Jordi Sierra i Fabra: "Espero llegar a los mil libros. A pesado no me ganará nadie"

Jordi Sierra i Fabra: "Espero llegar a los mil libros. A pesado no me ganará nadie"

Su padre le prohibió ser escritor y en el colegio, donde sufrió 'bullying' por ser tartamudo, le decían que era tonto. Hoy es uno de los más leídos y queridos de España.

El escritor Jordi Sierra i Fabra, fotografiado en septiembre de 2017.Leonardo Cendamo via Getty Images

Tiene 74 años pero no se siente “viejo”. Con 500 libros publicados, no es un escritor prolífico, es “fértil”. Y éste es, sin duda, su año. Literalmente, 2022 es el Año Jordi Sierra i Fabra en conmemoración de los 50 años de la publicación de su primer libro. Y entre sus muchos planes —que incluyen la reedición de Imágenes de rock, con fotografías de su etapa como comentarista musical, el lanzamiento de una antología poética, una autobiografía, su vida en cómic y una exposición de homenaje en Barcelona— ha hecho un hueco para algo que nunca antes había probado: ha creado un libro, Perdidos en el espacio, junto a estudiantes de todo el mundo a través de internet con Fiction Express, una experiencia que para él ha sido “curiosa y divertida”.

Se trata de “una plataforma de lectura interactiva, basada en metodologías activas donde los autores construyen la historia con los lectores a través de votaciones y un foro donde interactúan”, explica Cristina Puig, cofundadora de Fiction Express, de la que forman parte 200.000 alumnos de distintos países. Así, el autor va construyendo la historia en base a las decisiones de los lectores. “Lo que logramos es que los niños trabajen la lengua más allá del libro de texto, lo que hacen es cubrir esa necesidad que muchas veces tenemos como docentes de que practiquen la lengua en un entorno real para que aprendan diferentes registros de escritura, de lenguaje hablado...”, añade. Sierra i Fabra se sumó porque, según el autor, “los creativos y los editores hemos de ingeniárnoslas para que lean de una forma u otra”.

Como señala Puig, “Jordi ha creado mucha expectación”: “Ha escrito en el nivel más alto de los chicos, que son los que están en los últimos cursos de la ESO y Bachillerato. Ya tienen una madurez y se notaba la experiencia de Jordi con los de esas edades. Les ha hecho una historia profunda donde los chicos han tenido que reflexionar”. “Para el autor también es un reto, una manera de hacer historias muy a tiempo real con tus lectores. Es una interacción muy viva y muy real”, reflexiona Puig. El escritor, como confiesa, se la tomó con un punto “provocador”.

Los dos coinciden en que las pantallas, sin llegar a sustituir al libro impreso, pueden llegar a ser una herramienta que fomente la lectura. “No podemos obviar que las pantallas existen y existirán”, señala la cofundadora de Fiction Express. “Si estás haciendo una plataforma que lo que busca es que los chicos lean más, lo que tienes que hacer es pensar como ellos. Quieren participar, quieren decidir, quieren velocidad... pues démosles eso, pero en un entorno lector”, agrega.

Por su parte, para el escritor, que nota de primera mano los estragos que están causando los móviles y las redes sociales en los más jóvenes, “todo lo que sea hacer leer es bueno”. Con tono vehemente, cercano y dejando entrever su sentido del humor, el escritor cuenta cómo fue la experiencia de las últimas semanas escribiendo mano a mano con los chavales, demuestra que le queda cuerda para rato y recuerda que el bullying que sufrió siendo niño le hizo “más fuerte”.

¿Cómo ha sido la experiencia en Fiction Express? ¿Qué tal ha ido?

Insólita, diferente, rara. A ver, imagínate, este año se cumplen 50 años de mi primer libro y he publicado más de 500 y nunca, nunca, nunca he sometido a mis libros a ningún juicio de editores. Lo que yo escribo es lo que se publica y punto. Es la primera vez que hago una cosa así, en la que interactúo con los lectores y lo hice por ese motivo. Si uno es inquieto y es artista, pues siempre busca experiencias nuevas. Ésta ha sido curiosa y divertida.

