Ángel Rubio, obispo de Segovia, pide "compasión" para quienes "padecen" homosexualidad
El obispo de Segovia, Ángel Rubio, ha mostrado en su carta pastoral, titulada 'Castidad y sexualidad', "compasión, respeto y delicadeza" hacia aquellos que "padecen" homosexualidad, una condición de la que traslada un juicio negativo a través de una escueta referencia a ella.
En su nueva comunicación, recogida por Europa Press, el prelado segoviano aborda la castidad como la capacidad por la que una persona, de manera consciente y decidida, asume su sexualidad y la orienta para realizar su vocación al amor en cualquier estado de vida.
"No es una forma de reprimir o inhibir la sexualidad", concreta Rubio, quien incide en que ésta implica el dominio de sí y ayuda a vivir sexualidad como expresión y compromiso de amor. "Es una forma de libertad y una fuente de verdadera alegría, que se alcanza por la gracia de Jesucristo", asevera.
El obispo señala además que para los jóvenes la castidad es un "camino de maduración", pues supone superar el egoísmo propio y ser capaz de sacrificarse por el bien propio y el de los demás, así como es una "excelente" preparación para el matrimonio.
"El Catecismo de la Iglesia Católica ha procurado hacer un desarrollo positivo del precepto especialmente en este mandamiento, tan afectado por las críticas a su talante negativo y represor", añade, al tiempo que indica que se hace también un desarrollo positivo de la sexualidad y de la diferencia de sexos, "que son vistos como complementarios y no como opuestos o en lucha, a la vez que se insiste en la igual dignidad de ambos".
"COMPASIÓN, RESPETO Y DELICADEZA"
Tras ello, el prelado hace referencia a la homosexualidad. Sobre ella, apunta que "el juicio es negativo, pero con una actitud recomendada de compasión, respeto y delicadeza hacia los que la padecen".
En cuanto al amor de los esposos, expresa que las relaciones sexuales entre ellos se califican de "signo de la comunión espiritual" y, por tanto, "algo positivo y santo, aceptando que la sexualidad es por sí misma positiva en cuanto que es fuente de alegría y de agrado".
Según el obispo segoviano, antes de llegar al matrimonio, los jóvenes se preparan para vivir un día el amor humano auténtico y responsable, para lo cual aprenden a usar de la sexualidad tal como Dios quiere, y no como fin en sí misma.
Rubio agrega que la educación de la sexualidad permite encontrar sentido al amor y a la entrega a otra persona en orden a formar una familia y ayuda a ser cada día más dueño de uno mismos, y por lo tanto, más persona.
"Un amor casto es un amor que resiste a todas las fuerzas, internas y externas, que quieren destruirlo. Es casto quien asume conscientemente su sexualidad y la integra bien en su persona. Castidad y continencia no son lo mismo. También quien tiene una vida sexual activa dentro del matrimonio debe ser casto. Una persona actúa castamente cuando su acción corporal es expresión de un amor seguro y fiel", manifiesta.
Ángel Rubio concluye que no hay que confundir castidad con mojigatería. Al respecto, señala que un hombre que es casto "no es juguete de sus deseos", sino que vive conscientemente su sexualidad a partir del amor y como expresión del mismo.
"La impureza debilita el amor y oscurece su sentido. La sexualidad, en la que expresa la pertenencia del hombre al mundo corporal biológico, se hace personal y verdaderamente humana cuando está integrada en la relación de persona a persona, en el don mutuo total y temporalmente ilimitado del varón y de la mujer. La castidad es una virtud moral. Es ta