Carta abierta al Gobierno de coalición 'progresista' o "ya os dejo las llaves bajo el felpudo"
Un breve tratado sobre la ironía que para nada busca evidenciar que el Ejecutivo ha progresado hasta entender que no podrá progresar más si no toma medidas en el problema de la vivienda.

Ya desde muy pequeño estoy convencido de que la mejor de las ironías aflora en los momentos más trágicos y en las horas más bajas. No es porque sea más o menos gracioso a ojos de unos u otros, siempre es el contraste. Es la misma sensación que tuve cuando respondí “tenemos un trato” a esa clásica amenaza de abuela católica de que si no quería hacer la comunión no habría problema porque tampoco habría regalos (sí que había problema). Recuerden, en las negociaciones no hay que aceptar a la primera, pueden hacer saltar la liebre.
También es la misma sensación que tuve muchos años después, ya en plena pandemia, cuando me mandaron a cubrir algo al hospital comarcal y vi que en medio de aquella vorágine de muertes, la Xunta de Galicia había aprovechado para instalar un letrero monumental que rezaba: 'Hospital Público'. "Ya no caben dudas", pensé para mí mismo. "Tampoco muchos pacientes", me contesté a mí mismo riéndome de mis pensamientos, para luego sentirme un poco mal y autoconvencerme de una inocencia que nunca tendría que demostrar. Será la ironía, aprovechando su momento estelar.
Hace escasos días volví a tener esa misma sensación. Un dato que había visto en un titular de la Cadena SER me atravesó como un rayo de luz de reminiscencia o revelación agustiniana. ¡Ahí estaba! Había pasado incontables tertulias y debates de barra de bar deslizando lo que para mí era una suposición o como decía aquel periodista de la serie South Park: "Me baso en absolutamente nada". Esa nada se había convertido en un 'La ola de renovaciones del alquiler que amenaza con tensionar aún más el mercado: uno de cada seis contratos se queda en el aire este 2025'. Y no, que no hubiese dado con los datos antes no es la ironía que relato.
Vi la liebre y la perseguí con mi propio reportaje. Ya saben, hablar con el sector, afectados, todas esas cosas de cuando sí te basas en algo. Y justo, con las últimas líneas ya puestas, entregado y listo para publicar, la ironía acabó llamando a la puerta. En forma de un cartero muy majo y dos burofaxes. No recuerdo concretamente qué clásico comentario irónico le hice, pero me devolvió una sonrisa forzada y la mirada de quien ejerce demasiadas horas de emisario de malas nuevas. En cuanto abrí la carta entendí que la ironía era para mí. Me había convertido en lo que antes denominé como "afectados".
Pasó el tiempo, casi un mes desde que nos comunicaron que tendríamos que abandonar el piso, pero maldita sea, soy gallego. Vivo con las maletas hechas y después de una odisea homérica posmoderna conseguimos encontrar otro piso. Evidentemente, como intuye el ávido lector, a más de un 30% más de precio que el actual. Pero esta misma mañana he vuelto a tener una sensación muy parecida cuando vi la apertura de El País: 'PSOE y Sumar discuten sobre una decisión clave: congelar o no 300.000 alquileres que se renuevan en estos meses'. El subtítulo era aún más clarificador: 'Los socios discrepan en la fórmula jurídica, pero coinciden en el problema de fondo'.
Es decir, el Gobierno de coalición progresista había progresado hasta tal punto que ya había llegado a la conclusión de que el marrón para esos 300.000 alquileres también es un marrón para ellos. ¡Y lo han hecho antes de que se ponga en marcha el teléfono de la vivienda! Podría seguir hablando de cómo esto supone ir a las opciones del juego y ponerlo en 'modo leyenda' o que he traicionado esa filosofía que llevamos impregnada los gallegos en el ADN. La de si hay que echar una marea fuera, que se gane mucho más que en tierra. Haced siempre caso a las canciones, vaya, pues aquí ni hay playa. Y si la hubiese ya estaría privatizada. Pero no quisiera ser yo otro hombre blanco más que se queja a gritos de su vida sin escuchar a los que se ahogan al lado.
La historia que me gustaría contarle al Gobierno de coalición progresista es la de un trabajador de la empresa con la que me mudo. Porque esa historia es la misma que la mía, pero muy diferente. Los dos somos de fuera, pero mi DNI le dice a los caseros "adelante" y el suyo les dice "problemas". Recibió un burofax prácticamente idéntico al mío, pero él varios barrios más allá, concretamente en el de Villaverde. Nos mudamos a un piso cuyo alquiler costará lo mismo, pero él lo hizo al único en el que le dejaron. Y a pesar de pagar una cantidad de locura para una vivienda de condiciones mínima, tiene que compartir cama con un familiar. Quizás eso explique esos anuncios de bajos que advierten "solo se enseña con prerreserva de 500 euros".
Todo ello ante la incertidumbre de que la próxima reunión del Consejo de Ministros incluya la gran intervención del mercado de vivienda a la que nunca se ha atrevido el ala socialista -sí, ironía, no hay dudas-, y a pesar de las reclamaciones, primero, de Unidas Podemos, y ahora, de Sumar. Para mí ya es tarde, pero para los que están en este tipo de situaciones todavía hay tiempo. Para los que han dicho, voy a emanciparme, sin saber que eso era pagar 500 o 600 euros por una habitación y rezar porque no hayan convertido el salón en otra. Para los que miran el calendario sabiendo que, "con un plazo de preaviso no inferior a...", un día llegará un trozo de papel que les cambiará la vida completamente. Para ellos aún hay tiempo. No sé si puedo decir lo mismo de un Gobierno que no logra resolver el problema que alimenta a la ultraderecha más que cualquier patinazo de Feijóo.
