El rey Juan Carlos revela sus recuerdos con su abuela, la reina Victoria Eugenia, cómo fue su relación con ella y cómo era realmente Ena: "Me emociono mucho"
Victoria Eugenia aparece en numerosos pasajes del libro 'Reconciliación', donde reconoce lo mucho que la quería y que era la persona más adorable que conoció
Reconciliación es el libro de memorias en el que el rey Juan Carlos repasa su vida, contando obviamente lo que quiere de su larga e intensa existencia. Lo cierto es que se recrea especialmente en asuntos familiares. El emérito habla ampliamente de sus parientes. Lo hace de la reina Sofía, a la que llama Sofi, de sus hijos, de sus nietos, y hasta del caso Nóos.
Hay además una persona que aparece con frecuencia en la biografía. Se trata de la reina Victoria Eugenia, abuela materna y madrina de Juan Carlos I y una figura fundamental en su vida a la que quiso mucho y de la que tienen magníficos recuerdos.
Cuando el rey Juan Carlos realizó una visita oficial a Reino Unido en 1986 recordó que la última visita de un monarca español a Londres de estas características había sido cuando su abuelo Alfonso XIII estuvo en 1905. Él esperaba casarse con Patsy de Connaught, ya que su hermana mayor, Margarita, se había unido a Gustavo VI Adolfo de Suecia. Pero ella le rechazó y entonces se fijó en Ena de Battenberg, hija de la Princesa Beatriz y por tanto nieta de la reina Victoria I. Ambos se enamoraron.
"Mi abuela tenía los ojos grandes y muy claros, y la piel blanca y fina. Se decía que era una de las princesas más bellas de Europa. Ella tenía dieciocho años y él diecinueve. Nadie quería que se casaran, pero nada pudo impedirlo. Mi abuela tuvo que convertirse al catolicismo, y la emperatriz de Francia, Eugenia, fue su madrina de bautismo". También le habló de su abuelo y de que pese a que fue infeliz en la corte, estuvo orgullosa de ser reina de España: "Era un hombre difícil, pero me hizo Reina de un gran país".
Juan Carlos, que explica que su abuela "introdujo la hemofilia en la familia. Fue un sufrimiento terrible que ella vivió como una maldición", fue siempre clave en su existencia, pero más durante su infancia y principalmente cuando sus padres y hermanos se marcharon a Estoril y él se quedó interno en un colegio en Friburgo. Allí ella le visitaba y otras veces era él quien se desplazaba a Lausanne, donde la reina Victoria Eugenia estaba exiliada. Y fue allí, a orillas de lago Lemán, donde Juan Carlos tiene sus primeros recuerdos.
Ena le lavaba y le enseñó a pronunciar la erre española
"En Suiza, Eugenio Vegas Latapié, mi tutor, se ocupaba de mí. Para llenar el vacío afectivo pude contar con mi abuela paterna, la reina Victoria Eugenia, a quien yo llamaba Gangan. Creo que es la persona más adorable que he conocido en mi vida", señala el rey Juan Carlos, que estaba muy apegado a ella.
"Venía a verme desde Lausana todos los jueves por la mañana. Llegaba siempre muy elegante, con su tez de porcelana y el cabello blanco recogido en un moño, en su Plymouth negro conducido por su chófer", declara en su biografía Juan Carlos.
"Yo disfrutaba de cada una de sus visitas, pero también sabía que insistiría en lavarme. Me prestaba de mala gana, porque hacía un frío que pelaba. Mi abuela me enjabonaba en una pequeña bañera del cuarto de baño sin calefacción; luego me revisaba la ropa, y apartaba la que necesitaba remiendos y lavados. Ella también me enseñaba a pronunciar la erre española".
Con ella hablaba español porque Ena usaba el inglés con sus hijos y el castellano con sus nietos: "No quería olvidarlo, lo practicaba siempre que podía. Tenía un ligero acento inglés y cometía algunos errores, como decir 'el radio' en lugar de 'la radio'. Por su parte, Juan Carlos no quería aprender inglés, hasta que en una visita a Londres precisamente con su abuela en 1947 le sentaron con Isabel II y aunque cambiaron al francés, se dio cuenta de que debía dominar la lengua de Shakespeare.
"Me reunía con ella para pasar el domingo en su casa, la villa Vieille Fontaine. Aún recuerdo cuando llegaba a su habitación y la encontraba leyendo los periódicos con guantes para no mancharse las manos. La decoración era muy acogedora, de estilo británico, con bibelots que había heredado de su madre".
