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El cambio de visión de la monarquía en medio siglo: del Juan Carlos 'campechano' al "qué guapo, Felipe"

El cambio de visión de la monarquía en medio siglo: del Juan Carlos 'campechano' al "qué guapo, Felipe"

Cómo en el último medio siglo la Casa Real ha logrado, primero, presentar a Juan Carlos al pueblo español como una figura entrañable y, después, separar a Felipe del lado oscuro de su padre. Ni George Lucas, vaya.

El rey emérito, Juan Carlos I, y su hijo Felipe VI.
El rey emérito, Juan Carlos I, y su hijo Felipe VI.Getty Images

Para su perpetuidad una monarquía necesita dos cosas: bien de herederos en la línea sucesoria y que el pueblo la sienta como legítima e, incluso, querida. Para ello, la imagen que se tenga de ella es fundamental, y en esto, en el último medio siglo, la monarquía española ha tenido tarea tanto con el padre como con el hijo que han ocupado el trono. Todo comenzó con la muerte del dictador, Francisco Franco, precisamente hace también 50 años. Un país tensionado temía por el futuro que se le podía venir encima después de décadas inmerso en un oscuro régimen totalitario. Fue entonces Juan Carlos, designado por el caudillo, el elegido para asumir la tarea de llevar a España a la normalidad democrática de hoy entre luces y sombras. De hecho, es algo que  todavía tiene presente con su célebre frase en sus memorias en las que reconoce que "nunca permitió que hablaran mal de él en su presencia" y que "admiraba su astucia política y capacidad de perseverancia". 

Tensiones e intentos de golpes de estado hicieron que la primera presentación del monarca fuera la de un hombre respetado y respetable, capaz de llevar de la mano a la figura del Ejército y una clase política que trataba de borrar las huellas de 50 años inmersos en la oscuridad. "No quiero que el sistema democrático de convivencia sea, una vez más, un paréntesis en la historia de España", decía entonces el líder de la Unión de Centro Democrático (UCD), Adolfo Suárez, después de que Juan Carlos le nombrara como primer presidente del Gobierno en 1976 de la nueva era de Libertad, libertad, sin ira, libertad que diría la canción de Jarcha. Después de una legislatura convulsa marcada por los inicios y una profunda crisis económica, Suárez termina dimitiendo; entre otras razones, por las divisiones internas en el partido.

Leopoldo Calvo Sotelo fue el designado por el expresidente para que continuara su tarea. Después de que el candidato no consiguiera la mayoría necesaria en la primera votación, Antonio Tejero entró en el congreso con pistola incluida al día siguiente, un 23 de febrero, y pronunció las famosas palabras: "Quieto todo el mundo". Fue entonces cuando apareció el monarca con el traje de 'superhéroe' para pedir a los sublevados que bajaran las armas y proseguir con el camino democrático. Cabe destacar que, tras aquel día, al rey emérito le mordió la araña de Spiderman y adquirió los superpoderes de ser el único que "podía mantener la estabilidad entre el poder del Ejército y el político". 

Así llegamos a los años noventa. Los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992 fueron el escenario principal de este festival con el que trasladar al mundo el potencial español y a la ciudadanía, entre otras cosas, la imagen afable del monarca, su hijo y demás Borbones. El entonces príncipe Felipe formó parte del equipo nacional de vela y abanderado, la infanta Elena apareció entre lágrimas por la emoción del momento, Sofía saludó de una forma más española que griega y Juan Carlos presidió una ceremonia que vieron casi 4.000 millones de personas. No sólo eso, meses antes entrevistas y biografías encumbraron la imagen simpática que perduró bastantes años hasta la caída del palacio de cristal: la simpatía, la poca distancia en el trato, la cordialidad, el humor y las bromas entre propios y extraños o su vida extramatrimonial que acabaría por condenarle conformaron la idea de que "es una persona con la que te irías a tomar copas", como dijo Josep-Lluís Carod-Rovira cuando aún era el líder de Esquerra Republicana de Catalunya.

