Cisjordania y casi completamente aislada tanto por Israel como por Egipto, que controlan las fronteras y la costa de Gaza. Los palestinos suelen llamar a Gaza "la mayor prisión al aire libre del mundo".

Después de la retirada israelí de Gaza y el conflicto de 2006, una lucha interna entre el movimiento Fatah del presidente palestino, Mahmoud Abbas, y el movimiento islamista más radical Hamás terminó con la toma de control del territorio por parte de Hamás en 2007, tras unas elecciones, lo que llevó a Israel a intentar aislar aún más a Gaza.

Incluso en un conflicto prolongado de 2008 y 2009, las fuerzas israelíes entraron en Gaza y sus centros de población, pero optaron por no adentrarse demasiado en el territorio ni volver a ocuparlo, con un alto el fuego mediado por Egipto después de tres semanas de guerra.

Los sucesivos gabinetes israelíes insisten en que, tras la retirada de 2005, ya no tiene responsabilidad sobre Gaza. Pero dado el control de Israel sobre las fronteras y su abrumadora ventaja militar, muchos grupos como B'Tselem, que monitorea los derechos humanos en los territorios ocupados, argumentan que Israel conserva importantes responsabilidades y obligaciones legales para Gaza según el derecho internacional humanitario.

Cuerpos de civiles israelíes en Kfar Azza, asesinados por milicianos palestinos.AP

Si bien Hamás no ha dejado claro por qué decidió atacar ahora, puede ser una respuesta a los crecientes vínculos de Israel con el mundo árabe, en particular con Arabia Saudí, que ha estado negociando un supuesto tratado de defensa con EEUU a cambio de normalizar sus relaciones. relaciones con Israel, potencialmente en detrimento de los palestinos. Justo cuando se cumplían 50 años de la última gran guerra en la región, la de Yom Kippur, y cuando al otro lado de la frontera estaban en fiestas, la de los Tabernáculos. 

Así que la tesis general es que la respuesta de Israel a los ataques de este fin de semana probablemente será de una escala que retrasará los esfuerzos de Estados Unidos para la normalización saudí-israelí, si no los torpedea por completo. Arabia no ha reconocido a Israel desde su fundación, en 1948, y hasta ahora había señalado que ni siquiera consideraría normalizar las relaciones hasta que Israel aceptara permitir la creación de un Estado palestino.

Pero recientemente, incluso el gobernante de facto del reino, el príncipe Mohammed bin Salman, ha hecho públicas afirmaciones de que algún tipo de acuerdo con Israel parecía plausible. En una entrevista con Fox News el mes pasado, dijo que hablar de normalización era "por primera vez real". El cambio radical en Oriente Medio que busca Biden puede quedar inmediatamente bloqueado o, como poco, en seria duda. Cómo lo va a vender Riad cuando hay miles de "hermanos palestinos" muertos sobre la mesa.

Hay quien afirma que Hamás buscaba eso, tumbar el pacto, pero quizá sus objetivos puedan ser más simples: tomar rehenes para liberar a prisioneros palestinos tanto de Cisjordania como de Gaza en cárceles israelíes. Muchos de los suyos, muchos de otras milicias y, dicen en Palestina, incluso nombres de peso, como el de Marwan Barghouti, líder de la Segunda Intifada, conocido como el Mandela palestino, en prisión y el rostro que verdaderamente podría unir a todas las facciones, de Cisjordania a Gaza, pasando por Jerusalén Oriental y el exilio -hay cinco millones de refugiados palestinos en el mundo-.

Hamás también se había sentido frustrado por las cantidades de dinero que llegaban a Gaza desde los países árabes y las restricciones a los trabajadores para obtener permiso para trabajar en Israel. Este golpe es una manera de recordar tanto al mundo árabe como a Israel que Gaza existe, que sufre cada día y que hay quien está dispuesto a luchar por ello, desde el terror en este caso. Y ha usado un elemento simbólico para bautizar su operación: la Mezquita de al-Aqsa,el tercer lugar más sagrado del Islam y también es el lugar más sagrado para los judíos, que lo llaman Monte del Templo. De enorme sensibilidad. 

El conflicto es latente, diario, aunque en esta ocasión Israel, acostumbrado a lidiar con lo soterrado, ha pecado de exceso de confianza, complacencia y falta de voluntad a la hora de entender y prever que este escenario era posible. Habrá que depurar muchas responsabilidades, pero será luego. 

Ahora todo quema y todo sangra.