"La maté porque era mía"

"La maté porque era mía"

La defensa y la seguridad es como la sanidad pública. Protegen la salud, el bienestar y las libertades de los españoles.

Putin intenta levantarse de su silla en la reciente cumbre de SamarkandaContributor via Getty Images

Cualquier juzgado o fiscalía de Familia, o cualquier comisaría de Policía o cuartelillo de la Guardia Civil, o cualquier funcionario de prisiones ha tenido que encararse con el machista de turno que con un “la maté porque era mía” trata de justificar el asesinato de su mujer, novia, amante o lo que fuere. Vladimir Putin se remonta a mitos y leyendas de hace siglos para respaldar la invasión de Ucrania. ‘La invadí porque era mía’, argumenta con parecidas palabras. Era rusa pero los ucranianos no lo sabían.

Por eso convenció a la gente, con un perfecto lavado de cerebro y censura de prensa, que la ‘operación técnica especial’ iba a acabar en dos o tres días, con la fuga de Zelenski, la elección digital, con el dedo índice, de un jerarca con buenas relaciones con la oligarcocracia oficial, adicto al Kremlin, y el pueblo en las aceras aclamando a los ‘libertadores’ con banderitas de papel que se moverían al compás de canciones patrióticas. Puro Walt Disney.

Al principio algunos estadistas aceptaron esta versión. No parecía probable una derrota del temible ejército rojo, que aunque desteñido ideológicamente, contaba con una fuerza considerable. El presidente chino, Xi Jimping, dejó hacer; el turco Erdogan, con una vela a Dios y otra al diablo (su país es miembro de la OTAN) quiso fortalecer sus relaciones con Moscú para hacerse valer más en Washington y en Bruselas y pasar a ser uno de los grandes tenores en el concierto internacional. Se metió a mediador, y ha hecho el ridículo. Una semana después de que Erdogán anunciara que era posible un acuerdo, que veía a un Putin predispuesto, pero que era indispensable devolver el territorio ocupado, se celebraban los referéndums de las regiones supuestamente prorrusas a punta de fusil y con los tanques patrullando las calles.

Como a nadie le gusta morir, muchos de los que aplaudían al autócrata, aprendiz de zar, se fugan por miles. Una de las más sólidas tradiciones rusas es la del exilio o el 'gulag'

Es una treta infantil: como el 99%, pizco más pizco menos, va a votar ‘Sí’ a la esclavitud, y ‘No’ a la democracia que les hace libres, cualquier ataque ya lo es a la Madre Rusia. ‘Vota o muere’. Y anuncia bravucón que en ese nuevo supuesto no descarta emplear armamento nuclear para ‘defenderse’ de la ‘agresión a la Patria’. Esta parece que es la manera para neutralizar las protestas internas. Las levas para la recluta forzosa de al menos 300.000 civiles, que algunas fuentes elevan al medio millón, han provocado una oleada de manifestaciones. Como a nadie le gusta morir, muchos de los que aplaudían al autócrata, aprendiz de zar, se fugan por miles. Una de las más sólidas tradiciones rusas es la del exilio o el gulag.

Pero no, no hay nada infantil; ni ingenuo; ni de farol o farolillo. El gesto impenetrable, con un amago de sonrisa tallado en el rostro mientras miente desmintiendo a la mentira anterior, concuerda perfectamente, diría que milimétricamente, si a las intenciones y apariencias se les pudiera aplicar el sistema métrico decimal, con la definición de sociopatía. Tropecé con ella cuando buscaba referencias de la psiquiatría social para lograr acercarme a este fenómeno de locura colectiva, o casi, que a veces afecta a pueblos enteros.

Pues bien, una persona es un sociópata cuando padece un trastorno mental que se caracteriza por no discernir entre el bien y el mal, ignorar los derechos y sentimientos de los demás, y ser egocéntricos, mentirosos y manipuladores. “Por ello es importante identificarlos”.

Como es lógico, un político sociópata necesita una corte, en este caso, civil, religiosa y militar. Por ejemplo su ministro de Exteriores, el buldog Serguéi Lavrov. Con su habitual impavidez a la hora de contar trolas, sostuvo en la ONU la versión oficial de aquellos santos propósitos de los primeros días: “Es una conspiración de Occidente que “quiere borrar a Rusia del mapa”, cuando a la vista del que quiera verlo, sin orejeras preconcebidas, claro, está que es el ‘putinato’ quien pretende borrar al estado de Ucrania del mapa. Y acto seguido, hay síntomas de ello, ‘revisar’ las soberanías de los antiguos países satélites, o de ‘soberanía limitada’, según la ‘doctrina Breznev’, que escaparon como alma perseguida por el diablo en cuanto se desmoronó la URSS.

El peligro es que, como decía el forense de la pajarita de la serie Navy, no se valore la fuerza de la nostalgia, almibarada por los años. John Arbuthnot explicaba que “los partidos políticos mueren por tragarse sus propias mentiras”. Aunque a veces es un proceso muy lento.

