Lo que busca Ucrania con su andanada sobre Crimea: ¿reconquista o aislamiento?

Lo que busca Ucrania con su andanada sobre Crimea: ¿reconquista o aislamiento?

Barcos y submarinos destrozados, radares invalidados, sistemas de defensa aérea destrozados, diques inservibles... Los de Zelenski hacen daño con sus drones y sus misiles en la península invadida por Rusia desde 2014. 

El gobernador de Sebastopol, Mikhail Razvozhaev, ante un edificio alcanzado por un ataque en el astillero de su ciudad, el pasado 13 de septiembre.AP

Hace un mes, el presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, anunció que se iba a llevar a cabo un "plan minucioso" para recuperar Crimea, suelo patrio ocupado por Rusia desde el año 2014. No dio detalle alguno al respecto, como manda la prudencia de la guerra, pero sí garantizó que cuando la bandera del tryzub vuelva a ondear en la península se aplicarán ambiciosos planes económicos y sociales de recuperación. 

Desde entonces, han hablado los hechos: Kiev ha lanzado una andanada contra Crimea insólita en los 19 meses de invasión. El hecho más grave, este pasado viernes, fue un ataque con misiles contra el Estado Mayor de la Flota del mar Negro en Sebastopol. No se sabe cuántos misiles se lanzaron ni cuántos se pararon; no se saben los daños, sólo que el incendio fue mayúsculo. Fue el tercer ataque contra Crimea en un lapso de apenas siete horas, de consecuencias aún por conocer. 

Lo que no queda claro es si Zelenski busca ya la liberación total, como ha prometido desde el primer día -"De este ataque saldremos con toda nuestra patria recuperada, también la ocupada hace nueve años"- o estamos ante una fase intermedia, parte de la ofensiva general de reconquista del terreno perdido -aproximadamente un 20% del país-, que anhela ante todo aislar la zona. Los analistas, por ahora, se inclinan por esta última lectura porque abordar ahora la recuperación total de la península es una guerra en sí misma complicada de abordar cuando hay frentes abiertos tan importantes como los del este y el sur ucranianos.

Crimea es una auténtica fortaleza rusa, blindada a conciencia en estos años de ocupación, por lo que no es fácil hacerse ilusiones con ninguno de los dos planes. Y, sin embargo, los de Vladimir Putin están viendo resentidas sus defensas en las dos últimas semanas, mostrando una debilidad no conocida desde aquel 2014, lo que infunde esperanzas a su adversario.  

Lo que Kiev ha hecho

Las novedades de la ofensiva sobre Crimea son múltiples. La primera es la apuesta decidida en sí por este flanco, hasta ahora esporádicamente atacado por el Ejército ucraniano por estar tremendamente protegido. La segunda es la intensidad del ataque en sí, con herramientas más capaces a la hora de hacer daño y con mayor alcance de pegada. La tercera es la diversidad de las armas empleadas, tanto aportadas por los aliados occidentales como desarrolladas en suelo ucraniano, un "enorme orgullo", en palabras de Zelenski. Y la cuarta es la mejora en inteligencia y vigilancia que denotan los golpes. Todo ello busca destruir la capacidad rusa de defender Crimea, lo que Kiev intenta hilo a hilo. 

En estas dos semanas de intensidad al alza, destaca el ataque perpetrado contra la flota ocupante en Sebastopol, su base más importante en el mar Negro. Las imágenes satelitales, independientes, constaron que dos buques rusos habían sido alcanzados, se veían carbonizados por las llamas. Kiev dijo que los había neutralizado, afirmación avalada por el Ministerio de Defensa de Reino Unido, que en sus reportes del conflicto confirmó que "el buque de desembarco Minsk y el submarino tipo 636.3 Rostov del Don fueron alcanzados mientras eran sometidos a labores de mantenimiento"; el primero estaba "destruido funcionalmente" y el segundo tenía "daños catastróficos". Es la primera vez que Ucrania consigue golpear un sumergible en lo que llevamos de guerra. 

El exitoso ataque fue combinado: primero los drones domésticos ucranianos golpearon, cegando a las defensas rusas, y luego los misiles de crucero de largo alcance donados por Reino Unido y Francia (los Storm Shadow y los SCALP), con posibilidad de alcanzar objetivos a 250 kilómetros. Su uso sólo ha sido insinuado por los de Zelenski, pero apuntado por inteligencias como la británica y la norteamericana. Rusia dijo que había logrado parar siete de los diez misiles enviados, pero los tres restantes hicieron diana. No confirmó dónde pero sí que los buques afectados iban a ser reparados. 

