Un profesor de 92 años quiere volver a ver a sus alumnos una última vez y lo que ocurre conmoverá al corazón más frío
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Un profesor de 92 años quiere volver a ver a sus alumnos una última vez y lo que ocurre conmoverá al corazón más frío

Una muestra de que el verdadero legado de un maestro no se mide en títulos, sino en el amor que deja en sus alumnos.

Imagen de un anciano en una silla de ruedas.Franziska Werner via Getty Images

En una noche cargada de emoción y recuerdos, el profesor Marco Faresin, de 92 años, vivió uno de los momentos más felices de su vida. Tras cuatro décadas enseñando contabilidad en el Instituto Fusinieri de Vicenza, su mayor deseo era volver a ver a sus antiguos alumnos. Y ellos, conmovidos por la petición, respondieron con un gesto que desbordó humanidad: 100 exalumnos se reunieron para rendirle homenaje.

La cita tuvo lugar el 28 de septiembre en Villa Lioy, una histórica residencia que el propio Faresin restauró con esmero. Por una noche, aquella villa se transformó en una escuela, no de libros ni exámenes, sino de afectos y gratitud. El profesor, impecablemente vestido con traje y corbata, recibió a cada uno con un abrazo, como si el tiempo no hubiera pasado.

Algunos rostros no los veía desde hacía más de cincuenta años. Sin embargo, el vínculo que los unía seguía intacto. “Verlos a todos juntos me ha regalado años y fuerza”, confesó emocionado. “Mis días están contados, pero esta emoción no la podré olvidar jamás”.

La reunión fue posible gracias al esfuerzo de varios exalumnos que, con paciencia y cariño, localizaron a sus antiguos compañeros, desempolvando amistades que el tiempo había adormecido. Lo que comenzó como un sueño se convirtió en una celebración de los valores que Faresin sembró en sus clases: esfuerzo, respeto, humildad.

“En aquel entonces no teníamos nada, pero nos bastaba. Hoy que se tiene todo, quizás faltan los valores humanos”, reflexionó el profesor. Y añadió con gratitud: “Ese día los encontré todos juntos. Gracias de corazón a quienes me ayudaron a cumplir este sueño”.

Más que una cena, fue una lección de vida. Una muestra de que el verdadero legado de un maestro no se mide en títulos, sino en el amor que deja en sus alumnos.

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