¿Le iban sorprendiendo las decisiones que iban tomando o los comentarios que hacían los chavales?

Sí. La verdad es que con toda la mala leche, con perdón, ya escogí un tema difícil. Sé que la ciencia ficción les gusta verla en cine, pero en libro el lenguaje, las situaciones... se les escapan. Así que dije ‘voy a ir a saco’. El tema era muy sencillo, una nave perdida, tres astronautas... El buen lector lo ha pillado, pero el que no lee ciencia ficción o el mal lector se hacía, con perdón, la picha un lío. He estado en plan provocador, lo reconozco. Sí, sorprende mucho ver sus reacciones, ha habido ejemplos muy curiosos que me hacían reír.

¿Cree que después de esta experiencia a alguno de los participantes le habrá entrado el gusanillo por leer?

Sí, eso se ve enseguida. Muchos han dicho ‘es el primer libro que leo de ciencia ficción, voy a leer más’. Y a los que les ha gustado enseguida piden segundas partes: ‘¿Una continuación, no?’. Y lo les decía: ‘Yo nunca hago segundas partes, nunca. Lo que acaba, acaba’. Además todos quieren saber, porque la historia comienza con una nave en el espacio y acaba que logra volver a la Tierra, pues la mayor parte quería saber qué les pasaba al llegar. Siempre quieren más páginas, algo más, no entienden que en un libro has de contar la historia con tus palabras y luego que cada cual imagine lo que quiera.

Pedían más temporadas, ¿no? Como ocurre con las series...

Claro. Ellos confunden serie con saga. Una saga es Crepúsculo, Harry Potter o Juego de Tronos. Si lees el volumen 3 sin leer el 1 y el 2, no sabes de qué te hablan. En cambio, una serie es James Bond, es mi personaje Miquel Mascarell, que lees el número 7 y da igual que no hayas leído más.

¿Y esta experiencia prueba que si se usan bien las pantallas pueden fomentar la lectura?

Sí, todo lo que sea hacer leer es bueno, porque supongo que estos chicos y chicas hoy en día con los móviles, ese agujero negro que les chupa la energía, esa arma de destrucción masiva que digo yo, leerán menos. Los creativos y los editores hemos de ingeniárnoslas para que lean de una forma u otra. Esto, como experiencia yo creo que es buena porque, en mi caso he visto que luego han dicho ‘voy a seguir leyendo ciencia ficción’ o ‘voy a leer más libros de Jordi Sierra i Fabra’.

Nunca hubo un plan B, siempre dije que iba a ser escritor

La parte negativa es eso de leer un capítulo a semana, o esas escuelas que dicen que leen un capítulo o una página a la semana o al día... ¡por Dios! ¿Una página al día? Y si acaba la línea con un diptongo al final, ¿qué? ¿Dejan de leer? A mí esto me subleva, eso no es leer. Pero bueno, algo se consigue, cualquier grano de arena es bueno. Si en las escuelas solo acaban leyendo ese tipo de formato, sin leer libros físicos, eso también es malo. Todo tiene su parte buena y su parte mala, ha de haber un equilibrio.

Es usted defensor del libro en papel, entonces

Claro, los críos tienen que tocar, han de sentirlos. Es una propiedad, es una emoción propia. Tocar y sentir ha de ser parte del juego de la vida. Tocar con un dedo una pantalla, eso no es sentir. No es igual enamorarse de una foto de Charlize Theron que tenerla físicamente en tus brazos. A mí me parece bien todo esto siempre y cuando sirva para algo más.

Y este año, como mencionaba, es el Año Sierra i Fabra por los 50 años de su primer libro. ¿Cómo se hizo usted escritor?

