Reír para sanar: "Tomarse la vida con humor es una de las formas más sencillas de proteger al cerebro frente al estrés y la ansiedad"
La neuropsicóloga Guadalupe Chiclana afirma que, "cuando reímos, literalmente mejoramos nuestra química cerebral", ya que se activan las conocidas "hormonas de la felicidad".

Cuando todo pesa, reír puede ser un alivio inesperado. En una España donde el estrés, la ansiedad y la depresión afectan cada vez a más personas, el humor se abre paso como una forma de cuidado emocional. Desde los escenarios o las redes sociales, cómicos como Juan Dávila o Joaquín Caserza transforman los problemas en carcajadas y nos ayudan a ser un poco más felices, aportando su granito a nuestro bienestar, siempre que se respeten los límites éticos.
Un reciente estudio internacional realizado por el Grupo AXA revela que el 59% de los españoles admite sufrir estrés, el 48% ha atravesado algún episodio depresivo y el 23% convive con ansiedad. Preocupan especialmente los jóvenes de 18 a 24 años, entre los que uno de cada cuatro muestra signos de depresión severa y siete de cada diez viven bajo estrés constante. También se detecta una diferencia notable entre géneros: el 50% de las mujeres declara tener una salud mental deficiente, frente al 36% de los hombres.
La presión en el trabajo, la inestabilidad económica y el uso excesivo de tecnología son algunos de los ingredientes que alimentan el malestar, influyendo en que la ansiedad y el agotamiento emocional se hayan convertido en parte habitual de la vida moderna.
Es en este entorno desafiante donde el humor y la risa emergen como válvulas de escape y mecanismos de regulación emocional. Aquello que antes se veía como una simple reacción espontánea, hoy se analiza como un recurso terapéutico capaz de mejorar el bienestar emocional y reforzar los lazos sociales.
Reset cerebral: pulsa el botón del humor
Está científicamente demostrado que reír no solo mejora el ánimo, sino que también transforma la química del cerebro. "Cuando reímos, el cerebro entra en una especie de reset biológico. Se activan áreas como la corteza prefrontal, el sistema límbico —donde se gestionan las emociones— y el núcleo accumbens, que está implicado en el circuito de recompensa", señala, explica a El Huffpost la neuropsicóloga Guadalupe Chiclana.
"Esto produce una cascada de neurotransmisores: dopamina, que nos da sensación de placer; endorfinas, que reducen el dolor físico y emocional; y en muchos casos, oxitocina, que favorece el vínculo social y la confianza", conocidas como 'las hormonas de la felicidad', añade la experta de la Clínica DKF.
La relación entre la risa y esta liberación de neurotransmisores no es una mera intuición. "La neurociencia ha demostrado esta relación con técnicas de neuroimagen y estudios bioquímicos. Cuando reímos, literalmente mejoramos nuestra química cerebral. Por eso, tomarse la vida con humor es una de las formas más sencillas de proteger el cerebro frente al estrés y la ansiedad", profundiza Chiclana.
La experta cita estudios, como uno publicado en Proceedings of the Royal Society B, evidencian que la exposición a estímulos humorísticos aumenta el umbral del dolor, un marcador indirecto de la liberación de endorfinas. "Este hallazgo apoya la hipótesis de que la risa cumple una función biológica vinculada a la cohesión social y la regulación emocional", apunta la neuropsicóloga.
Asimismo, investigaciones más recientes, como las de Sandra Manninen publicadas en The Journal of Neuroscience, sugieren que el humor compartido activa circuitos oxitocinérgicos, implicados en la confianza y la sincronía social. "Aunque la evidencia sobre la oxitocina aún es limitada, los datos son convergentes: la risa actúa como un potente modulador neurobiológico con efectos sobre el placer, el vínculo social y la analgesia", resume Chiclana.
La experta advierte de que "no se trata de usar el humor para negar o evadir el sufrimiento, sino para aligerarlo", así como que la risa "la risa no sustituye a la terapia", pero que sí es capaz de complementarla. "Puede potenciarla, ayudando a que el paciente recupere perspectiva y esperanza", ratifica, detallando que "en personas con ansiedad, depresión o estrés crónico, reírse cambia la fisiología: baja el cortisol (la hormona del estrés), mejora la oxigenación, relaja la musculatura y fortalece el sistema inmunológico".
La comedia como camino hacia el autoconocimiento
La historia de Joaquín Caserza es un ejemplo de cómo el humor puede convertirse en una poderosa herramienta para sanar y conectar. A los 23 años, había jugado como portero en equipos de la Tercera División española, la Segunda División de Chipre y la Serie C italiana. Pero un día se dio cuenta de que vivía "en piloto automático", siguiendo los pasos de su padre, que también era futbolista y jugaba en la misma posición.
En ese momento de crisis, escuchó una frase que marcó su vida: "Cuando el sufrimiento es mayor que el miedo, estás preparado para el cambio". Fue ahí cuando decidió dejar el fútbol para dedicarse a la interpretación. Tras tres años de formación en Barcelona y una búsqueda de oportunidades infructuosa en Madrid, Caserza vivió una nueva catarsis: "Me di cuenta de que actuaba para tener éxito, no por amor a lo que hacía".
