Maruja Torres: "Lo de 'La Razón' con Carmena es para reírse si no fuera tan patético"

Maruja Torres: "Lo de 'La Razón' con Carmena es para reírse si no fuera tan patético"

PLANETA

No se habían encontrado nunca, pero pareciera que se conocían de toda la vida. La escritora Maruja Torres (Barcelona, 1943) y la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, se vieron por primera vez en agosto de este año, apenas dos meses después de que la exmagistrada fuera elegida regidora de la capital. Lo hicieron en el madrileño Hotel de las Letras, donde pronto, sentadas la una junto a la otra comenzaron a compartir confidencias como dos amigas que se ponen al día tras mucho tiempo sin verse.

Su conversación, que transcurrió entre Madrid, el correo electrónico y Barcelona, ha sido plasmada en Manuela Carmena en el diván de Maruja Torres, un libro editado por Planeta en el que ambas mujeres ("dos tietas locas avanzadísimas", como dice la escritora) dialogan sobre su infancia, la política, el periodismo, el amor y el sexo.

¿Qué tiene Manuela Carmena para que dijera que sí a esta propuesta editorial?

Siempre he dicho que no cuando me proponían hacer un libro sobre alguien de la política. Pero en este caso, teniendo admiración a Manuela y habiendo vivido, en cierto modo, vidas paralelas (no por la profesión, sino porque somos coetáneas), era un desafío porque yo llevo mucho tiempo oxidada desde el punto de vista de entrevistadora. Y funcionó, gracias a la inapreciable ayuda de Pilar, que me transcribía, a la que aprovecho para agradecérselo públicamente.

Son de la misma quinta y no se habían cruzado nunca, ¿cómo se imaginaba a la alcaldesa?

Me la imaginaba como es, una mujer que transmite calidez. Me encantó su frescura. Me dije, mira, una mujer con su edad, cómo conecta con la gente. Eso fue revolucionario. Cuando apareció por el hotel fue como si nos conociéramos, nos abrazamos y todo. Pero yo mantenía intacta la curiosidad del entrevistador, al no conocer detalles de su vida más allá de la biografía que leí. Manuela está íntegra en el libro, con las partes que no haya querido revelar. Se refleja, sobre todo, su forma de ser, con ese acelerón permanente que lleva, pero siempre con la cabeza fría. Es una mujer dinámica y expeditiva, que actúa para cambiar las cosas. Luego, las cosas salen o no, pero ella hace lo imposible para arreglar las cosas.

¿Y se correspondía con lo que pensaba a priori?

Sí, me he quedado encantada. Porque imagina que hubiera sido todo fachada, ¡qué papelón! ¡Desenmascarar a la alcaldesa de Madrid! Qué alegría me llevé de ver que éramos dos tietas locas, avanzadísimas, sentadas y hablando de nuestras cosas, que coincidían con las cosas de todo el mundo, de la historia más reciente de este país. Fue agradabilísimo. Creo que ella está bien retratada y yo, aunque la editorial me propuso que fuera una conversación entre dos mujeres, cada vez me daba cuenta de que era ella el personaje, porque te de las cosas muy bien habladas.

¿Tuvo la sensación de estar hablando con un político?

No, no, qué va. Por ejemplo, en la foto con Cifuentes están retratadas las dos. Manuela no es un político, es una mujer que está agarrada al brazo de otra mujer y que están hablando de sus cosas. Y Cifuentes está sonriendo porque sabe que la están fotografiando. Por eso la experiencia para mí ha sido muy grata y no veo ahora en el panorama político a nadie con quien me gustara repetir. Eso es cruel por mi parte, pero creo que faltan más 'manuelas' en la política.

¿Y Ada Colau? Carmena habla maravillas de ella siempre.

Ada Colau es espléndida y tiene un gran porvenir como política, es más joven y todo, y veo que se está cuajando como política.

¿La ve comparable a Carmena?

"Hacen falta más 'manuelas' en la política"

No, Manuela es única, la hicieron y rompieron el molde. Ada está muy bien, pero es joven y yo creo que las personas jóvenes no tienen muchas cosas interesantes que contar en la vida y eso está bien, porque están abiertos, son esponjas y todavía tienen que recoger sus frutos. Así que, sobre Ada, dentro de 50 años, pregúntale a alguien, porque yo no pienso estar aquí [risas].

Muchos, también en el libro, han comparado a Carmena con Tierno Galván, aunque usted añade que "Manuela es Manuela y éste es un Madrid que tiene que restañar otro tipo de heridas", ¿qué diferencias ve y a qué tipo de heridas se refiere?

