Directivos animan a fontaneros, carpinteros y electricistas a abrazar a la IA: afirman que ganarán mucho dinero
Pese a las predicciones apocalípticas de la mayoría, muchos expertos ven una oportunidad.
Mientras miles de jóvenes universitarios temen que la inteligencia artificial convierta sus títulos en papel mojado, algunos de los grandes nombres del mundo empresarial insisten en mirar en otra dirección. Para ellos, el futuro no está en los despachos ni en los algoritmos, sino en los oficios de siempre: fontaneros, carpinteros, electricistas o soldadores podrían ser los grandes beneficiados de la revolución tecnológica.
El consejero delegado de Nvidia, Jensen Huang, y el de BlackRock, Larry Fink, coinciden en que la llegada de la IA no traerá desempleo masivo, sino un nuevo auge para los oficios técnicos. Su argumento es simple: alguien tendrá que construir, mantener y ampliar las infraestructuras físicas que hacen posible la inteligencia artificial, desde los centros de datos hasta las fábricas de chips.
Según un estudio de McKinsey citado por Fortune, la inversión mundial en centros de datos para IA podría alcanzar los 7 billones de dólares en 2030. Solo uno de esos complejos puede emplear a más de 1.500 trabajadores durante su construcción y mantener a medio centenar de técnicos de forma permanente. Además, cada empleo directo genera varios indirectos en la economía local, lo que convierte el fenómeno en un potente motor de creación de trabajo.
“Si eres electricista, fontanero o carpintero, el momento es ahora”, aseguró Huang en una entrevista con Channel 4. El directivo estima que la demanda de profesionales especializados “podría duplicarse año tras año” y recuerda que en Estados Unidos muchos trabajadores de la construcción ya superan los 100.000 dólares anuales sin haber pasado por la universidad. Nvidia, además, planea invertir 100.000 millones de dólares en OpenAI para expandir su red de centros de datos, un proyecto que multiplicará la necesidad de mano de obra cualificada.
Larry Fink lanza un mensaje parecido, aunque con un tono más urgente. En una conferencia sobre energía celebrada en marzo, el jefe de BlackRock advirtió a la Casa Blanca de que el país “se está quedando sin electricistas”. Criticó las deportaciones de inmigrantes que podrían cubrir esos puestos y lamentó la falta de interés de los jóvenes estadounidenses por los oficios técnicos, justo cuando la expansión de la IA los hace más necesarios que nunca.
A la advertencia se sumó Jim Farley, director ejecutivo de Ford, quien alertó de una brecha creciente entre los ambiciosos planes tecnológicos del gobierno estadounidense y la falta de personal cualificado para llevarlos a cabo. “¿Cómo modernizar toda esta tecnología si no tenemos a la gente que la construya?”, se preguntó. Solo en EE. UU., calculó, faltan más de un millón de trabajadores en fábricas y construcción.
En este contexto, historias como la de Jacob Palmer, un joven electricista de Carolina del Norte, ilustran el cambio de paradigma. A los 21 años abrió su propio negocio y hoy, con 23, gana un salario de seis cifras sin deuda universitaria ni miedo a ser reemplazado por una máquina. Su ejemplo resume la nueva tesis de los grandes ejecutivos: en la era de la inteligencia artificial, quien domine un oficio manual puede ser quien realmente salga ganando.