60 años de embargo a Cuba: qué es, por qué sigue y sus consecuencias

60 años de embargo a Cuba: qué es, por qué sigue y sus consecuencias

Ni Kennedy está en la Casa Blanca ni Castro en La Habana, pero las leyes no cambian.

Este lunes se cumplen 60 años de una de las medidas más severas impuestas por un país contra otro para intentar revertir una situación que no gusta o conviene: el embargo de Estados Unidos contra Cuba y su régimen revolucionario.

Pasadas seis décadas, Washington no ha logrado cambiar las cosas en La Habana con su presión y lo que se ha conseguido, eso sí, es dañar a la población con un castigo colectivo que cada vez cuenta con más detractores, empezando por parte del propio Partido Demócrata de Joe Biden y siguiendo por Gobiernos como el español.

En qué consiste

Estados Unidos impuso a Cuba un embargo económico y financiero como respuesta a las primeras restricciones económicas de Fidel Castro en la isla contra propiedades norteamericanas o cubanas pero con participación de capital norteamericano.

Comenzó con la cancelación de la cuota azucarera cubana en el mercado estadounidense, en junio de 1959, y luego suspendiendo el suministro de petróleo, fundamental para el transporte y el desarrollo industrial. Se oficializó el 7 de febrero de 1962 mediante la Sección 620a de la Ley de Ayuda Extranjera, vigente desde septiembre de 1961, cuando el presidente John F. Kennedy prohibió totalmente la importación de mercancías de origen cubano. Después, como respuesta a las nacionalizaciones de importantes empresas de EEUU radicadas en Cuba, se fueron sumando otras prohibiciones.

La medida supuestamente duraría hasta que el Gobierno cubano compensara los bienes de ciudadanos estadounidenses que habían sido nacionalizados durante la Revolución socialista iniciada tres años atrás. Pero el embargo no solo se sostiene hasta hoy, sino que además fue reforzado con numerosas medidas coercitivas y unilaterales de parte de la Casa Blanca, a lo largo de seis décadas, y sostenido por 12 presidentes.

En 1992, la Ley Torricelli codificó las prohibiciones, haciendo extraterritorial el embargo, es decir, fijando sanciones a terceras naciones donde radiquen subsidiarias de empresas estadounidenses y a los barcos que comerciaran con Cuba. Luego, la Ley Helms-Burton, de 1996, lo internacionalizó con nuevas medidas financieras, y durante el gobierno de Donald Trump se adoptaron, adicionalmente, otras 243 medidas. Una suma que obliga a los gobernantes cubanos a operar económica y financieramente en condiciones de excepción. Ninguna otra nación en el mundo ha estado seis décadas “bloqueada”.

Bloqueo, y no embargo, es el término que gusta de usar La Habana, aunque Cuba aún puede negociar con más de 100 países, incluidos alimentos, medicinas y equipamientos médicos que compra a Estados Unidos gracias a una excepción humanitaria aprobada por el Senado norteamericano en el año 2000.

La visión de Cuba

La administración cubana llama al embargo “el genocidio más largo de la historia”. Lo considera un acto de guerra en tiempos de paz, que causa graves efectos en la economía y la sociedad cubana en general.

En un informe presentado por el Gobierno cubano ante la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU), la administración del presidente Miguel Díaz-Canel estimó que los daños provocados por estas medidas de la Casa Blanca, sostenidas a lo largo de 60 años, ascienden a 147.853 millones de dólares (129.124 millones de euros).

Pero, además de generar carencias de insumos básicos como alimentos y medicinas, limitan el desarrollo tecnológico, científico y financiero del país. “El bloqueo significa un escollo para adquirir en mercados de terceros países algunos productos y equipamientos fabricados por empresas subsidiarias de EEUU, o que contienen un por ciento de componentes, partes o software estadounidenses”, señala el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba.

A Cuba, añaden, “cada vez más difícil encontrar instituciones bancarias o financieras internacionales dispuestas a recibir, convertir, tramitar o procesar el efectivo en moneda estadounidense como resultado de los efectos extraterritoriales del bloqueo”.

Hasta el movimiento crítico desarrollado recientemente en el país entiende que el embargo es un lastre insuperable para la nación pero no por eso es el único, la clave de todo. Se supone que, por ejemplo, ha tenido subsidios y ayudas en productos alimenticios y médicos y durante casi tres décadas recibió anualmente 13 millones de toneladas de petróleo, o que entre 1960 y 1990 fue beneficiado con 53 mil millones de dólares en créditos blandos, en gran parte por mediación rusa. A ello se suman los más de 4.000 millones en remesas anuales, los 3.000  de ingresos del turismo -la joya de la corona- o los 11.000 por la contratación de personal médico cubano a otras naciones del mundo, datos que aporta la cadena pública alemana DW.

El futuro

Actualmente, siguen siendo “los intereses geopolíticos” de EEUU los que determinan el endurecimiento o la relajación de este cerco, explica el politólogo Rafael Hernández a la agencia AFP, señalando que Barack Obama es el que ha impulsado la mayor flexibilización.

Sin embargo, nadie apretó tanto como Trump, con 243 medidas adicionales. Pese a las promesas de campaña su sucesor, Joe Biden, no ha suavizado en nada el bloqueo.

Incluso aplicó nuevas sanciones contra funcionarios cubanos, fustigándolos por la “represión” en las históricas manifestaciones del 11 de julio de 2021.

Según analistas, el presidente demócrata espera una mejor posición de su gobierno en las elecciones de medio término en octubre. Pero mientras aprietan desde su partido las posiciones más a la izquierda, que le piden un gesto. Por ejemplo, la carismática representante demócrata en la Cámara de los Comunes por Nueva York, Alexandria Ocasio-Cortez, ha dicho: “El embargo es absurdamente cruel, y como tantas otras políticas estadounidenses dirigidas a América Latina, la crueldad es el punto”.