'Delenda est' Irene

'Delenda est' Irene

Jamás en la historia de la política en la Vía Láctea hemos asistido a una adhesión tan inquebrantable como la que muestra a su sillón una ministra que acumula motivos para dimitir cien veces.

La ministra de Igualdad, Irene Montero, durante el pleno celebrado este jueves en el Congreso.EFE/Zipi Aragón

A Marco Porcio Catón, cónsul y censor de la República de Roma hace la pera de siglos, se le metió en la cabeza que era imprescindible que Roma declarase la guerra a Cartago. Por envidia. Por tocarle los huevos a Escipión el Africano. Por lo que fuera. Podría haber decidido que cada vez que se cruzase con un patricio murmuraría disimuladamente "alguien debe entrar en guerra con alguien", pero no le quiso pisar la estrategia a Gila. En su lugar, decidió concluir cada intervención en el Senado con la frase "hay que destruir Cartago". ¿Que hablaba sobre impuestos? Pues defendía elevarlos y terminaba diciendo "Delenda est Carthago". ¿Sobre diplomacia? Pues cesaba a un magistrado y concluía con un rotundo "Delenda est Carthago". ¿Flaqueaba su relación con Lucio Varelo Flaco? "Delenda est Carthago". "Delenda est Carthago". Siempre "Delenda est Carthago".

Catón el Viejo era un crack. Así que he decidido rendirle un sentido homenaje. Mi Cartago es Irene Montero. Jamás en la historia de la política en la Vía Láctea hemos asistido a una adhesión tan inquebrantable como la que muestra a su sillón una ministra que acumula motivos para dimitir cien veces y autoexiliarse motu proprio en la Isla Ascensión. Es simplemente inaudito. La diputada con el gatillo más flojo para pedir dimisiones a este lado del Río Pecos está protagonizando un esperpento numantino que convierte a Máximo Huerta en un martir de la democracia y a Cristina Cifuentes en una mujer que dio un ejemplo de dimisión honrosa. La santa patrona del No Dar el Brazo a Torcer. La excusa perfecta para que en nuestro país no vuelva a dimitir nadie nunca jamás. Si Irene Montero no tiene motivos para dimitir, ¿quién podría tenerlos?

Por tanto, prepárense, que Catón a mi lado era un tipo dubitativo e inconstante. ¿Que escribo una columna comentando que la visita de Juan Carlos the First tendría más sentido si viniera a hacerse un Iron Man en vez de participar en unas regatillas para exmonarcas mesoorientales? La terminaré con "Irene Montero debe dimitir". ¿Que exprimo mi moderado gracejo para defender que el Partido Popular no debería pactar con Vox ni en municipios unipersonales? No tengan ninguna duda de que la frase que cerrará el cuarto párrafo será "Irene Montero debe dimitir". ¿Que hablo sobre Ferrovial y el concepto de "impuesto", sobre Doñana y el concepto de "acuífero", sobre si sabe mejor la cebolla con tortilla o sin tortilla? Pues Irene Montero debe dimitir. Irene Montero debe dimitir. Irene Montero debe dimitir.

Finalmente, Roma arrasó Cartago y la cubrió de sal para que nada volviera a crecer sobre su suelo. Tampoco hay que pasarse, que la sal sube mucho la tensión. Basta con que la ministra dimita o, si lo prefiere, que se cese a ella misma. Un Presidente del Gobierno que no tiene entre sus competencias el cese de un ministro no es Presidente del Gobierno, sino Presidente de Una Parte del Gobierno. La Presidenta de la Otra Parte del Gobierno es Irene Montero, la única persona que, según el pacto de coalición, tiene la competencia para cesar a Irene Montero. Como al caballero medieval de los Monty Python que sigue reclamando pelea al rey Arturo tras haber perdido los dos brazos y las dos piernas, la ministra debe afrontar el hecho de que el electorado está a punto de dejarla a un lado y continuar el camino. La dimisión no es lo que más le va a herir el orgullo. La soberbia es siempre una mala consejera. Irene Montero debe dimitir.

MOSTRAR BIOGRAFíA

Licenciado en Filosofía y doctor en Psicología. Es profesor titular de Psicología Clínica de la Universidad de Oviedo desde antes de que nacieran sus alumnos actuales, lo que le causa mucho desasosiego. Durante las últimas décadas ha publicado varias docenas de artículos científicos en revistas nacionales e internacionales sobre psicología, siendo sus temas más trabajados la conformación del yo en la ciudad actual y la dinámica de las emociones desde una perspectiva contextualista. Bajo la firma de Antonio Rico, ha publicado varios miles de columnas de crítica sobre televisión, cine, música y cosas así en los periódicos del grupo Prensa Ibérica, en publicaciones de 'El Terrat' y en la revista 'Mongolia'.