En este caso, las mentiras se están tropezando con la realidad fúnebre de decenas de miles de víctimas, entre muertos y mutilados. Tanto en Moscú como en las ciudades más importantes y hasta en la alejadas aldeas siberianas es doloroso morir aunque sea por la patria. Como me decía un general: “La verdad es que los militares más que morir por la patria lo que queremos es que el enemigo muera por la suya”. Sobre todo cuando, como es el caso, no se muere por la patria sino por los delirios de grandeza y ‘revancha histórica’ con efecto retroactivo del antiguo espía del KGB que engañó a Yeltsin (que seguramente estaba bajo los efectos del vodka) aparentando ser delfín cuando era una peligrosa orca, un tiburón asesino, en inglés killer whale.

Las mentiras se están tropezando con la realidad fúnebre de decenas de miles de víctimas, entre muertos y mutilados. Tanto en Moscú como en las ciudades más importantes y hasta en la alejadas aldeas siberianas es doloroso morir aunque sea por la patria

Todos los países tienen que extraer consecuencias de estos acontecimientos impensables hasta hace poco que demuestran que no hemos llegado, la entera humanidad, a ese beatífico ‘fin de la historia’ que es el progreso y la libertad en paz y buen rollito que son las democracias liberales pronosticado por Fukuyama. Los trastornados ayatolás de Irán, sacados de las oscuridades del medievo sin descomprensión, sus alumnos yihadistas, la fuerza que está cogiendo la extrema derecha mezcla de post nazifascismo y post comunismo en algunas mentes, con la ayuda de Putin y la intoxicación y desinformación, con los cañones sin pólvora ni retroceso que son las redes sociales, pinta mal.

Decía el general y presidente francés De Gaulle que “un país no puede ser completamente independiente si no tiene el arma nuclear”. Esta está siendo una dura lección para Ucrania que entregó a Rusia todo su armamento atómico a cambio de su independencia. Si solo se hubiera quedado con una docena de las casi tres mil bombas que tenía, Putin no la habría invadido. De todas formas… como Ucrania cuenta con los científicos, la técnica y quizás el material... ¿podría tener una a medio plazo? A saber… Con menos empezó Corea del Norte. Por eso para Europa es importante la disuasión del ‘paraguas atómico’ de EEUU (con ‘escala’ defensiva en Rota) aunque tanto Francia como Gran Bretaña tienen armamento nuclear.

En cuanto a España, y en particular a la ‘izquierda bobita’, que diría Alfonso Guerra, conviene recordar algunas reflexiones del ex JEMAD y ex Teniente General José Julio Rodríguez, ahora podemita en busca de un destino: “Soy consciente de que en estos asuntos (de la defensa y la seguridad) las certezas absolutas, generalmente fruto de percepciones impulsivas, han provocado los mayores fracasos y sufrimientos de la historia”. En relación al papel de España en el orden mundial el exjefe del Estado Mayor de la Defensa proclamaba en 2011, en el seminario de la Asociación de Periodistas Europeos en Toledo, que “la interconexión entre todo lo que ocurre en el mundo nos obliga inevitablemente a ampliar el alcance geográfico de nuestras intervenciones. Esto no se debe a un intento de actitud hegemónica o imperialista, sino sencillamente al hecho de que debemos estar preparados para influir en todo aquello que pueda afectar seriamente a nuestra seguridad.

La ‘guerra de Putin’ y sus secuelas, así como el sarpullido de populismos nacionalistas también es un recordatorio, como también decía José Julio Rodríguez de que “con la globalización ya no caben paraísos aislados en los que se pueda vivir de espaldas a lo que ocurre en el resto del planeta”.

A ver si nuestros simios, políticamente hablando, se bajan de los árboles y dejan de decir idioteces y de ver la inversión responsable y a futuro en defensa y seguridad como un gasto improductivo. Eso es un tremendo error que puede acabar en suicidio. La defensa y la seguridad es como la sanidad pública. Protegen la salud, el bienestar y las libertades de los españoles.

Cuando llega el momento de la verdad, suele ser tarde para el incauto. En este sentido el black friday de rebajas fiscales a tontas y a locas como insensata munición electoral es darle la espalda al riesgo en unos momentos cruciales con muchos, visibles o agazapados, enemigos potenciales.

MOSTRAR BIOGRAFíA

Empezó dirigiendo una revista escolar en la década de los 60 y terminó su carrera profesional como director del periódico La Provincia. Pasó por todos los peldaños de la redacción: colaborador, redactor, jefe de sección, redactor jefe, subdirector, director adjunto, director... En su mochila cuenta con variadas experiencias; también ha colaborado en programas de radio y ha sido un habitual de tertulias radiofónicas y debates de televisión. Conferenciante habitual, especializado en temas de urbanismo y paisaje, defensa y seguridad y relaciones internacionales, ha publicado ocho libros. Tiene la Encomienda de la Orden del Mérito Civil.