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Los bulos de la DANA y el peligro de la desinformación: "Hoy en día mentir sale prácticamente gratis"

Los bulos de la DANA y el peligro de la desinformación: "Hoy en día mentir sale prácticamente gratis"

Germán Llorca-Abad es profesor en la Universidad Politécnica de València. Desde la tragedia del 29 de octubre de 2024 ha publicado un artículo y un libro sobre la desinformación que se padeció en aquel momento. Recibe a El HuffPost en el campus, desde donde explica cómo y porqué es clave concienciarnos de este problema.

Germán Llorca-Abad, profesor en la Universidad Politécnica de València.
Germán Llorca-Abad, profesor en la Universidad Politécnica de València.Sergi González

¿Os acordáis? Periodistas tirándose por el barro para salir "bien" en cámara, muertos que nunca se encontraron en el parking de Bonaire, influencers y comunicadores de toda índole asegurando que las cifras de fallecidos estaban maquilladas, ayudas o ausencia de ellas para la reconstrucción y las familias... La desinformación acaparó —y lo sigue haciendo— la gran parte de noticias sobre la DANA que llegaron a los teléfonos móviles, periódicos y televisiones de todo el país. Con una tragedia de estas características, los bulos aumentan su capacidad de incidir en la ciudadanía, la incertidumbre y el miedo toman la batuta del sentir general y qué es verdad o mentira pasa directamente a un segundo plano.

Germán Llorca-Abad (Alcoi, 1979) es profesor titular del departamento de Comunicación Audiovisual, Documentación e Historia del Arte de la Universitat Politècnica de València. Desde que sucedió la tragedia de la DANA, uno de sus principales desempeños ha sido de investigar los bulos y sus efectos en la sociedad en una fecha tan concreta como el 29 de octubre de 2024 y los días posteriores. Recibe a El HuffPost en el templo de la enseñanza situado en Gandía, en el campus universitario en el que da clases desde hace años. En los últimos tiempos ha publicado Bulos y barro, un libro escrito junto a Dafne Calvo y Lorena Cano-Orón que abarca "cómo la DANA ejemplifica el problema de los desórdenes informativos". Además, también ha realizado el estudio Así se fabricaron los bulos sobre la DANA en colaboración con el profesor Alberto E. López Carrión en el que analizan cómo la desinformación condicionó la percepción social de la tragedia y dificultó la respuesta de las instituciones. 

Los bulos se han convertido en una de las claves fundamentales para comprender el mundo en el que vivimos. El auge de gobiernos totalitarios, el aumento del sufrimiento en las tragedias que se suceden y la nula certeza que le queda a la ciudadanía para saber qué es cierto, qué es falso, a quién creer y de quién desconfiar. Además, las instituciones se enfrentan a un reto mayúsculo: el de intentar paliar los efectos de estas desinformaciones mientras padecen la mayor falta de credibilidad de los últimos años. Un reto que no tiene una solución sencilla y que, en todo caso, gran parte de ella depende de nosotros mismos y de ser capaces de autoevaluarnos, saber leer de forma correcta las noticias y preguntarnos cuánto de plausible es la información que nos están trasmitiendo. 

¿Qué relevancia que tienen los bulos en tragedias de gran escala, y concretamente en el caso de la DANA?

En situaciones de emergencia informativa, como puede ser una catástrofe natural o una emergencia sanitaria —como la que vivimos con la pandemia de la COVID-19—, está demostrado que las personas sentimos una gran urgencia por acceder a información. Los hechos suceden muy rápidamente, y esa urgencia se traduce en la necesidad de obtener información de calidad que nos ayude a comprender qué está ocurriendo y a ubicarnos dentro de ese contexto.

En ese contexto de realidad alterada los bulos juegan un papel importante precisamente porque la velocidad del proceso informativo permite que se cuelen con mucha mayor facilidad.

¿Pero qué beneficio obtiene quien genera un bulo?

Es una pregunta difícil. El origen de la mentira, en la mayoría de los casos, es muy complicado de rastrear. La mayoría de los bulos surgen en redes sociales, vinculados a cuentas generalmente falsas que tienen la capacidad de "infectar" —en el sentido de la viralidad— a una serie de usuarios que luego se encargan de propagar esa noticia e información falsa. Cuando el bulo ya se ha viralizado y se ha extendido por todas las redes, lo que es habitual es que las cuentas que lo iniciaron suelen desaparecer, lo que dificulta aún más su trazabilidad.

