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Srebrenica para desmemoriados: así fue la mayor masacre en Europa desde la Segunda Guerra Mundial

Srebrenica para desmemoriados: así fue la mayor masacre en Europa desde la Segunda Guerra Mundial

En tiempos en los que se pone en tela de juicio la propia definición de genocidio, la matanza de 8.372 bosnios musulmanes a manos de mandos serbobosnios cumple 30 años señalándole al mundo lo que fue y lo que es. Ante la negación, los hechos. 

Mujeres musulmanas bosnias lloran junto a un ataúd durante el funeral de 775 víctimas recién identificadas en el Centro Conmemorativo Potocari de Srebrenica, el 11 de julio de 2010.FEHIM DEMIR / EPA / EFE

"El mundo está en llamas. Impera el odio. No se ha aprendido nada". La presidenta de la asociación Madres de Srebrenica, Munira Subašić, explicaba hace unos días en las Naciones Unidas, desolada y rabiosa, lo que siente cuando se cumplen 30 años del genocidio que arrasó su ciudad mientras se cometen nuevas matanzas "en Palestina y en Ucrania". La comunidad internacional juega con las palabras, según sus conveniencias geopolíticas, pero un puñado de mujeres que perdieron a sus hijos, sus maridos o sus padres, podrían explicárselo todo fácil con un paseo por el centro memorial de Potoçari, donde están enterrados los suyos. No todos. A veces a trozos. Ese es el mal absoluto. Y ese es el mal que no dejamos de repetir, tres décadas después. 

La matanza de Srebrenica acabó con la vida de 8.372 varones bosnio-musulmanes, que fueron asesinados por unidades serbobosnias en lo que la Justicia Internacional calificó años después como "genocidio", sin medias tintas. Se convirtió en la mayor masacre en Europa tras la Segunda Guerra Mundial, la peor atrocidad en la memoria reciente del viejo continente. En la Europa blanca, a la vuelta de la esquina. 

Los hechos

Fueron apenas cinco días de julio. Cinco días para lo inconcebible. El 11 de julio de 1995, las fuerzas serbobosnias irrumpieron en el enclave de Srebrenica, en Bosnia oriental, que desde 1993 tenía estatus de "zona protegida de la ONU", donde se habían refugiado miles de civiles bosnio-musulmanes. La guerra azotaba la antigua Yugoslavia desde hacía dos años y se intensificaba, lejos de solventarse. Llegó a los más de 100.000 muertos. Tanto el ejército como milicianos armados más señores de la guerra locales se aliaron para vaciar y limpiar la zona, para no dejar ni uno de sus adversarios. 

Cuando acabó la razia, más de 8.300 bosnio-musulmanes, en su gran mayoría hombres y niños varones, pero también algunas mujeres y bebés, fueron asesinados. Esta matanza fue el mayor crimen cometido durante la guerra de Bosnia-Herzegovina, que además de las muertes se acompañó del desplazamiento forzoso de miles de ciudadanos, en su mayoría mujeres, menores de edad y ancianos. Los supervivientes hablan de redadas masivas de detenidos, en su mayoría heridos o turturados, que eran subidos a la fuerza en autobuses (más de 60), llevados a zonas boscosas y exterminados, con sus manos atadas, con sus ojos tapados. Acabaron en fosas comunes, más tarde removidas para que, una vez acabada la guerra y comenzada la fase de recopilación de pruebas para que alguien pagase por lo perpetrado, no se pudieran encontrar los cuerpos. 

Este drama no fue un caso aislado, sino la culminación de una campaña más amplia de limpieza étnica contra los bosníacos (bosnio-musulmanes) en Bosnia. Por eso, la Corte Internacional de Justicia (CIJ), el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia (TPIY) y el Tribunal de Bosnia y Herzegovina determinaron entre 2004 y 2007 que los crímenes cometidos en Srebrenica tenían carácter de "genocidio". En 2024, la Asamblea General de la ONU declaró el 11 de julio como Día de Conmemoración del Genocidio de Srebrenica, reafirmando así su carácter de genocidio.