Los reyes Juan Carlos y Sofía en los Juegos Olímpicos.
  Juan Carlos y Sofía en los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992.John Biever

Las bases ya se encontraban asentadas y la palabra que se usaba en corrillos de periodistas y círculos políticos pasó a la prensa 'seria' y, con ella, la sociedad se encargó del resto del bautismo con el que nació 'el campechano'. De pronto, en las familias se empezó a hablar de la gracia del rey, de sus aventuras escapando en moto de Zarzuela y pasando desapercibido por Gran Vía "sintiéndose un ciudadano común", el famoso "por qué no te callas" a Chávez aplaudido por el pueblo español por saltarse el protocolo, la presunta cercanía con el PSOE de Felipe González o las habituales bromas telefónicas que le hacía a José Luis Rodríguez Zapatero terminaron por incrustar la idea: era un tío guay. 

De Anakin a Luke Skywalker sin pasar por el Lado Oscuro

Tras los escándalos de su cacería de elefantes, su vida extramatrimonial y las presuntas corruptelas que empezaron a protagonizar todos los informativos, el rey pasó de la imagen campechana a la de ahora. Así que tocaba cambiar la ficha del padre por la del hijo. Felipe VI —ahora sí— llegó al trono con la sombra de su padre ocupando gran parte de la realeza. El relevo no fue sencillo, pero Felipe tuvo la suerte de haber cimentado un argumento repetido hasta la saciedad durante todos sus años de príncipe que sirvió para después de la abdicación de Juan Carlos: "Qué bien preparado que está el rey, se ha invertido mucho en su educación y se lleva preparando toda la vida para este puesto". En Star Wars, George Lucas puso toda una vida de por medio entre padre e hijo, incluso ocultó hasta El Imperio Contraataca que, efectivamente, Darth Vader era el progenitor de Luke Skywalker con la frase memorable de: "Yo soy tu padre". Sin embargo, el contexto de la Casa Real era un poco más delicado: Felipe creció siempre con Juan Carlos, de sobra era conocida su buena relación y cortar ese hilo fue el primero objetivo de una corona caída en la cabeza del príncipe por los escándalos. Nada fácil, vaya.   

La situación se complicó aún más con el discurso del 3 de octubre de 2017, dos días después del 1-O con el que se declaró la independencia de Cataluña que duró entre 56 segundos. "Desde hace ya tiempo, determinadas autoridades de Cataluña, de una manera reiterada, consciente y deliberada, han venido incumpliendo la Constitución y su Estatuto de Autonomía, que es la Ley que reconoce, protege y ampara sus instituciones históricas y su autogobierno", introducía Felipe VI en una declaración anómala. Ya era conocido que el humor y la cercanía era bien diferente a la de su padre, aunque sí tiene otras virtudes, pero aquel momento hizo que algunos sectores de la sociedad consideraran que había "comprado el discurso de la derecha".

Un razonable buen discurso durante la pandemia —aunque hubo caceroladas—, que supuso uno de los peores momentos del país, y el efecto cicatrizante del tiempo con los conflictos de la corona anterior y la tensión catalana, además de un Gobierno liderado por el PSOE que le puso las cosas más fáciles, hizo que poco a poco el "qué guapo Felipe" empezara a emerger como lo hizo la campechanía en las conversaciones de la sociedad. Además, para confirmar "la nueva cara" de la corona, Felipe anunció que renunciaría a la herencia de su padre para cortar cualquier hilo conductor que pudiera todavía mantener. A este respecto, Juan Carlos ha escrito esto recientemente en sus memorias: "Este anuncio significa que tú me rechazas, dije mirando a mi hijo impasible. No olvides que tú heredas el sistema político que yo forjé. Tú puedes excluirme del plan personal y financiero, pero no puedes prohibirme la herencia institucional sobre la que tú reposas".

