Fiscalidad justa y social

Fiscalidad justa y social

Lo que perseguimos los socialistas europeos es que haga un mayor esfuerzo quien está en posición de poder hacerlo.

Judges wooden gavel with EU flag in the background. Symbol for jurisdiction.MarianVejcik via Getty Images

El pasado mes de julio el Tribunal General de la Unión Europea anuló la multa de 13.000 millones de euros impuesta por la Comisión Europea a la empresa estadounidense Apple. Para sorpresa y decepción de muchos, el Tribunal no consideró las exenciones fiscales irlandesas una ayuda de Estado ilegal, tal como defendía el Ejecutivo comunitario (que llegó a asegurar que gracias a ella la tasa impositiva efectiva para los de Cupertino en 2014 fue de 0,005%). 

Al margen de interpretaciones jurídicas del dictamen, hay hechos incontestables. Uno de ellos es que en 2018 Apple declaró ingresos en España por valor de 435,4 millones de euros, pero destinó a impuestos en el mismo ejercicio poco más de 10 millones, es decir, un 2,5% aproximado sobre sus ingresos declarados. Otro ejemplo es el tipo efectivo de impuesto de sociedades aplicado en los Estados miembros. Con datos de la OCDE de 2019, en España es el 24,8%. En Irlanda el 11,8%. 

No se trata aquí de comenzar una batalla entre estados por ver quién es más “competitivo” (ergo, más barato) ni tampoco de perseguir a empresas concretas, sino de replantear y, sobre todo, ampliar el foco del debate sobre la fiscalidad. Si hasta ahora el “ruido mediático” y el debate en la calle se ha centrado en los tipos impositivos, lo que correspondería hoy es comenzar la discusión por el principio: la lógica del sistema impositivo. ¿Para qué pagamos impuestos? 

Piénsenlo. Estamos tan acostumbrados que ya nos hemos olvidado que el objetivo principal de los impuestos no es recaudar per se: es mantener el Estado y, en concreto, el estado del bienestar que disfrutamos en Europa. Las carreteras por las que circulamos, los médicos que nos atienden, las universidades de nuestros jóvenes, la protección de nuestros montes, los autobuses urbanos que nos llevan a la oficina... Todo esto no es gratis. Cuesta dinero. Y mucho. 

Lo digo para ponernos en contexto porque ahora, en plena crisis económica tras la pandemia, oímos decir a algunos (otra vez, siempre son los mismos) que en un momento como este hay que “bajar impuestos” para ser más competitivos (recuerden, “baratos”). Pues bien, lo que los socialdemócratas decimos y defendemos es que en un momento de crisis como el actual lo que debemos ser es realistas, serios y, sobre todo, justos. El futuro inmediato y a largo plazo de todo lo que conocemos está en juego. 

Lo que perseguimos los socialistas europeos es que haga un mayor esfuerzo quien está en posición de poder hacerlo.

Con una deuda pública prevista a niveles altísimos durante años a lo largo y ancho de la UE y la crisis climática desbocada en todo el mundo, es hora de afrontar los hechos. Uno) nuestros sistemas fiscales no están adaptados al siglo XXI: ni a su velocidad ni a su carácter digital. Dos) nuestra sociedad está cada vez más envejecida, con lo que ello comporta para los sistemas de pensiones y de la seguridad social europeos. Tres) el modelo económico actual se basa en la explotación ilimitada de unos recursos que son limitados, o sea, pan para hoy y hambre para mañana. Cuatro) además, nuestro sistema capitalista y estilo de vida, tal como están planteados, están provocando la destrucción del planeta, así, sin eufemismos: llamemos a las cosas por su nombre. Cinco) la brecha entre ricos y pobres -la desigualdad nacional, europea y global- sigue creciendo.

Por todo ello, defendemos los socialistas una fiscalidad justa, coherente y moderna en la que los gigantes tecnológicos paguen los impuestos que les corresponden, como los que correspondan a los que más contaminan. A lo que nos oponemos es a que los más vulnerables paguen las consecuencias de la crisis, como ocurrió en la Gran Recesión gracias al brazo austero de las fuerzas conservadoras.

En otras palabras, lo que perseguimos los socialistas europeos es que haga un mayor esfuerzo quien está en posición de poder hacerlo: el sector financiero, los gigantes tecnológicos y las grandes corporaciones. Por eso nos referimos a la justicia fiscal como la base para lograr justicia social. Algunas de las medidas “descabelladas” que proponemos incluyen el establecimiento de un tipo mínimo comunitario para el impuesto de sociedades del 18%, la creación y desarrollo de impuestos ecológicos y la armonización e implantación a escala internacional de nuevos impuestos como la Tasa Tobin (sobre las transacciones financieras) o la tasa Google (sobre determinados servicios digitales). Afortunadamente, la Comisión Europea -y hasta la OCDE- se mueve en la misma onda y por eso presentó su propio Paquete de Medidas Impositivas en julio que viene a completar sus propuestas previas sobre las tasas de emisiones de carbono, al plástico no reciclable y a las grandes empresas que operan en la UE, entre otras.

Queda mucho trabajo por delante y el dictamen del Tribunal ha demostrado que el camino no está exento de obstáculos. Pero, como dijo Mandela, “siempre parece imposible hasta que se hace”.