Unos 300 cascos azules neerlandeses que debían proteger la zona no lograron ofrecer resistencia ante la irrupción de las fuerzas serbias, que habían concentrado unos 15.000 soldados en torno al enclave, donde en ese momento había unas 40.000 personas, muchas de ellas desplazados y refugiados. En 2019, el Tribunal Supremo de Países bajos decretó que sus uniformados habían sido responsables de este genocidio en un 10%, porque debieron haber ofrecido a los hombres bosnios que llegaron a su base la posibilidad de refugiarse y evitar la persecución. 

Los cascos azules habían solicitado apoyo aéreo de la OTAN, pero los ataques de los aviones aliados contra las posiciones serbias fueron suspendidos ante la amenaza de los serbobosnios de ejecutar a los neerlandeses capturados. Cedieron. Cooperaron. En julio de 2022, el Gobierno neerlandés pidió perdón a todas las víctimas y supervivientes del genocidio por "la incapacidad de la comunidad internacional para brindar asistencia adecuada al pueblo de Srebrenica".

Aunque no se ha demostrado ni admitido sin lugar a dudas, es muy probable que la comunidad internacional conociera los planes concretos de limpieza étnica en Bosnia oriental durante el verano de 1995 y los aceptara tácitamente como el precio a pagar por el éxito de las negociaciones de paz, aunque quizás nadie a nivel internacional previó el genocidio en aquel momento.

Las ejecuciones fueron seguidas de una ocultación sistemática de las pruebas, de forma que los cuerpos a menudo fueron destrozados y trasladados a fosas comunes secundarias y terciarias. Pero más pruebas había de lo perpetrado. 

Investigadores del Tribunal Internacional de Crímenes de Guerra trabajan en una fosa común con restos de más de 100 personas en Pilica, el 18 de septiembre de 1996.ODD ANDERSEN / EPA / EFE

El recuerdo y el olvido

30 años después de aquella barbarie, este viernes han sido serán enterrados en el cementerio del Centro memorial Potocari los restos mortales de siete víctimas más, mientras que continúa la búsqueda de los restos de más de otras mil víctimas de la masacre. Los primeros enterramientos formales, una manera de restituir a las víctimas, se hicieron en 2003, con más de 600. Ya hay 6.700 enterrados y hay varios centenares más de identificados, pero hay familias que prefieren no enterrar sus restos aún porque están incompletos. Se trabaja con la certeza de que habrá personas que, si son encontradas, nunca podrán ser identificadas, porque todos sus allegados fueron también asesinados y no hay vivos con quien comparar una simple muestra de ADN. 

Hasta ahora, 54 personas han sido condenadas a penas de cárcel, incluidas cinco cadenas perpetuas, por delitos relacionados con el genocidio de Srebrenica. Entre otros, el entonces presidente serbobosnio Radovan Karadzic y el comandante del Ejército serbobosnio Ratko Mladic, fueron condenados a cadena perpetua.

El principal objetivo de las fuerzas serbobosnias durante la guerra, según el TPIY, fue crear territorios serbios étnicamente homogéneos en zonas que reclamaban para un ente autónomo, que acabó siendo la actual República Srpska, uno de los dos entes en Bosnia. El mismo tribunal declaró a Serbia culpable de no prevenir el genocidio y de haber violado la obligación de castigar a sus autores.

Según destaca el Centro memorial, el conflicto en Bosnia y Herzegovina fue clasificado por el TPIY como internacional, dada la participación directa de Serbia y el ejército serbo-yugoslavo JNA. De hecho, dos importantes exfuncionarios serbios fueron declarados culpables en 2021 por su participación directa en los crímenes en Bosnia-Herzegovina.

