Crimen de Abanto: aplastar la cabeza de su mujer e hija y degollarlas se paga con 44 años

Crimen de Abanto: aplastar la cabeza de su mujer e hija y degollarlas se paga con 44 años

Miren, de 56 años, y Paola, de 24, fueron brutalmente atacadas en su casa, tras pasar una vida de maltrato que estaban a punto de dejar atrás. Las mataron antes.

Faustino Méndez, el condenado por matar a su esposa e hija, el pasado septiembre, durante el juicio. Europa Press News via Getty Images

Golpeó repetidamente a su mujer con dos mazas que había en la cocina y a su hija la ató de pies y manos. Luego las degolló a las dos. Dice que las mató para que no sufrieran, porque no iban a poder vivir sin él, que se iba a suicidar por unas deudas. Hoy el acusado del doble crimen de Abanto Zierbena (Vizcaya), Faustino Méndez, ha sido condenado a 44 años de cárcel. Miren y Paola fueron asesinadas en 2020 y, según lo revelado en el juicio, ambas vivieron en un clima de violencia psicológica constante.

La Audiencia Provincial de Bizkaia ha puesto años a la condena de culpabilidad que ya había dado meses atrás el jurado popular. Además, el hombre deberá indemnizar con 170.000 euros a la madre y abuela de las víctimas y con 40.000 para cada uno de los hermanos y tíos, según han informado a Europa Press fuentes jurídicas.

En el fallo, añade EFE, se aprecian las circunstancias agravantes de parentesco y de género, y una vez cumplida la pena de prisión se le impone la medida de libertad vigilada durante 10 años con la obligación de participar en programas formativos contra la violencia de género.

Los alegatos del fiscal en el juicio fueron aplastantes. Miren Goizardi Uranga, de 56 años, y su hija Paola, de 24, fueron “sacrificadas por un monstruo”. Méndez, de 62 años en la actualidad, “las asesinó de manera brutal, sanguinaria y a traición, sin que tuvieran ninguna posibilidad de defensa”. El representante del Ministerio público presentó ante el jurado a Miren como “una mujer brillante, abnegada, empedernida lectora y gran cocinera, que venía sufriendo esa lacra venenosa y silenciosa de la violencia de género”. Paola “tenía todo por vivir, pero recibieron la visita de un monstruo que ni siquiera soñó en sus peores pesadillas”.

La familia contó situaciones extremas, nada que ver con el padre perfecto que la defensa quiso pintar, desde que obligó a su esposa a dejar que trabajar a que lanzaba objetos a la pared cuando se enfadaba, hacía comentarios ofensivos contra las mujeres y los homosexuales, bebía en exceso. Su gente dice que la madre estaba a punto de quedarse ciega, que estaba esperando a que su hija acabase la carrera para tener independencia y escapar. No le dio tiempo.

Las dos mujeres murieron desangradas, según el informe de autopsia, pero no sólo las golpeó con una maza en la cabeza, sino que las degolló “con ira, saña y furia”. ”¿Cómo se puede atacar el cuerpo inerte de tu propia hija e intentar decapitarla?”, se preguntó el fiscal en su alegato. “La maldad existe y no tiene nada que ver con la enfermedad mental. Basta ya de estigmatizar a los enfermos mentales. Las mató porque le estorbaban”, zanjó.

El ahora condenado dijo que las mató en un arrebato que, según defendió, no pudo controlar, y que al día siguiente informó de ello a su propia familia, que después le denunció.

La Ertzaintza localizó los cadáveres sobre las dos de la tarde del 10 de marzo de 2020 en una vivienda donde había indicios de criminalidad. Tras montar un dispositivo de búsqueda, el asesino fue localizado en la cercana localidad de Portugalete, oculto en unos trasteros, casi inconsciente, se supone que por tomar pastillas.