[En tono de broma] De entrada, ¿por qué me llamas de usted, soy tan mayor? Bueno, yo tenía ocho años. Era tartamudo, soy tartamudo aunque ya no lo parezca. Para mí descubrir que escribiendo me podía comunicar con los demás fue como una revelación. Yo nací para escribir. A los diez, once años ya leía un libro al día. Me hice lector voraz enseguida y de ahí a decir ‘Yo lo puedo hacer mejor’ va un paso. Eres un niño, pero te lanzas.

Nunca hubo un plan B, siempre dije que iba a ser escritor. En el año 72, con 25 años, publiqué mi primer libro, de música, y luego ya novelas, gané muchos premios y me dediqué únicamente a escribir.

Ya me paso al tú. ¿Te planteas la jubilación?

No, querida, no. Solo tengo 74 años, hasta los 100 aún me quedan 26. Esto no es jubilable. Yo entiendo que un señor que trabaja en un banco o en la fabricación de tornillos pues esté harto, pero el arte no se jubila. Yo siempre digo que los libros no se escriben, se sienten, y si estoy vivo los siento cada día. Mira Picasso, tenía noventa y pico y murió pintando.

Solo tengo 74 años, hasta los 100 aún me quedan 26. Esto no es jubilable

Hacerte mayor —no digo viejo porque no lo soy— tiene una ventaja y una desventaja. La ventaja, que sabes más: has vivido más, has viajado más, entiendes mejor las cosas de la vida y tus novelas son mucho mejores que las de hace 20 o 30 años. La desventaja, ¡coño, que el día menos pensado te mueres! O te entra un achaque, o te viene un cáncer... y cuando ves que muere gente de tu edad a tu alrededor dices [canturreando] ‘Jooooder, que se está acercando’. Pero yo estoy mejor que nunca, tengo las ideas más luminosas, la cabeza superdespejada y la memoria, de elefante. No, es imposible que se jubile un artista.

Buenas noticias entonces para tus lectores...

Bueno, espero llegar a los mil libros. A pesado no me ganará nadie.

Vas ya por 500, ¿cómo se puede ser tan prolífico? Porque sale el cálculo de un libro al mes.

Me gusta escribir. Yo nunca quise batir ningún récord, nunca quise ser el más tal o el más cual. Cuando era niño dije ‘Voy a ser escritor’ y ya está, no dije ‘Voy a ser rico o famoso’, al contrario. Yo era famoso hace 40 años, cuando dirigía Disco Express o Popular 1. Si vieras mi despacho... aquí solo tengo una fotografía con un escritor, con García Márquez. Las demás son fotos con Freddie Mercury, Frank Zappa, Leonard Cohen... Yo he sido comentarista musical. Como salía con toda esta gente fotografiado, sé lo que es la fama. Y la odio. Lo que me gusta es poder coger un avión, irme al quinto pino y que nadie me conozca.

En la escuela decían que era tonto, tuve que superar traumas escolares complejos, 'bullying'. Fue duro pero nadie pudo conmigo

Así que de niño quería ser escritor, nada más, pero mi padre me lo prohibió. Tuve que luchar contra él. En la escuela decían que era tonto, tuve que superar traumas escolares complejos, bullying por supuesto. Fue duro pero nadie pudo conmigo. Y nunca dije esto de ‘Si no puedo ser escritor seré otra cosa’. Para mí escribir es lo máximo. Vas creciendo y el día que te dicen ‘Jordi, ¿sabes que eres el escritor vivo que ha publicado más libros?‘, ese día dices ‘¡Me cago en la leche, ya me ha caído encima el sambenito!’. La palabra prolífico —que odio, por cierto, porque yo soy fértil, no prolífico—, el ‘mas no sé qué’, te persiguen para siempre.

Mencionas el bullying... Se hizo muy famoso ese vídeo en el que lo contabas. ¿Qué mensaje transmitirías a un chaval que ahora mismo lo esté sufriendo?