El antiguo Alto Representante internacional para Bosnia Valentin Inzko prohibió en 2021 la negación del genocidio mediante una enmienda al código penal del país balcánico. A pesar de ello, la negación del genocidio y la glorificación de los criminales de guerra persisten por parte de las autoridades de la República Srpska y Serbia. Es hoy uno de los más serios problemas, detectado por el secretario general de la ONU, Antonio Guterres

En una comparecencia de cara a este aniversario, no sólo asume que su organización "falló al pueblo de Srebrenica", que no supo detener aquel resultado de "la política, la propaganda y la indiferencia" mundial, sino que denuncia que, pese a todo lo que hoy se sabe, se sigue negando esa realidad por parte de las autoridades serbias. "Hago un llamamiento a todos los Estados miembros para que cumplan con su responsabilidad compartida: defender las lecciones de Srebrenica, preservar la verdad histórica y proteger la dignidad humana. Hagamos frente a la negación con la verdad y a la impunidad con la justicia", instó. Habló de "revisionismo" y de "delitos de odio" al alza. 

Una tripulación de un vehículo armado serbobosnio circula por las calles desiertas de Srebrenica, el 16 de julio de 1995.Igor Dutina / EFE / EPA

Cómo están las cosas

Desde el Acuerdo de Paz de Dayton (EEUU) en 1995, Bosnia está dividida en dos entidades territorialmente aproximadamente iguales, la Federación (bosníaco-croata) y la República Srpska (serbia). Las dos entidades están conectadas por un gobierno central débil y el Alto Representante Internacional tiene amplios poderes como garante del acuerdo de paz.

El actual Alto Representante, Christian Schmidt, acusó en recientes informes enviados a la ONU a las autoridades serbio-bosnias -que no lo reconocen- de estar tomando pasos secesionistas que ponen en peligro el acuerdo de paz de 1995. En Serbia y en la República Srpska (también llamada República Serbia de Bosnia, y la parte del país donde se encuentra Srebrenica), la alerta es por ese negacionismo y esa fuerte relativización de las que hablaba Guterres. 

En 2010, el Parlamento serbio aprobó una declaración de disculpas por el crimen de Srebrenica, pero sin utilizar la palabra "genocidio". Desde entonces, la política serbia bajo la presidencia de Aleksandar Vucic ha estado muy lejos incluso de este gesto.

Vucic era ministro de Información del dictador Slobodan Milosevic y, el 20 de julio de 1995, con el genocidio aún en curso, declaró en el Parlamento de Belgrado que, "por cada serbio asesinado, cien musulmanes [bosnios] serían asesinados", algo por lo que aún no se ha disculpado. Hoy, Vucic difunde la narrativa de que "todos los bandos sufrieron" en las guerras yugoslavas, pero solo los serbios no son reconocidos como víctimas.

En la República Srpska, su presidente, Milorad Dodik , convocó una comisión dirigida por el controvertido investigador israelí del Holocausto Gideon Greif, que negó el genocidio en un informe de 2021 y puso en duda el número de víctimas. El rostro de Ratko Mladic, condenado como criminal de guerra, ahora puede verse en grafitis, murales, carteles y fotos en la República Srpska y en Serbia; es considerado un héroe por muchos serbios.

Cada año, en diversas festividades y días conmemorativos serbios, los nacionalistas serbios desfilan frente al monumento a las víctimas de Srebrenica en caravanas de automóviles, sonando la bocina o con música nacionalista a todo volumen.

En los primeros funerales tras el cambio de milenio, los supervivientes que enterraban a sus familiares fueron escupidos por nacionalistas serbios, sin intervención policial.

Todos los alcaldes serbios de Srebrenica tras 1995 han negado el genocidio de una u otra forma. El actual alcalde, Milos Vucic, considera su victoria electoral en octubre de 2024 "también como una respuesta a la resolución de la ONU" aprobada unos meses antes.

La Hungría de Viktor Orbán también se ha unido a los negacionistas del genocidio. Junto con Serbia y Rusia, fue el único Estado miembro de la UE que votó en contra de la resolución de la ONU sobre Srebrenica en julio de 2024.

En julio de 2021, el entonces Alto Representante de la comunidad internacional para Bosnia y Herzegovina, Valentin Inzko, aprobó una ley contra la negación del genocidio de Srebrenica. Sin embargo, pasaron casi cuatro años hasta que se dictó el primer veredicto contra un negacionista del genocidio, en mayo de 2025.