A esto se suma el hecho de que las plataformas que gestionan estos servicios y las redes sociales son muy crípticas a la hora de facilitar información que permitirían esclarecer el origen de los bulos.

  Germán Llorca-Abad en la Universidad Politécnica.

¿Qué relevancia tienen los medios de comunicación en la expansión de los bulos y qué papel juega el rigor periodístico en ello?

Los medios tienen bastante responsabilidad. En el caso de la DANA, estimamos que casi un 30% de los bulos que circularon o bien tuvieron su origen en los medios, o fueron ellos quienes facilitaron su expansión.

Existe una especie de cámara de eco entre redes sociales y medios convencionales: se retroalimentan constantemente. Aunque los periodistas no actúan con voluntad de engañar o esparcir una mentira, esa urgencia por informar puede hacer que se conviertan, sin quererlo, en parte del problema.

¿Cómo se puede combatir un bulo una vez que ya se ha difundido?

En contextos de catástrofes y de emergencias informativas, una de las claves es que exista una única fuente oficial que vaya actualizando los hechos a medida que ocurren. En el caso de la DANA, esto no sucedió. Hubo diferentes responsables políticos y administraciones públicas en una lucha dialéctica que generaba más confusión lanzando mensajes contradictorios.

El Gobierno acabó reaccionando tarde, poniendo en marcha mecanismos para verificar bulos, pero cuando la desinformación ya se ha extendido es muy difícil combatirla. Los bulos están diseñados para generar un impacto emocional en quien lo recibe, y eso crea un vínculo difícil de romper con quienes los creen.

Además, cuando las instituciones tratan de desmentirlos, muchas personas desconfían por sesgo ideológico. No es algo nuevo, históricamente todos los medios tienen seguidores afines a la ideología. Esto ha aumentado por la cantidad de redes sociales y muchos incluso de los medios cogen la información de sus propios teléfonos. Esto explica la polarización que llevamos padeciendo en los últimos 10 años aproximadamente. 

En la DANA hubo un bulo muy viral: el del aparcamiento de Bonaire, donde se llegó a decir que había decenas de muertos. ¿Cómo alcanzó tanta difusión?

Ese bulo refleja perfectamente cómo funciona el consumo acelerado de información. En redes sociales pasamos rápidamente de una publicación a otra —en los vídeos de Tik Tok o en el feed de Twitter—, y en ese contexto es muy fácil compartir algo a lo que le hemos dado credibilidad y que termina convirtiéndose en una mancha de aceite que se expande muy rápidamente.

En este caso en concreto hay que señalar que los medios también contribuyeron, aunque de manera involuntaria, a mantenerlo activo durante varios días. Las conexiones en directo o las crónicas que intentaban comprobar "si era verdad" reforzaron, sin quererlo, el efecto eco de la desinformación de esos titulares y de elementos que vemos pasar por las pantallas de nuestros teléfonos móviles.

Además, existe un componente humano: el morbo. Los bulos sobre tragedias que implican fallecidos tienden a propagarse más porque apelan a emociones intensas. Esto se conecta con el periodismo sensacionalista, que históricamente ha funcionado por su capacidad de atraer atención. Hoy, esa tendencia se amplifica por la competencia entre medios tradicionales y creadores en redes sociales por captar audiencia por lo que la hipérbole y todo aquello que llama la atención hace que explote esa sensación y lo convierten en un problema. 

Germán Llorca-Abad.
  Germán Llorca-Abad.Sergi González

¿Siguen activos los bulos sobre la DANA? ¿Por qué todo el mundo cree que realmente hay más fallecidos?

Sí. Todavía hay personas convencidas de que las cifras oficiales están manipuladas y que hubo más víctimas de las reconocidas. Esto refleja un fenómeno más amplio: la pérdida de confianza en los hechos contrastados, la información verificada y en las instituciones. 

Y es normal. Cuando la información de calidad escasea, las emociones dominan, y una creencia emocional es muy difícil de desmontar, incluso frente a la evidencia. Si creemos algo de forma emocional, nos lo vamos a creer toda la vida. La velocidad entra en juego de una forma determinante en el que uno se puede agarrar en primera instancia al primer "rayo de luz" que encuentre. 

Además, los bulos se utilizan cada vez más como herramientas políticas o partidistas. ¿Qué se puede hacer como sociedad para evitar que los bulos se conviertan en un arma política?