Mi mensaje es muy claro. Yo nunca doy mensajes pero sí digo lo que sentía. Cada golpe que recibí me hizo más fuerte. Eso un chaval de 14 o 15 años que está sufriendo ahora bullying no lo entiende, piensa ‘¿Cómo pudo ser más fuerte si me está pegando el matón de la clase?’. Pues sí. Cuando el matón de la clase la emprendía conmigo, si me daba cuenta de algo es de que era un imbécil. El que pega es un cobarde cagado de miedo que, en el fondo, le tiene pánico a la vida. Su defensa es sacar el odio que lleva dentro, la violencia, pero en el fondo tiene miedo.

Recuerdo un día que pensé ‘Tú ahora me estás dando un puñetazo, de acuerdo. Dentro de 20 años seguirás siendo un imbécil violento pero yo seré mejor que tú porque seré escritor’. Tener ese sueño me hacía fuerte. Sabía que yo iba a poder dominar mi vida, él no.

Lo pasé mal pero salí mentalmente fuerte de esa experiencia y eso es lo que me gustaría que algunos entendieran, que por mucho que se les haga eterno, esto pasará, y si resisten y saben aceptar lo bueno y lo malo de la vida van a tener la cabeza mucho mejor. Hay una frase muy buena que dice ‘La vida es un 5% lo que te pasa y un 95% cómo te lo tomas’. Y es verdad. Cada día hay cosas buenas y malas y cada día hemos de aceptar lo bueno y entender lo malo.

¿Cómo consigues conectar con un público tan joven? Dices que no escribes expresamente pensando en ellos, pero ¿dónde crees que está la clave para que les atraigas tanto?

No es igual escribir para jóvenes que de jóvenes; yo escribo de jóvenes. Si me leen en escuelas me parece bien, le debo a los maestros que confían en mis libros poder vivir de esto, pero pienso en los niños a los que les obligan a leer mis libros. Yo no hago un libro para que les obliguen a leerlos, sino para que los disfruten.

Nunca he pensado ‘escribo sobre drogas para que no tomen drogas’. No, cuidado, yo hago una novela y hablo de drogas, pero no hago moralina, no hago un final feliz. Cuento historias y cada cual que saque la conclusión que quiera. Chaval, ¿quieres tomar drogas? Tómalas. Es tu cuerpo, es tu mente, allá tú.

Mira, este año se cumplen 25 años de Campo de fresas, mi libro más vendido, y cuando lo publiqué estaba empezando internet, no había móviles. ¿Por qué se sigue leyendo? Porque lo que interesa es el tema. Los sentimientos no varían. ¿Qué pasa, que hoy en día no leeríamos Madame Bovary, o Guerra y paz? Si un libro es bueno a su tiempo lo trasciende. Yo sé que llego a la gente joven porque les cuento historias. Mis libros no pasan de moda, tengo más de cien longsellers porque les gusta lo que escribo y cómo lo escribo y les importa poco si un libro ocurre hoy o hace 50 años. Si la historia es buena, les va a atrapar. Luego está mi estilo: frases cortas, capítulos cortos, no me enrollo...

Decías que algunos son lectura obligatoria, ¿qué piensas de estas esto?

Cuando hablo con ellos siempre les digo ‘Si estás enfermo y tienes algo fuerte, ¿verdad que el médico te pone una inyección o te da unas pastillas? ¿Qué preferirías, seguir enfermo o tomarte una medicina o ponerte bien?’ y me dicen ‘hombre, la medicina’. Digo ‘Pues mira, chaval, si no lees, estás enfermo del alma, enfermo de la cabeza, necesitas que alguien te dé una medicina, aunque sea a la fuerza, para hacerte entender la vida’.

Mira, chaval, si no lees, estás enfermo del alma, enfermo de la cabeza, necesitas que alguien te dé una medicina, aunque sea a la fuerza, para hacerte entender la vida

Para mí obligar a leer no es bueno pero en esa etapa de la vida es necesario, porque si no saldrían más burros de lo que muchos salen. A ver, yo lo entiendo. De niño en la escuela El Quijote era lectura única. Claro, odiaba a Cervantes. Profundamente. Y entiendo que cada año cuando el profe diga ‘Vamos a leer este libro’ me odien. Luego dicen los maestros que, al acabar, el 80% le dice ‘profe, gracias, éste es un buen libro’.

