El pueblo de las flores de España donde las plantas son las protagonistas de cada rincón
Un lugar que parece sacado de una película romántica.

Por toda España se extiende un mapa de pueblos llenos de encanto: desde fortalezas medievales y costas de aguas cristalinas hasta villas blancas enclavadas en montañas. Cada uno despliega su propia personalidad, pero hay un rincón en el sur que se distingue por un detalle muy particular: una infinidad de flores en cada ventana y cada esquina. Un lugar convertido en todo un festín de aromas y colores que no deja indiferente a nadie.
Estamos hablando de Lucainena de las Torres, un pequeño municipio de la provincia de Almería con poco más de 600 habitantes, que ha consolidado su apodo de “Pueblo de las Flores” gracias a la profusión de macetas y plantas que visten de color cada esquina de sus empedradas calles. Esta particularidad le ha hecho ganarse un hueco más que merecido en la red de “Los Pueblos Más Bonitos de España” desde 2013.
El blanco inmaculado de sus fachadas contrasta con la explosión cromática de geranios, margaritas y buganvillas, que inundan balcones y rincones como si de un poema visual se tratase. De la misma manera, detrás de su encanto floral, Lucainena de las Torres atesora un pasado tan antiguo como fascinante que se remonta a la época romana. Sin ir más lejos, todavía quedan fragmentos de la antigua muralla defensiva que rodeaba el pueblo en la Edad Media.
¿Qué ver en este pueblo?
A lo largo de los siglos, este pueblo almeriense ha sido testigo de múltiples transformaciones y diferentes episodios históricos que han marcado su devenir. De hecho, existen restos neolíticos e hispanorromanos que confirman los primeros asentamientos, a los que siguió el dominio musulmán, cuando el casco se rodeó de seis torres defensivas y una torre principal, de ahí el nombre original de “Lucainena de las Siete Torres”.
El entorno natural tampoco decepciona: Lucainena forma parte de la Zona Especial de Conservación “Sierra de Cabrera‑Bédar”, un paraje protegido donde cohabitan estepas subdesérticas y salinas mediterráneas en los valles adyacentes a la sierra Alhamilla. Para disfrutar de las mejores panorámicas, nada como ascender al Poyo de la Cruz o al mirador de El Garruchete, desde los que se divisa el caserío florido enmarcado por cerros y cortados ocres.
La oferta de ocio y patrimonio cultural se completa con la emblemática Iglesia de Nuestra Señora de Montesión, reconstruida tras los saqueos de siglos pasados, y el antiguo Molino de Viento, una de las siete atalayas que vigilaban antiguamente la comarca. Además, la Vía Verde permite recorrer los hornos de calcinación y los túneles que unían Lucainena con Aguamarga a través de una ruta de 5 kilómetros sobre el antiguo trazado ferroviario minero.