Igualmente importante ha sido el ataque al norte de Sebastopol, en Eupatoria, una zona costera a 64 kilómetros. También en este caso fueron primero los drones y luego los misiles, se cree que los Neptune, ucranianos. Dicen los ocupados que han destrozado un sistema ruso de defensa antiaérea S-400 Triumf, que está valorado en 600 millones de dólares. El periódico Ukrainska Pravda asegura que lo destruido por Ucrania asciende a 1.200 millones de dólares en pérdidas, por lo que podría haber destruido dos sistemas S-400 completos. Sería la segunda vez en el mes de septiembre que Ucrania destruye una defensa así, pero esta es más importante porque muy cerca del punto de impacto están desplegadas varias unidades militares y está próximo el aeródromo militar de Saka. 

Pero es que hay más: Ucrania ha reivindicado el ataque y reconquista de las llamadas Boyko Towers, un conjunto de plataformas de perforación de gas en el mar Negro con las que Putin se hizo en 2015, entre Crimea y Odesa, que se han usado también en estos años como punto de instalación de radares militares, para ampliar la cobertura de la vigilancia rusa en la zona. Este ataque en alta mar, que se hizo con drones marítimos experimentales, permitirá a Kiev lanzar más ataques y operaciones anfibias.

La inteligencia británica también ha destacado que con los ataques ucranianos se ha hecho daño en los diques secos de la zona, vitales para el mantenimiento de la flota rusa en en mar Negro. Defensa cree que estará fuera de servicio "por muchos meses". A ello se suman los "incendios constantes" en diversos puntos de Sebastopol, intereses militares todos ellos, que se llevan produciendo desde mediados del verano, constata el Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW), radicado en Estados Unidos. 

Paso a paso

Anne Claessen, colaboradora del Real Instituto Superior de Defensa belga, explica que todos esos logros "no quieren decir que se vaya a liberar Ucrania pronto". "Es una zona donde Rusia tiene muchas reservas aún, de los 32.000 efectivos que Kiev decía que tenía antes de la invasión del año pasado y de artillería, sobre todo", y donde podría haber armas nucleares. Ahora el ritmo "se ha intensificado y también la fuerza de golpeo y la sofisticación", pero ya en agosto de 2022 Ucrania acabó con nueve aviones rusos atacando la ciudad de Saky y en octubre de ese año se atacó el puente de Crimea (o de Kerch) con una explosión.

La vía de ir a por las defensas aéreas le parece que puede causar "verdaderos problemas" a Rusia, más aún si acaban llegando los misiles balísticos tácticos ATACMS de EEUU, que la Administración Biden parece ahora dispuesta a liberar, tras meses de ruegos de Zelenski.

"Parece más un intento de estrangular, de debilitar, porque cada ataque exitoso facilita el siguiente y despeja el camino", añade. La prioridad, a su entender, sería dejar desconectada una península que es "esencial para Moscú, como base aérea y naval, como zona de concentración de tropas y de campos de entrenamiento", que necesita forzosamente la conexión por tierra que ahora tiene con Rusia para no perder su "avituallamiento y suministro". 

Oleksii Danilov, secretario del Consejo de Seguridad Nacional y Defensa de Ucrania, ha indicado estos días que están empleando "todas las medidas" a su alcance para sacar a Rusia de Crimea, "pero si los rusos no abandonan la zona por su cuenta, tendemos que hacerlos desaparecer". Eso, para la experta, será en una fase posterior. Lo que sobre todo necesita Kiev es "liberar la costa del mar de Azov y cortar el valioso corredor terrestre" que une Crimea con la Federación Rusa y también impedir el tránsito por el puente de Kerch, muy defendido, que lleva casi un año siendo objeto de ataques ucranianos de media escala. El Ministerio de Defensa de Ucrania ha dicho en repetidas ocasiones que esta infraestructura es su diana porque perderla sería "catastrófico" para Moscú, mientras que a ellos les daría un "importante" impulso.

El coronel español retirado Manuel Gutiérrez comparte la visión de que estamos "a algo a mitad de camino de la toma" de Ucrania, en la que ve los mismos obstáculos que la anterior experta. "Estamos en el punto intermedio, hay más capacidad de alcanzar objetivos rusos relevantes, a más distancia y con daños permanentes. Eso no va a devolverles el territorio de inmediato ni a acabar la guerra, pero sí a demostrar que Rusia está débil y que Ucrania, en cambio, tiene capacidad de golpear", sostiene. 