Hace unos meses vi en internet a un chaval que decía ‘Ya está bien, este Sierra i Fabra o está enchufado o soborna a todo el mundo. He vivido en tres comunidades y en las tres Sierra i Fabra en la escuela’. Me hacía reír porque piensas ‘¡Pobre chaval!’.

Algo debo tener que les gusta, a los profesores les salvo la vida porque dicen que mis libros no se los tiran a la cabeza, así que digamos que es un pastel perfecto.

Has creado un premio literario para jóvenes escritores...

¡17 ediciones! La última ganó una chica, la más joven hasta ahora, ¡14 años! Ha hecho un libro ¡brutal! ¡Muy bueno!

... ¿Y hay talento, hay interés por las letras pese a lo pegados que puedan estar al móvil?

Hace 5 o 6 años recibíamos unos 110 libros de todo el mundo de habla hispana. El año pasado bajamos a 60 y éste, a 35. Está bien pero se nota que en estos últimos años el móvil y las redes sociales han hecho estragos. Ese agujero negro les absorbe la energía. Pero los que escriben son buenos para su edad.

¿Te planteas el uso de redes sociales para estar en contacto con tus lectores?

No. La Fundación Sierra i Fabra sí las tiene. Yo no puedo, a mí el ruido me distrae. El mundo que me rodea, te lo confieso, me protege. Este verano en la Fundación hubo una inundación, no pasó nada, pero nadie me lo dijo. Cuando estuvo arreglado, entonces sí. ¿Por qué? Porque estaba escribiendo. La Fundación de cara afuera es la que me protege y me cuida pero para mí es ruido. No puedo llegar y [tono irónico] ‘He llegado a Colombia’, ’Estoy aquí, ‘Mira con quién estoy’, ‘Una selfi con Rafa Nadal’... Lo siento pero no.

Aparte de que es ruido, considero una aberración el odio que genera todo esto. El Instagram es un escaparate de ‘Mira qué guapa estoy, mira dónde estoy, me he ido al Caribe y tú no, te jodes’ y encima la gente dice ‘Oh, qué bien, me gusta esta foto tuya tomando el sol mientras yo pringo aquí en invierno’. Si yo tuviera Twitter y dijera A, supongo que habría mil tíos y tías que dirían ‘Oh, Jordi ha dicho A, bien’, pero seguro que habría mil más que dirían ‘¿Y por qué no ha dicho B, será idiota?’. En ese juego no voy entrar.

¿Tus hijos y nietos han sido lectores tuyos? ¿Han sido los mayores críticos o los mayores fans?

Tengo una hija de 50 años —todo lo hice muy joven— y un hijo de 47. Diría que ella es la oveja negra de la familia: yo soy escritor, mi mujer es pintora, mi hijo es cámara de cine, monta vídeos, lleva la editorial... y mi hija me salió economista. Me salió inteligente; dos carreras, nosecuántos máster... A ella le van los números, no lee. Mi hijo es lo contrario, es un devoralibros, leía a Nietzsche y a Freud con 14 años. Sí es lector mío, crítico, ¡me da cada palo! Y mis nietas, tengo una de 16 años y otra de 13 que me han leído, sobre todo en la escuela.

¿Recomendarías algún libro para enganchar a los chavales a la lectura?

Es complicado. Cuando hago un libro soy consciente de que, con suerte, puede gustar a un 70% de lectores. Luego habrá un 10 o un 15% que se quedarán igual y al resto no les va a gustar, dirán que es una mierda. Hago ciencia ficción, novela policíaca, ensayo, poesía, novela histórica, novela realista... En una clase de 50 habrá cinco que les guste lo romántico, a cinco lo policíaco. Si yo fuera maestro pondría cinco libros a escoger, uno de cada género. Y a lo mejor, los que hayan leído el de ciencia ficción, a lo mejor contagian su entusiasmo a los demás.

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