Arthur Sniegon y la lucha contra la caza ilegal del elefante africano

Arthur Sniegon y la lucha contra la caza ilegal del elefante africano

“He vendido todo y me he comprado una motocicleta, me voy a África a luchar por los elefantes”.

Una fotografía de Arthur F. Sniegon.Bt19883 / Wikipedia bajo licencia CC BY-SA 4.0

Pese al conformismo y al ecologismo de sofá de parte de la sociedad actual, como respuesta a la pérdida irreversible de nuestra biodiversidad, existe todavía un pequeño reducto de personas con un compromiso inquebrantable por hacer de nuestro planeta un entorno habitable para todas las especies que viven en él. Incluso a costa de sus propios intereses y, en ocasiones, de su vida.

Gracias a ellas es posible leer una noticia como la siguiente: en las tres últimas décadas, y contra todo pronóstico, el número de elefantes en Kenia se ha visto duplicado.

Los gorilas tuvieron a Dian Fossey y los chimpancés, a Jane Goodall. Por los leones peleó hasta su muerte George Adamson. Félix Rodríguez de la Fuente defendió a los lobos en España. Arthur Sniegon ha pasado la mayor parte de su vida en el continente africano luchando por la preservación de las poblaciones de elefantes frente a la caza ilegal.

Arthur Sniegon ha pasado la mayor parte de su vida luchando por la preservación de las poblaciones de elefantes

Conocí a Arthur hace más de 10 años. Por aquel entonces me hallaba trabajando en un proyecto destinado a acabar con la esclavitud de los elefantes utilizados para extraer la madera de teca en Birmania.

En aquel primer encuentro, Arthur me explicó que fue en África, en unas vacaciones junto a su familia, cuando por primera vez contempló próximo a él a un enorme paquidermo. La visión le impactó de tal manera que, desde ese mismo instante, sintió que debía hacer algo para acabar con el incremento alarmante de elefantes abatidos debido a la caza furtiva.

Y así lo hizo. “He vendido todo y me he comprado una motocicleta, me voy a África a luchar por los elefantes”, me dijo un día. Con una mochila en la que cargó unas pocas pertenencias, empezó su particular aventura, que acabaría por convertirse en la tarea de toda una vida.

Una vez allí se dirigió a El Chad. Según me explicó, reclutó algunos voluntarios y se dedicó a negociar con los furtivos para que pararan la caza. Durante un tiempo consiguió mantenerlos a raya. Sin embargo, un día alguien les dio el aviso: habían encontrado una manada de elefantes muerta a manos de estos.

Al llegar al lugar indicado, la visión fue aterradora. La manada entera había sido asesinada a tiros. Los cazadores los habían mutilado para llevárselos en el menor tiempo posible a un lugar seguro, donde les extraerían el marfil de sus cuernos con el que comerciar ilegalmente por una buena suma de dinero.

A lo lejos, junto a los cadáveres de dos elefantas, algo parecía moverse. Al aproximarse, Arthur vio a un pequeño elefante que se encontraba tumbado junto a ellas. Entre tanta muerte —reflexionó— ese bebé parecía venir a demostrar que siempre hay una esperanza.

Dada su corta edad, el bebé elefante aún no tenía colmillos con que satisfacer la codicia de los cazadores

La razón por la que había conseguido sobrevivir a la masacre era que, dada su corta edad, aún no tenía colmillos con que satisfacer la codicia de los cazadores. Entre Arthur y algunos voluntarios lo cargaron rápidamente en un camión y lo transportaron hasta un espacio protegido, donde cuidaron de él, alimentándolo con biberones.

Todo parecía ir bien, el pequeño elefante se había familiarizado enseguida con sus cuidadores y nada hacía sospechar el fatal desenlace. Y es que los elefantes son animales muy inteligentes, con una memoria prodigiosa.

Este había visto demasiado. Había presenciado la traumática muerte de su madre y del resto de la manada. Los recuerdos pesaban demasiado para él, así que poco a poco el elefantito cayó en una profunda depresión y se dejó morir.

Fue un duro golpe para Arthur, según me confesó. Por un momento pensó en vender su moto, olvidar lo que le había llevado hasta allí y regresar a casa. Sin embargo, cuando algo se lleva en la sangre no hay golpe, por duro que sea, que logre desviarte de tu camino. Así que, después de unos meses de descanso en casa de sus padres en Checoslovaquia, volvió a África a continuar su lucha.

Desde entonces Arthur ha puesto en práctica infinidad de proyectos en los que ha conseguido la complicidad de numerosos gobernantes de distintos países para preservar las poblaciones de elefantes en todo el territorio africano.

Esta será la primera de una serie de artículos en los que me propongo dar testimonio de quienes han dedicado su vida a cuidar de nuestro planeta, a respetar y proteger al resto de especies con las que coexistimos; y, en definitiva, a hacer del mundo un lugar mejor donde vivir.

Para quien desee acompañar la lectura de este articulo con la música que sonaba de fondo mientras lo escribía, os dejo a continuación el enlace.

La fotografía utilizada en este artículo procede de la Wikipedia y tiene la licencia Creative Commons Attribution-Share Alike 4.0 International.

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