Tierno también era un político, pero como era un intelectual, marcó un hito en la vida política madrileña. Y me refiero a la herida real de la desigualdad. Es decir, el Madrid que sale de la dictadura y empieza la democracia tiene la inmensa suerte de que, como los socialistas se lo quieren quitar de encima, le dan la Alcaldía a Tierno Galván. Y él ahí se hizo grande. Conectó, sobre todo, con la juventud y con las ganas que tenía Madrid de quitarse la caspa de la dictadura. Él lo vio muy bien eso. Pero entonces no existía la herida que hay ahora de que las esperanzas se frustraran, y entró la derecha y se quedó 30 años en el Ayuntamiento. Y eso ha cambiado la ciudad, ahora la desigualdad no es sólo entre personas, sino entre barrios. Si a eso le añades el déficit que le dejaron Gallardón y Botella, date cuenta. Porque sólo en auditorías se van a gastar lo que no tienen.

En el libro Carmena habla de algunos jóvenes que la rodean como gente encorsetada en estructuras de partido, con discursos prefabricados, pensamientos preacordados, etc., ¿no le resulta paradójico que sea una persona mayor quien cuestione eso?

Es paradójico si no sabes cómo éramos de libres los jóvenes que ahora tenemos la edad de Manuela y que hemos seguido en esa línea. Es verdad que este país ha retrocedido mucho, es verdad que se ha cogido miedo al futuro, es verdad que las ideas nuevas dejaron de fluir. Las ideas nuevas empezaron a partir del 15-M y antes pensábamos que nuestros jóvenes no estaban politizados. Y cuando empiezan a politizarse, tienen que hacerlo desde un nivel bajo: con la cabeza en las nubes pero con los pies buscando en el suelo las raíces de lo que fue. Y eso hace que en Podemos haya un poco de anquilosamiento de aquella Izquierda Unida que viene del PCE. Y luego están los argumentarios, los jefes de imagen y todo esto. Pero creo que los nuevos partidos se pueden sacudir eso, no tienen que imitar a los otros, tienen que ser ellos. Y en el camino cometerán errores, pero eso no va a hacer que Manuela deje de apreciarles, lo que pasa que se impacienta y quiere que pasen por encima de eso.

También cuenta cómo, durante la campaña, ella propone no hacer un mítin sino una conversación y que querían ponerle un atril...

¡Sí, sí! Ella acabó imponiendo que hubiera un camión con sillas para todo el mundo. Es maravilloso, porque eso es visualizar el cambio, que todos somos iguales.

¿Cree que si se hubiera encontrado con otro tipo de actitudes, habría querido participar en la campaña para las generales?

Creo que ahora está volcada totalmente en la Alcaldía. Ella me dijo que aceptó porque si no, salía Esperanza Aguirre. Se dedica a hacer lo que puede por una ciudad que ama muchísimo, porque es muy madrileña.

¿Cómo vivió usted la victoria de Carmena?

Pues en el sofá, con la tele puesta, escuchando los discrusos de Colau y de Carmena, hablando con mis amigos de Madrid [ella vive en Barcelona]... Fue de esos días felices que luego piensas que hay que atesorarlos, porque luego todo lo que vendrá será lucha y, posiblemente, mucha hostia en la cara.

Ya las está habiendo...

"Este país ha retrocedido mucho, se ha cogido miedo al futuro"

Las está habiendo y allí está ella resistiendo. El famoso episodio ese al que se agarró tanto cierto tipo de prensa, era un bajonazo de un momento concreto al principio. A ella le saben mal estas cosas por los suyos y porque no puede llevar la vida que le gusta. Pero lleva otra que yo estoy convencida de que la divierte muchísimo.

¿Qué le pareció que la prensa destacara ese episodio?

Fíjate que yo no supe ver que la maldad iba por ahí, pensé que iría por el sexo, pero de eso sólo se dieron cuenta después. Decían que Manuela Carmena es una traidora, que quiere abandonar el Ayuntamiento, pero eso se desmonta con la verdad, no hay nada más revolucionario.

¿Por qué se castiga que un político diga que está cansado?

Porque no se piensa, estamos acostumbrados a mensaje-reacción. Si tú reflexionas, dices, coño, lo encuentro humano. Yo cuando me manda ese e-mail, ese mensaje dictado al dictáfono de su ordenador, yo lo recibo como la confidencia en voz baja de alguien en ese momento y lo contextualizo así. Me parece enternecedor y la humaniza mucho. Sin embargo, si a los políticos les atropella una moto o tienen cáncer, ya es otra cosa. Los bajonazos del espíritu, las reflexiones... ¡coño, nos hemos estacionado en la lucecita de La Moncloa. Todos son clichés y reacciones encorsetadas de poca reflexión.

Si lo contextualizas ves que acababa de volver de Zahara de los Atunes, de una casa donde habían pagado 800 euros por cada persona que estaban allí y acababan de decir que estaba en el lujo y en el glamour, y que había arrancado una flor. ¡La Razón interesándose por las flores de Andalucía y de una de las provincias más empobrecida, que es la de Cádiz! Es para reírse si no fuera tan patético.