A su entender, "aislar Crimea" es un buen plan. "Por más que la meta sea liberar todos los territorios ocupados desde 2014, hay pasos que dar en el medio y corto plazo que no puede ser ese, aún. No de golpe. El cierre del corredor terrestre puede hacerse desde el sur, por Zaporiyia, o más al oeste. Sería de gran valor estratégico, porque dejaría como una isla al portaaviones general de Rusia en el mar Negro y a la base de su logística", incide. 

Habla de ciudades clave como Maritopol y Berdiansk, donde los combates son encarnizados y donde "cortar las líneas de suministro sería clave". "Establecer el dominio del noroeste del mar Negro y debilitar las oportunidades logísticas rusas parecen iniciativas más a la mano que la reconquista en sí", indica. 

En el caso del armamento, se detiene en enfatizar la importancia de que Ucrania esté fabricando sus propios aparatos, que son menos de los que Putin puede comprarle a Irán, "pero más efectivos" en la península y recuerda que en agosto, por primera vez, una unidad de las tropas especiales ucranianas pisó suelo de Crimea, en el extremo occidental, una operación relámpago "en la que Kiev dijo que se habían cumplido todos los objetivos, sin detallar cuáles eran". 

Añade que Rusia está "perdiendo sistemas de radar críticos" para prevenir ataques, que son "costosos y difíciles de reemplazar" y, como consecuencia de esa desprotección, ya se han detectado "movimientos de barcos que se dispersan en busca de más seguridad". Y también recuerda que los tártaros de Crimea, opositores a Putin, se han hecho fuertes a la hora de "pasar información y hacer ataques internos, sobre todo sabotajes, cuya efectividad no hay que perder de vista". 

Sin embargo, insiste en la "capacidad de protección de Rusia" para abordar esta andanada, con tres niveles de defensa, zanjas, dientes de dragón y minas en toda la zona. Los avances de la contraofensiva ucraniana, de tres meses largos, está rompiendo la primera línea en algunos puntos, pero queda mucha tela por cortar. 

El valor de Crimea

Para Moscú, Crimea es una línea roja que no se puede franquear. Es un territorio propio, parte de su "patria histórica", que por razones identitarias y legales, dice, debe estar bajo su manto. Se aferra a un refrendo nada ortodoxo, convocado con los ocupantes armados en las calles, en el que el casi el 97% de los ciudadanos avaló el ingreso del territorio en la Federación de Rusia. Una decisión "democrática", en palabras de Putin, que defenderá como sea, dejando caer la amenaza nuclear. 

Para Kiev, lo que hubo fue un golpe de estado por el que se le robó un trozo de tierra propio, impuesto por la presencia rusa que seguía estando en la zona gracias a la base crucial de Sebastopol, una región que debe volver a su soberanía y a sus fronteras y que aspira reconquistar. Ir a por ella supone, sin duda, una escalada en la contienda, como ya se está viendo. 

Importa Crimea por el número de soldados y bases rusas que alberga, por ser una zona de lanzamiento de ataques para Rusia que le permite llegar a las puertas de la Unión Europea y la OTAN, con el poder amedrentador que eso tiene, por su papel clave en el control del abastecimiento de las tropas rusas en la zona, porque desde ahí Moscú puede bloquear el paso de barcos ucranianos, civiles o militares

Zelenski se ha negado a jugar con Crimea como una carta para negociar en una hipotética y lejana mesa de negociaciones, cuando hay quien en Occidente le anima a que la deje un poco de lado; total, lleva años ocupada. En Kiev se indignan con esa visión. Entienden que cualquier acuerdo que no les devuelva el control de la península indicaría a otras potencias beligerantes que se pueden tolerar apropiaciones de suelo soberano, sentando un precedente peligroso en el siglo XXI.

Al menos, por ahora su plan forma parte de esa ofensiva general que se niega a dar por estancada, Habla de logros lentos pero seguros y censura que quien se queja de su ritmo no entiende esta guerra y su naturaleza y dinámicas. Esta misma semana ha reclamado en la Asamblea General de la ONU que nadie en el mundo pierda de vista a Putin y, también, que no deje de llegar ayuda internacional. Eso es lo que desea el Kremlin, cansar a los aliados. 

Por delante, un otoño lluvioso que, dicen los expertos, afectará menos al campo de batalla este año, porque el tipo de maniobras que se están acometiendo discurren en poco terreno, donde el barro es menos obstáculo. Habrá inconvenientes en combustibles, municiones o alimentos en el frente, pero no muy severos, espera Kiev. Porque, sobre todo, lo que quiere es que antes lleguen las armas definitivas que le permitan darle la vuelta a la invasión. Empezando por los F16.