El puente más largo todavía conservado ayudó a esta ciudad de España a convertirse en un gran centro de operaciones
Una de las joyas arquitectónicas más valiosas a nivel nacional.

Los puentes son vestigios de épocas pasadas que han sobrevivido al paso del tiempo. Más allá de conectar geografías separadas, cada puente narra relatos de ingenio y transformación humana, reflejando diversas culturas y técnicas constructivas que han permitido edificar diversas tipologías, como los colgantes, los de arco o los levadizos. De todas estas infraestructuras hay una que destaca especialmente por su longitud y longevidad.
La ciudad de Mérida, reconocida mundialmente por su impresionante patrimonio romano, se enorgullece de conservar el puente más largo y mejor conservado del mundo. El Puente Romano de Mérida cuenta con casi ochocientos metros de longitud que descansan sobre 60 arcos de medio punto. Una estructura colosal que se erigió hace más de 2.000 años sobre el río Guadiana y que hoy todavía está en uso.
Este puente no solo simboliza el ingenio de la ingeniería antigua, sino que además fue clave para que Mérida se convirtiera en un centro estratégico en la red de comunicaciones el Imperio. Más concretamente, fue una pieza indispensable para controlar importantes rutas que conectaban el oeste peninsular con puntos como Olissipo (Lisboa), Corduba (Córdoba) o Cesaraugusta (Zaragoza), lo que facilitó el tránsito de tropas, bienes e ideas.
Un puente con mucha historia
Su construcción se llevó a cabo al mismo tiempo que se fundaba la colonia y fue el primer proyecto que engendró la ciudad. Aunque hoy se conoce como el puente más largo que se conserva de la antigüedad, originalmente estaba dividido en dos partes que se encontraban en el tajamar, el cual separa el Guadiana para amortiguar la fuerza de las corrientes. Este espacio era tan grande que llegó a albergar incluso un mercado de ganado.
Hoy el puente es peatonal, pero hasta 1991 pasaban coches por aquí. La decisión de cerrar el tráfico fue en aras de preservar su estructura que por tantas restauraciones ha pasado. De hecho, de los originales 62 arcos que fueron construidos, hoy se conservan 60 y al menos tres de ellos se mantuvieron ocultos hasta 1990, cuando unas obras urbanísticas los sacaron a la luz. Su estructura se sostiene a base de hormigón revestido de sillares de granito.
Hoy, el puente no solo es un monumento histórico, sino también una atracción turística imprescindible que conecta a residentes y visitantes con las raíces de Mérida. En 1912 fue reconocido como Bien de Interés Cultural y en 1993 como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO dentro del Conjunto arqueológico de la ciudad. Esto refleja la riqueza arquitectónica de esta gran estructura, convirtiéndola en una de las más valiosas de Mérida y de toda España.