"Allí pasé vacaciones memorables con mis primos. Gangan estaba muy unida a todos sus nietos: nos contaba historias y le gustaba hablar con nosotros, pero no podías interrumpirla. Nos confiaba como un secreto que, cada vez que necesitaba dinero, iba a la joyería a vender uno de los diamantes de su gran collar de dos vueltas, que luego sustituía por otro falso. Nadie sospechaba nada. Nos lo contaba todo riendo, sin un ápice de amargura", cuenta el rey Juan Carlos, ofreciendo ese detalle sobre las joyas de Ena.
Una brújula y un imán
Por cierto, fue en casa de Ena en Lausanne donde Juan Carlos y Sofía oficializaran su compromiso en 1961 después de que él lanzara a la entonces princesa Sofía la cajita con el anillo.
"Inspiraba confianza. Era al mismo tiempo una brújula y un imán. Durante las vacaciones, recibía a un primo de cada rama de la familia. No le gustaba que hubiera demasiados nietos armando barullo a la vez; prefería tener una relación privilegiada con cada uno de nosotros".
"Comíamos con ella y se nos hacía la boca agua de antemano, aunque a veces hubiera endivias y salsifíes que no nos gustaban. Para ella era un orgullo ofrecer a sus nietos menús especiales. 'Quiero que en mi casa comáis bien'. Después de la comida, nos sentábamos a su alrededor para escucharla. Apoyaba las piernas en un reposapiés y nos contaba anécdotas de su vida".
Por cierto, él no lo dice, pero Juanito era su nieto favorito aunque solo fuera porque estaba llamado a ser rey si la monarquía regresaba a España como termino ocurriendo. ¿Tuvo algo que ver Ena en esto? Los planes de Franco de nombrar a Juan Carlos su sucesor a título de rey no dependieron de ella, pero quizá si se animó a comunicarlo antes.
Recuerda el emérito que en febrero de 1968 en el bautizo de Felipe VI, que fue amadrinado por Ena, su abuela pidió al dictador hablar en privado: "¿Qué se dijeron? ¡Misterio! Cuando le pregunté a la Reina, me respondió divertida: '¡Ese secreto morirá conmigo!' Algunos pretenden haber escuchado a Franco decir: 'Los deseos de vuestra alteza se cumplirán'". Se comenta que le dijo que ya tenía para tres generaciones de Borbones con don Juan, Juan Carlos y Felipe, y que debía escoger.
La muerte de Ena dejó un vacío en el corazón de Juan Carlos
Para ella todo son buenas palabras, la adoraba y estuvieron muy unidos, como él mismo confiesa: “Era extraordinaria y la encarnación de lo que llamamos una gran dama, la personificación de la nobleza de mente y corazón. Siempre elegante y distinguida, era cálida, divertida y nunca ocultaba su fuerte carácter. No conozco a nadie que se atreviera a enfrentarse a ella. Su pragmático sentido común y su muy británico sentido del humor le permitían superar cualquier revés. Tuve la suerte de mantener una relación privilegiada con ella. Era como mi 'abuela madre'. La quiero mucho, la quise mucho. Todavía me emociono cuando pienso en ella y en su incomparable bondad".
"Mi abuela era muy moderna para su época. Era tan abierta de pensamiento que podíamos hablar de todo con ella, con total libertad. Era muy moderna y vanguardista, e intentaba estar siempre a la última. Para todos nosotros, era la principal figura de apoyo, y para mí era la personificación de la distinción real".
Por otro lado, Juan Carlos I confiesa que quiso que su padre comprara la casa de Ena tras su fallecimiento, pero no pudo hacerlo porque no tenía dinero. Los primos, tan unidos en vida de su abuela, se fueron distanciando: "Tras su fallecimiento, a la edad de ochenta y un años, animé a mi padre a conservar Vieille Fontaine, pero él no tenía medios para mantenerla y se vendió. Después de aquello, fue más difícil mantener unida a la familia y nuestros lazos se debilitaron. Ella era nuestro punto de encuentro".
"Su muerte, en 1969, nos dejó inconsolables", rememora Juan Carlos, que cuenta una anécdota dura que resulta hasta graciosa: “Recuerdo que, en sus últimos momentos, cuando estábamos susurrando nuestras preocupaciones y oraciones, nos dijo: '¿Podéis hablar más bajo, que lo sigo oyendo todo?' Su humor era incomparable y su muerte dejó un gran vacío en mi corazón", finaliza Juan Carlos en unas memorias en la que homenajea a su abuela.