El día de internet y el derecho a las TIC

El día de internet y el derecho a las TIC

La teleeducación y el teletrabajo han permitido a muchos seguir con sus rutinas, pero esto no ha sido posible ni para todas las personas, ni en todos los lugares.

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Un artículo escrito junto a Arturo Fernández de Velasco, María Jesús Ledesma y Celia Fernández Aller, colaboradores de ONGAWA, Ingeniería para el Desarrollo Humano.

El 17 de mayo ya lo tenemos marcado en la agenda como el Día de Internet para promover acciones que recuerden la importancia de facilitar el acceso a Internet de todas las personas y así contribuir a cerrar la brecha digital.  La celebración del día de internet nos invita a reflexionar sobre las diferencias que provoca la falta de acceso a la red y sobre el derecho humano a las tecnologías de la información y la comunicación (TIC). Pero, ¿son las TIC, un medio para lograr otros derechos, o tienen que ser tratadas como un derecho en sí mismas? La respuesta a esta pregunta nos va a hacer enfocar las políticas de servicio o acceso universal de un modo u otro.

A lo largo de los meses de la pandemia del covid 19 hemos experimentado cómo un buen servicio de TIC nos ha permitido seguir con nuestra vida o, al menos, mantener algunas de nuestras actividades: los niños han podido seguir los sistemas de educación, muchas personas adultas han podido continuar de un modo u otro con su derecho al trabajo. La teleeducación y el teletrabajo, allí donde ha sido posible, han permitido que muchos pudiéramos seguir nuestras rutinas, aunque de un modo diferente al que estábamos acostumbrados. Las videoconferencias han permitido mantener vínculos sociales en sustitución de las relaciones personales.

Pero lo anterior no ha ocurrido ni para todas las personas, ni en todos los lugares. Para que esto fuera posible, se tenían que dar una serie de circunstancias que no siempre se han dado, ni del mismo modo en todos los lugares:

1. Tener una infraestructura de telecomunicaciones de suficiente calidad. Y no solo acceso a la red, sino también unos terminales adecuados a los servicios que se ofrecían.

2. Tener un poder adquisitivo suficiente para poder pagar estos servicios de  telecomunicaciones. La UIT recomienda que el coste de las TIC esté por debajo del 2% de la renta personal.

3. Estar alfabetizados digitalmente, es decir, tener una capacitación, al menos básica, para poder usar estas herramientas.

En los sucesivos informes de la rama de desarrollo de la Unión Internacional de Telecomunicaciones aparecen las brechas de TIC entre mundo rural y urbano, entre hombre y mujer, país en desarrollo y país desarrollado, jóvenes y personas mayores, y también entre personas de bajos y altos ingresos…

Estas brechas no solo se traducen en la falta de acceso a los derechos a la educación o al trabajo, sino también en dificultad en el contacto con los seres más queridos. Durante la pandemia hemos visto como las personas de mayor edad no han podido tener la misma facilidad para aprovechar las TIC para sentirse cerca de sus hijos o nietos. Pero esta misma necesidad es la que tienen, por ejemplo, las personas refugiadas o migrantes que vienen a trabajar a otro país dejando atrás a sus familias. Bajo este prisma, el acceso a las TIC se convierte en un derecho básico, que garantiza el derecho a mantener los lazos con los seres queridos.

Y, ¿qué ocurrirá en el futuro? Llegan nuevos sistemas más avanzados, como el 5G, donde ya no solo nos vamos a centrar en la comunicación entre personas sino también entre objetos, a través del internet de las cosas, va a abrir nuevos servicios hasta ahora desconocidos. Todavía no sabemos cómo va a impactar esta tecnología en las personas, más allá de lo que se está oyendo de grandes retos como vehículos sin conductor, monitoreo continuo de variables de personas, cosas, ciudades u operaciones quirúrgicas a distancia.

Lo que está claro es que la brecha entre los que tengan la disponibilidad de estos nuevos servicios y los que no va a seguir aumentando. Y no sabemos qué derechos básicos, como ahora el derecho a la educación, se están viendo ya afectados en el día a día de estas sociedades, o pueden verse afectados de manera más aguda ante otro momento de crisis.

Las tecnologías sin duda nos permiten avances en todos los sectores, y el avance tecnológico va a ser necesario para afrontar los retos que la sociedad afronta en la actualidad como son cambio climático y los objetivos de desarrollo sostenible de la agenda 2030, pero sería un error mostrar una visión exclusivamente tecno-optimista ya que es necesario identificar las nuevas brechas que se generan al no tener en cuenta los impactos negativos que los grandes cambios tecnológicos acarrean.