Una azafata enciende las alarmas por las actitudes de los superricos en los jet privados
La protagonista de la historia lo cuenta todo en su propio libro.

En 2015, la vida de Danielle Styron cambió, literalmente, de aires. A sus 32 años se planteó trabajar como azafata en un jet privado. A priori, un empleo ideal, con un salario alto, viajes por todo el mundo y múltiples beneficios.
Pero no tardó en darse cuenta de la 'letra pequeña' de ese trabajo como azafata en viajes de grandes fortunas y lo que ocurría dentro de los jets privados de los superricos.
Explica en el New York Post, que ya en la entrevista le explicaron las 'fiestas' en las que le tocaría participar como azafata. Porque el papel de la azafata no se limitaba al servicio, también incluía participar en juegos amorosos en el avión, bajo la atenta mirada del dueño.
"No tienes que ser lesbiana. Simplemente diviértete con ellas", le llegaron a 'explicar' ante la posibilidad de tener relaciones con clientas acaudaladas. Ahí decidió rechazar el puesto... pero no tardó en trabajar en otros jets privados, también con millonarios y famosos a bordo. Todo ello lo explica en una suerte de memorias de una azafata, donde da cuenta de la lujosa vida a 8.000 metros de altura
Con humor, Danielle detalla a señoras que exigían pesar todos y cada uno de los alimentos a otros que le llegaron a amenazar porque su sandwich no estaba caliente.
También relata que un pasajero la empujó contra la pared porque sus perros se inquietaron durante las turbulencias. O, añade con dolor, el momento en el que un millonario le reclamó que buscara champán en San Martín justo después de un huracán y mientras los lugareños hacían fila para conseguir pan.
