El centrista Rodrigo Paz, nuevo presidente de Bolivia
La inédita segunda vuelta marca un hito democrático en el país andino que pone fin a 20 años de hegemonía del bloque izquierdista y redefine el equilibrio político en Sudamérica.
Bolivia ha elegido al centrista Rodrigo Paz Pereira para poner fin a la hegemonía de veinte años del bloque izquierdista y, después de de ganar una inédita segunda vuelta en el país, el candidato del Partido Demócrata Cristiano (PSD) será el nuevo presidente. Paz Pereira, que se enfrentaba al conservador Jorge “Tuto” Quiroga, ha logrado el 54,53% de los votos frente al 45,2% de su rival, según ha dado a conocer el Tribunal Supremo Electoral (TSE), cuando los resultados ya reflejaban "una tendencia que parece ser irreversible".
El triunfo de Paz, de 58 años, supone un giro político histórico en un país gobernado casi ininterrumpidamente desde 2006 por el Movimiento al Socialismo (MAS). Economista de formación, exalcalde de Tarija, ciudad ubicada al suroeste del país, e hijo del expresidente Jaime Paz Zamora, el nuevo mandatario hereda una Bolivia cansada de años de inflación disparada, escasez de combustible y la caída en picado de las exportaciones de gas, el principal motor de la economía boliviana.
El nuevo presidente ha prometido un modelo de “capitalismo para todos”, una fórmula que combina incentivos fiscales, créditos baratos y autonomía financiera para las regiones, con la que busca mantener los programas sociales del MAS pero apostando por el crecimiento impulsado por la iniciativa privada. “Vamos a construir una economía para la gente, no un Estado que lo controle todo”, afirmó en la recta final de campaña.
Los desafíos que hereda Rodrigo Paz Pereira
Bolivia atraviesa la peor crisis económica en una generación: el precio del combustible se ha disparado, los fondos estatales escasean y la empresa pública de hidrocarburos ha reconocido dificultades para conseguir divisas con las que importar carburante. En este contexto, Paz ha prometido garantizar el suministro “dentro de los primeros días de gobierno” mediante acuerdos de pago diferido con proveedores y un plan gradual para reducir los subsidios universales. Según explicó a Reuters, el objetivo es que “el mercado ajuste precios, pero con apoyo estatal a los sectores más vulnerables hasta que la economía se reactive”.
Su candidatura, inicialmente infravalorada por las encuestas, despegó gracias a una conexión inesperada con las clases populares y al empuje de su compañero de fórmula, el expolicía Edman Lara, una figura mediática que se hizo viral en TikTok denunciando casos de corrupción. Su estilo populista y su presencia en redes ayudaron a atraer el voto joven y obrero, tradicionalmente ligado al MAS. Esa combinación, junto al cansancio social con el oficialismo y la desconfianza hacia las recetas de austeridad de Quiroga, resultó decisiva.
Paz, que asumirá el cargo el 8 de noviembre, llega al poder con un Congreso fragmentado: su partido contará con 49 de los 130 escaños en la Cámara de Diputados y 16 de los 36 en el Senado, lo que le obligará a pactar para aprobar reformas. El propio candidato admitió durante la campaña que su gobierno requerirá “construir acuerdos amplios y transversales” para sostener la gobernabilidad.
El desafío, sin embargo, no es solo económico. La Central Obrera Boliviana (COB) ya ha advertido de que no tolerará retrocesos en los derechos laborales ni en los logros sociales alcanzados bajo los gobiernos del MAS, un recordatorio de que la calle sigue siendo un actor de poder. A ello se suma la presión de las regiones productoras, que reclaman mayor participación en la gestión de recursos y una redistribución más equitativa del presupuesto nacional.
En el plano internacional, Paz ha anunciado su intención de recomponer las relaciones con Estados Unidos y la Unión Europea, tras años de acercamiento a Rusia y China. “Bolivia necesita abrirse al mundo”, afirmó, al tiempo que insistía en no depender “de ningún banco internacional”. Su moderación ideológica podría recolocar al país en un eje más centrista dentro del tablero sudamericano, tras los recientes virajes políticos en Argentina, Chile y Paraguay.
Una transición en marcha
La inédita segunda vuelta en las elecciones presidenciales de Bolivia se ha desarrollado con normalidad y sin incidentes de consideración, segúnel Tribunal Supremo Electoral. Las mesas de votación abrieron a las ocho de la mañana y cerraron a las 16:00 horas, en horario local, después de ocho horas de sufragio. En total se habilitaron más de 34.000 mesas en las nueve regiones del país, con un nivel de participación estimado entre el 85% y el 89%, una de las cifras más altas de las últimas décadas.
El Sistema de Transmisión de Resultados Preliminares (Sirepre) empezó a difundir los primeros datos a las 20:00 horas y, con el 97,68 % de las actas computadas, confirmó la ventaja de Paz Pereira sobre Quiroga. Los votos válidos representaron el 94,56% del total, mientras que los blancos y nulos alcanzaron el 0,75% y el 4,69%, respectivamente.
Paz Pereira tomará posesión el 8 de noviembre ante la Asamblea Legislativa Plurinacional, en una ceremonia que marcará oficialmente el fin de los veinte años de gobiernos del Movimiento al Socialismo (MAS). Ese día, Bolivia estrenará una nueva etapa política, con un presidente que promete reconciliación, estabilidad y una economía “para la gente”, pero que hereda un país dividido, impaciente y con una crisis que no espera.