¿Cómo ve el periodismo?

Ahora me ha tocado batirme el cobre con la promoción del libro y me he encontrado buenos profesionales, pero os putean mucho. Yo el periodismo lo veo necesario e imprescindible. Surgirán sitios, ahora estamos muy mal, pero surgirán sitios. Y hay que recordar que fue muy engañoso cuando, a finales de los 80 y principios de los 90, nadábamos en la abundancia. Eso es muy engañoso, porque un periodista no debería hacerse rico y una empresa periodística no debería hacerse rica, debería reinvertir en su propio trabajo.

¿Y las elecciones del 20 de diciembre?

Tengo a mi yo pesimista en este momento trabajándome a fondo. Cuando vi a Rajoy con Bertín, que yo estaba pidiendo que los mejillones salieran y se pelearan entre ellos para sacarme del sopor, pensaba que La1, que es pública y le estamos pagando todo eso a Bertín, se ve en toda España y en todos esos pequeños pueblos donde la gente es más inmovilista y donde Mariano tiene el perfil. Y lo están lanzando por ahí. Es como si estuviera en un país donde todo es suave, con buenos sentimientos y el dominó. Y el guardia civil es igual de bueno que el párroco. Y el párroco es igual de bueno que el explotador. Y el explotador es igual de bueno que la modistilla. En fin, me repatea. Entonces, me está entrando un ataque de pesimismo, pero no me impedirá bramar contra ello y hacer lo posible para que salgan otros que tienen derecho a equivocarse pero que, por lo menos, son más frescos.

Le pregunto por los nuevos partidos y empiezo por Ciudadanos, que además nace en Cataluña.

Aquí no nos los creemos. A Albert Rivera los independentistas le odian y yo no me fío. Me lo encuentro a veces por el barrio y, cuando le ves pasar por tu lado, tan alto, tan guapo, tan así, le veo una indiferencia social que veo en muchos. Ahora, ¿que puede ser la derecha moderna que necesitamos? Pero por dios no con mayoría absoluta ni como salvador. Vamos a ver, de todas formas, porque está interesantísimo y sería lamentable que todo se resolviera con más inmovilismo.

¿Y cómo observa a Podemos?

Es un partido que sólo con surgir ya provocó un terremoto. Rubalcaba se fue por ahí, el rey saliente dimitió... Hubo un maquillaje, como dice Carmena, se hicieron la manicura. Por lo menos, eso es algo. Y se están forjando, porque nunca un partido empieza, como ellos, y tiene tantas elecciones por delante. Lo de Podemos ha sido irse enterando e ir trabajando. Estoy dispuesta a perdonarles hasta cierto punto. Ya no es aquello que fue, pero es engañoso también, porque la Revolución Francesa ya no la haremos nunca y mejor, porque cortaron muchos cuellos. Yo preferiría una evolución hacia adelante.

"A Podemos estoy dispuesta a perdonarles hasta cierto punto"

Por eso creo que lo mejor es que el Parlamento esté muy equitativo, que los españoles estemos representados todos, que haya respeto entre todos y pactos. Y que trabajen, que quiten las puertas giratorias y las prebendas de los diputados, porque si no, la gente no se lo va a creer y vamos a seguir instalados en el escepticismo y el dominó.

¿Y Cataluña?

Preferiría no verla [risas]. A mí me aburre mucho la temática. Además, se está cumpliendo todo lo que yo me temía. Yo no soy independentista, pero lo respeto. Y lo que me parece es que se está llevando fatal y que va a acabar de forma muy decepcionante para los que lo sienten. Están consiguiendo que esto sea como el Líbano, que llevan dos años sin presidente. Aquí igual podemos encontrarle el gustillo de que no gobierne nadie, ¡quién sabe, todo es empezar! [ríe].

Hablando del Líbano, donde usted ha vivido, ¿cómo ve la situación en Oriente Próximo y en Siria?

Lo estoy viviendo con el horror a ISIS y el temor a los políticos europeos. Yo no tengo compasión con ISIS, me parece que hay que cortarle la cabeza, pero hay que saber dónde está, qué piensa. Yo confío más en el espionaje, en la inteligencia y en todo el trabajo que hay alrededor. Los bombardeos son mediáticos. Aparte de la crueldad, de los daños colaterales, los prisioneros periodistas que pueden estar allí y que no les importan nada. Creo que haría falta que se juntaran, pero mira cómo son todos. Al final va a haber lo típico, puñetazo encima de la mesa, esto por mis cojones, vamos a bombardear y luego vamos a ver el resultado. ¿Qué van a bombardear, ese barrio de Bélgica?

Entonces, para terminar ¿me confirma que nadie más se va a sentar en su diván?

No, no, nadie más. ¡Yo no tengo la energía de Manuela! [risas]