La imagen de Felipe VI y Aitana
  La imagen de Felipe VI y AitanaX

Su estrategia de comunicación de estos últimos años ha sido enfocado más a lo social, desde sus apariciones en pueblos afectados por la DANA, su regreso a la cercanía con el fútbol que ya le dio la popularidad con el gol de Iniesta en Johannesburgo allá por 2010 y ahora con la Eurocopa que ganó España en Alemania, el selfie con Aitana en Barcelona durante la tercera edición de los Premios Vanguardia o Judeline, Alice Wonder o Ara Malikian actuando en el 40º aniversario de la adhesión de España a las Comunidades Europeas celebrado en el Palacio Real —con reyes incluidos— o la labor de Letizia en asuntos humanitarios y un gran desempeño en su oratoria —huella de su antiguo oficio—, han logrado que el pasado quede atrás, incluso que se haya convertido en el líder europeo mejor valorado, según un barómetro del Instituto Elcano de diciembre de 2024.

50 años de corona que ha sido moldeada con precisión y con cálculos prácticamente quirúrgicos para la buena perspectiva de la sociedad con un poder hereditario. Del carisma campechano de Juan Carlos I a la sobriedad institucional de Felipe VI, la Casa Real ha transitado entre luces y sombras, adaptándose a los tiempos y buscando conservar su legitimidad ante una sociedad cada vez más crítica y menos impresionable por los símbolos aunque, como siempre, hay de todo. Nadie es capaz de vaticinar el futuro de Felipe VI, ni cómo se le percibirá de aquí a unas décadas, por ahora se encuentra en la fase "qué guapo el rey", al igual que su padre pasó por el "campechano". Mientras tanto, el hilo de seguridad y la campaña empieza a fraguarse con Leonor, la próxima que presuntamente se sentará en el trono. Sólo hay que ver los últimos premios Princesa de Asturias. 

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Soy redactor de la sección de Política en El HuffPost España. En ella, informo acerca de la actualidad política que afecta a nuestro país, la realidad social a la que se enfrenta la ciudadanía o los eventos judiciales... entre otras muchas cosas. Tratamos todos los días de ofrecer a nuestros lectores la herramienta más importante de todas en democracia: estar informado.

 

Sobre qué temas escribo

Me dedico a escribir sobre la actualidad política en España y cómo esta impacta en la vida de la gente... Aunque, si soy sincero, cada semana se convierte en una especie de “elige tu propia aventura”, un cocido madrileño como los de antaño en los que no sabías lo que te podrías llegar a encontrar.

 

Bajo mi firma pueden encontrarse artículos sobre migración y la dramática situación humanitaria en el Mediterráneo y el Atlántico, la crisis de vivienda que golpea especialmente a mi generación o tragedias que han marcado a todo el país, como los incendios o la erupción del volcán de La Palma. También abordo temas de la actualidad política y judicial, como el procesamiento del fiscal general del Estado, de la pareja de Isabel Díaz Ayuso o de Begoña Gómez, al igual que la cobertura del Congreso Nacional del PP donde Esperanza Aguirre dijo que éramos “su medio favorito”, ¿os lo creéis? Además, he escrito sobre la muerte del papa Francisco, la despedida de Luka Modrić del Real Madrid, el genocidio en Gaza, desahucios... Hasta uno de Opinión. A este paso tardo menos en decir sobre qué no escribo.

 

Aun así, siempre trato de sacar un hueco para una de mis pasiones: la música. Concretamente, el rap. Que no os sorprenda ver alguna entrevista de vez en cuando.

 

Mi trayectoria

Al igual que la mayor parte de mi familia, nací en el kilómetro cero, en Madrid, así que soy un gato más. Estudié Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid y me gradué con un TFG acerca de la labor del periodismo español durante el 15M. Antes de El HuffPost pasé por las redacciones de El Confidencial, ElDiario.es y Redacción Médica. También he sido cajero, reponedor, monitor de tiempo libre... Un joven más de 26 años, vaya.

 


 

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