Esa nueva reflexión le hizo reconectar con el sentido original del arte: el juego, la autenticidad y la conexión con uno mismo. De aquí nació su proyecto actual. Con sus monólogos y vídeos en redes sociales, el actor combina reflexión y comedia para hablar de salud mental sin moralizar. "Lo bonito es que yo comparto mi experiencia, y mi propia experiencia es la que hace a la persona reflexionar, pero no le digo lo que tiene que hacer", señala, reconociendo que eso le quita presión.
Para él, el humor no debe imponerse, sino ofrecerse como vehículo accesible para que cada persona encuentre su propia reflexión. Sin embargo, advierte de que "el humor sirve mucho para tapar, pero no cicatriza", con lo que puede ser contraproducente recurrir a él antes de tiempo.
"Si una herida es reciente y no está sanada, el humor puede ser como una evasión, pero, si se utiliza con los tiempos adecuados, creo que te ayuda a cicatrizar esa herida, porque te empiezas a desidentificar con ella. Ya no es yo lo que me pasa, sino que me río de esta situación", desarrolla.
Hijo de una psicóloga, reconoce que su interés por el autoconocimiento viene de lejos. Desde que dejó el fútbol, se ha formado en estoicismo, psicología y espiritualidad. "Mis vídeos son terapias para mí. Escucho lo que dice mi mente y tiro del hilo para entender de dónde viene. Eso se convierte en guion", confiesa.
El resultado es un formato accesible y honesto que está llegando a públicos diversos: "Hay gente que viene a mis shows solo a reírse y acaba reflexionando. A quienes ya les gusta la salud mental, no les aporto nada nuevo. Pero si no están metidos en ese mundo, les doy una entrada sencilla, sin rechazo. Vas a reírte, y quizá salgas con algo más".
Esta idea es compartida por Guadalupe Chiclana, quien destaca el impacto positivo que puede tener en la sociedad el humor de Caserza: "Me parece muy valioso lo que hace. Utilizar el humor como vía para hablar de salud mental es una forma de romper el tabú y acercar estos temas a la gente desde la empatía".
"Cuando alguien, desde su propia experiencia, logra que otros se identifiquen, se genera una conexión sanadora. El humor puede hacer que las personas piensen: 'Ah, no soy el único que siente esto'. Y eso es terapéutico", añade.
¿Reírse de todo? Los límites del humor
Otro cómico que basa su humor en reírse de las desgracias es Juan Dávila. Aunque su éxito es indiscutible, pues sus espectáculos se llenan en pocas horas, su propuesta genera opiniones divididas. Algunos lo acusan de cruzar límites éticos por bromear con temas tan delicados como enfermedades terminales o discapacidades, mientras que otros lo ven como un necesario agitador cultural que usa el humor como espejo social.
Caserza relata una experiencia profundamente transformadora que vivió al asistir al documental de Dávila, 'La senda del pecado'. De repente se dio cuenta de que a su lado estaba sentada una chica con discapacidad que salía en la proyección. Dávila hablaba abiertamente con ella en el vídeo, con su característico humor sin filtros, y al finalizar el documental, la joven rompió en llanto. "Le pregunté si se encontraba bien y dijo: 'Mira, ese momento fue el más feliz de mi vida'", comenta.
"Me sentía una más, cosa que no me había pasado antes, porque hablaba de mis pechos y no de otro rasgo de mí", le respondió la espectadora, una respuesta que le dejó sin palabras. "Entendí que el gran poder de Dávila era precisamente que trataba a todo el mundo por igual", apostilla.
Más cauta se muestra Chiclana, quien subraya la importancia de la ética en el humor, especialmente cuando aborda temas tan sensibles. "El humor de Juan Dávila genera debate porque toca temas muy delicados. En estos casos, hay que ser especialmente cuidadoso y empático", advierte.
"La vulnerabilidad requiere protección, y el humor nunca debería aprovecharse de ella. Cuando la interacción se da desde el respeto y la sensibilidad, puede ser liberador. Pero eso exige una enorme delicadeza y ética por parte del humorista", agrega.
Así, la neuropsicóloga insiste en la importancia de respetar el valor ético: "Vivimos en una sociedad que a veces confunde el humor con la burla o el sarcasmo. Un humor saludable no se basa en ridiculizar, sino en conectar, empatizar y humanizar el error. Podríamos empezar educando en la idea de que reírse de uno mismo no es debilidad, sino inteligencia emocional. El humor sano libera, une y nos permite mirar las dificultades sin negarlas. Es una forma de resiliencia".
En resumen, reír no soluciona los problemas, pero cambia la manera en que los enfrentamos. No elimina la tristeza, pero abre espacio para la alegría. Y, en una sociedad que vive a contrarreloj, aprender a hacerlo cada día es imprescindible para nuestro bienestar. "La risa puede ser una herramienta terapéutica poderosa", concluye Chiclana.