Las tensiones diarias se siguen dando. De hecho, todos los años hay roces mientras las familias de los asesinados recorren una marcha de tres días con la que tratan de recrear la que hicieron sus antepasados, antes de ser asesinados. Pesa más la indiferencia, lejos aún se la solidaridad o la empatía con los que sufrieron el genocidio, ese que se oculta en los libros de texto, negando a las nuevas generaciones el conocimiento necesario para no tropezar dos veces en la misma piedra. 

Para los bosnios, conmemorar el genocidio de Srebrenica es un componente fundamental de su identidad nacional y un momento constitutivo para su Estado. Sin embargo, la concienciación de muchos representantes estatales bosnios no suele ir más allá de una presencia obligada en el memorial de Potocari el 11 de julio.

La mayoría de los supervivientes del genocidio viven en condiciones modestas, a veces muy pobres y marginadas. Solo las mujeres supervivientes que no tienen familiares varones reciben apoyo estatal. El resto carece de estatus legal como supervivientes y nunca han recibido asistencia estatal, ni material, ni psicológica.

Lo más angustioso para los supervivientes es que, 30 años después del genocidio y a pesar de la resolución de la ONU de 2024, Srebrenica sigue sin lugar permanente en la memoria europea. Un claro ejemplo es el Día Europeo en Recuerdo de las Víctimas de Todos los Regímenes Totalitarios y Autoritarios. Desde 2009, se conmemora en la UE el 23 de agosto, día de la firma del Pacto Hitler-Stalin en 1939. La Comisión Europea publica anualmente una declaración al respecto. Hasta la fecha, Srebrenica no se ha mencionado en ella.

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Soy redactora centrada en Global y trato de contar el mundo de forma didáctica y crítica, con especial atención a los conflictos armados y las violaciones de derechos humanos.

 

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Mi labor es diversa, como diverso es el planeta, así que salto de Oriente Medio a Estados Unidos, pero siempre con el mismo interés: tratar de entender quién y cómo manda en el siglo XXI y cómo afectan sus decisiones a la ciudadanía. Nunca hemos tenido tantos recursos, nunca hemos tenido tanto conocimiento, pero no llegan ni las reformas ni la convivencia prometidas. Las injusticias siempre hay que denunciarlas y para eso le damos a la tecla.

 

También tengo un especial empeño en la actualidad europea, que es la que nos condiciona el día a día, y trato de acercar sus novedades desde Bruselas. En esta ciudad y en este momento, la defensa es otra de las materias que más me ocupan y preocupan.

 

Mi trayectoria

Nací en Albacete en 1980 pero mis raíces son sevillanas. Estudié Periodismo en la Universidad de Sevilla, donde también me hice especialista en Comunicación Institucional y Defensa. Trabajé nueve años en El Correo de Andalucía escribiendo de política regional y salté al gabinete de la Secretaría de Estado de Defensa, en Madrid. En 2010 me marché como freelance (autónoma) a Jerusalén, donde fui corresponsal durante cinco años, trabajando para medios como la Cadena SER, El País o Canal Sur TV.

 

En 2015 me incorporé al Huff, pasando por las secciones de Fin de Semana y Hard News, siempre centrada en la información internacional, pero con brochazos de memoria histórica o crisis climática. El motor siempre es el mismo y lo resumió Martha Gellhorn, maestra de corresponsales: "Tiro piedras sobre un estanque. No sé qué efecto producen, pero al menos yo tiro piedras". Es lo que nos queda cuando nuestras armas son el ordenador y las palabras: contarlo. 

 

Sí, soy un poco intensa con el oficio periodístico y me preocupan sus condiciones, por eso he formado parte durante unos años de la junta directiva de la ONG Reporteros Sin Fronteras (RSF) España. Como también adoro la fotografía, escribí  'El viaje andaluz de Robert Capa'. Tuve el honor de recibir el XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla por mi trabajo en Israel y Palestina y una mención especial en los Andalucía de Periodismo de la Junta de Andalucía (2007). He sido jurado del IV Premio Internacional de Periodismo ‘Manuel Chaves Nogales’.

 

 


 

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