Biodiversidad, más que palabras bonitas

Biodiversidad, más que palabras bonitas

¿Por qué es importante todo esto? ¿Qué le importa al ciudadano la extinción de un insecto que no ha visto en su vida?

Una abeja en un cultivo de lavanda.Nicolas Garrat via Getty Images

El pasado día 20 de mayo, la Comisión Europea presentó su propuesta para la nueva Estrategia de Biodiversidad para 2030. Se dice “nueva” porque es la última, la más reciente. Pero no es la primera, ni la segunda, ni tan siquiera la tercera que conocemos. Si bien la Unión Europea mantiene y desarrolla una política medioambiental comunitaria desde los setenta, la preocupación y acción por la defensa y mantenimiento de la biodiversidad es más reciente. Concretamente, la (otrora) Comunidad Europea se preocupa por ella desde el Convenio de Río de Janeiro de 1992 sobre diversidad biológica. 

Desde entonces, podemos contar historias notables de éxito como por ejemplo la red Natura2000 (zonas especiales de conservación) que, en la actualidad, abarca aproximadamente un 20% de la superficie terrestre total de la UE (en torno al 30% en España). O el Programa LIFE, el único instrumento financiero de la UE dedicado exclusivamente al medioambiente que ha hecho posibles más de 5.400 proyectos desde 1992 (unos 900 de los cuales son españoles). Desafortunadamente, el ritmo de destrucción y deterioro del medio en que vivimos es mucho más acelerado que la velocidad a la que nos anotamos los tantos. 

En este sentido, la propuesta de la Comisión Europea merece sin duda el calificativo de “nueva”, ya que establece por primera vez medidas y objetivos concretos para los Estados miembros. Destacan entre ellos la protección de al menos el 30% de los ecosistemas terrestres y marinos de la UE, el establecimiento de un objetivo vinculante para la reducción de un 50% en el uso de plaguicidas y la protección de los bosques primarios (proponiendo, además, la plantación de 3.000 millones de árboles). 

La mitad del PIB mundial depende de la naturaleza. ¿Cómo? Un ejemplo: más del 75% de los cultivos mundiales depende de los polinizadores.

En el Grupo de los Socialistas y Demócratas en el Parlamento Europeo hemos trabajado durante meses para incluir algunas de estas medidas, por lo que no podemos sino acoger con satisfacción la propuesta de la Comisión. Sin embargo, no somos autocomplacientes. La estrategia no es clara en la restauración de los ecosistemas degradados, un punto en el que los progresistas europeos defendemos un objetivo ambicioso de al menos el 30%. Además, tampoco está alineada de momento con el marco financiero plurianual, donde luchamos por incluir al menos un 10% de gasto en biodiversidad, así como por duplicar la financiación del Programa LIFE con respecto a sus niveles actuales. Y también está pendiente la complementariedad de la Estrategia de Seguridad Alimentaria denominada “de la granja a la mesa” que entendemos es crucial para el éxito de los objetivos de biodiversidad en particular y para lograr la correcta aplicación del Pacto Verde Europeo en general.

¿Y por qué es importante todo esto? ¿Qué le importa al ciudadano la extinción de un insecto que no ha visto en su vida? Ya les respondo yo subrayando el impacto directo que este asunto tiene en nuestras vidas y en nuestras economías. Para empezar, la mitad del PIB mundial depende de la naturaleza. ¿Cómo? Un ejemplo: más del 75% de los cultivos mundiales depende de los polinizadores. ¿El riesgo de desaparición de las abejas le suena? Para seguir, la menor cantidad de especies se traduce en un menor rendimiento de los cultivos, una reducción de las capturas de peces y en la pérdida de posibles nuevas fuentes de medicamentos. Una cifra que la Comisión estima entre 3,5 y 18,5 billones de euros anuales de pérdida. Y eso sin considerar los daños derivados del cambio climático que la biodiversidad agrava (por ejemplo, inundaciones [deforestación] o tierras degradadas [monocultivos intensivos]).

La pandemia de COVID-19 ha demostrado que nuestra salud y bienestar dependen estrechamente de la salud de nuestro medioambiente.

Tras la declaración de la emergencia climática y medioambiental por parte del Parlamento en diciembre, no hay otra manera de definir la situación que crítica. La Estrategia de la Biodiversidad para 2030 es un buen punto de partida, pero debemos asegurarnos de que esta vez cumpliremos nuestros objetivos. La pandemia de COVID-19 ha demostrado que nuestra salud y bienestar dependen estrechamente de la salud de nuestro medioambiente. Debemos proteger nuestros ecosistemas y la biodiversidad si queremos reducir amenazas similares en el futuro. Los socialistas europeos continuaremos trabajando en este sentido. Pero para lograr nuestros objetivos también necesitamos alcanzar en la opinión pública los mismos niveles de concienciación y consenso que el cambio climático. “Biodiversidad” es una palabra que suena bien, más suave que “calentamiento global”, pero igual de importante o más. No lo olvidemos.