Es extraordinariamente difícil y prácticamente no te podría dar la respuesta porque la sociedad está compuesta por individuos con intereses y contextos diversos. Pero sí es un problema grave que el descrédito de las instituciones se haya normalizado. Cuando se extiende la idea de que "nada funciona, todo es un desastre...", quienes salen beneficiados son los discursos más duros y modelos autoritarios que prometen soluciones simples.

¿Acentúan los bulos las tendencias autoritarias?

Sí, claramente. Lo hemos visto en Estados Unidos, Italia, Hungría o incluso en regiones de España como Andalucía, Castilla y León o la propia Comunidad Valenciana. Los bulos generan confusión y desconfianza, y como dice el refrán, a río revuelto, ganancia de pescadores". Cuando tenemos la sensación de que nada funciona los líderes populistas o mesiánicos ganan terreno y tienen muchas más posibilidades de salir.

Otro tema confuso ha sido el de las ayudas tras la DANA, ¿por qué cuesta tanto creer los datos oficiales?

Es una pregunta difícil. Nos podríamos poner filosóficos y pensar que muchas personas se aferran a su sistema de creencias. Cuando ese sistema se tambalea, preferimos creer aquello que reafirma nuestra visión del mundo. En ese sentido, radicalizarse es fácil, y lo es en cualquier punto del espectro ideológico. Es una situación que cuando se enquista es muy difícil de abordar. 

Germán Llorca-Abad.
  Germán Llorca-Abad.Sergi González

¿Existe alguna forma de regular los bulos desde el ámbito político o jurídico?

Sí, existe legislación tanto nacional como europea, pero el principal problema a mi juicio es la lentitud de la justicia. La justicia actúa tarde y, cuando se resuelve un caso, el daño ya está hecho y no tiene ninguna consecuencia los daños ya hechos. Además, los Estados no regulan con la contundencia necesaria y, en la práctica, mentir sale casi gratis.

Históricamente en el periodismo existía el derecho a rectificación: cuando un medio se equivocaba, debía publicar la corrección con la misma visibilidad que tuvo la noticia falsa. Hoy ese principio rara vez se cumple. Hace falta que la regularización se cumpla y que haya consecuencias.

Por otro lado, las grandes empresas que controlan los flujos informativos no tienen interés en limitar la viralidad, porque su negocio se basa precisamente en el tráfico y el tiempo de atención del usuario. Quieren rentabilizar que pasemos el tiempo en un espacio virtual, si lo que genera polémica está detrás de la dinámica de desinformación no le van a poner coto. 

¿Aumenta la desinformación el sufrimiento de las víctimas de tragedias como la DANA?

Indudablemente. Desde que publicamos el libro nos han llegado los mensajes de muchas personas afectadas nos han contado que gracias a él lograron entender qué había pasado informativamente. La falta de información de calidad genera frustración, impotencia y desconfianza.

Las conclusiones a las que llegaron es que es muy difícil saber quién o qué nos está mintiendo. Los anglosajones distinguen entre desinformación (cuando se engaña deliberadamente) y mala información (cuando los datos son incompletos o están descontextualizados). Al final, hoy convivimos con ambas, y eso nos deja sin certezas a las que agarrarnos. Y es muy difícil salir de esa situación sin las herramientas. 

Germán Llorca-Abad, profesor.
  Germán Llorca-Abad, profesor.Sergi González

¿Qué herramientas le quedan a la ciudadanía?

La primera es el pensamiento crítico y autoevaluarnos. Debemos reconocer que interpretamos la realidad desde nuestro propio sesgo ideológico. Una vez que entendemos eso, podemos detenernos y contrastar la información, especialmente cuando confirma nuestras creencias. A nivel de bulos es necesario automatizar una pausa y buscar una fuente alternativa que nos confirme si es verdadero o falso, aunque corrobore nuestro sesgo ideológico. 

Por último, ¿qué mensaje darías a la población valenciana que sufrió la DANA y la desinformación?

Que no dejen de reclamar la verdad. Que exijan a los responsables políticos explicaciones claras y asunción de responsabilidades. Que sigan preguntando y manteniendo viva la memoria de lo ocurrido. Que no se rindan. Hay un proceso judicial abierto y, aunque un año pueda parecer mucho tiempo, aún queda camino por recorrer. Les diría que tengan paciencia y perseverancia: la verdad merece ser defendida.