Los bancos de desarrollo y el camino a una recuperación eficiente y sostenible

Los bancos de desarrollo y el camino a una recuperación eficiente y sostenible

El desafío es que los sacrificios que hemos hecho hasta ahora hayan valido la pena.

bamlou via Getty Images

Recorro los diarios de América Latina, y las noticias de estos primeros días de junio pintan un panorama sombrío. La región pasó a convertirse en el epicentro mundial de la pandemia, y el impacto económico, anticipan los expertos, puede prolongarse varios años. 

La emergencia pone a prueba los sistemas para atender lo más inmediato y prioritario: la salud de las personas afectadas por la COVID-19. Pero también desafía la capacidad de atención a los afectados por las consecuencias económicas del confinamiento. 

En el frente de la pandemia, “vienen semanas muy duras”, según advirtió hace unos días la Organización Panamericana de la Salud, subsidiaria regional de la OMS. Los países más grandes de la región verán un ascenso de casos al menos hasta agosto. 

Lo mismo se puede anticipar en el frente económico. El consenso entre economistas de la región es que el escenario que tenemos por delante augura una recesión de una magnitud todavía difícil de estimar, pero recesión al fin.

De hecho, según el Banco Interamericano de Desarrollo, algunas proyecciones estiman que, debido a la crisis generada por el coronavirus, “pueden perderse entre 5,4 y 18 millones de empleos, lo que elevaría el porcentaje de trabajo informal al 62% del total de empleos”.

La situación de salud pública acentúa, además, inequidades históricas como el acceso a agua potable, saneamiento y a servicios de salud de calidad. En los grupos de poblaciones vulnerables, los riesgos sanitarios son aún mayores ante las dificultades que presentan para poder observar debidamente las normas de confinamiento y distanciamiento social. 

Es decir, los problemas que no habíamos logrado resolver hasta ahora se hicieron más graves, y hacen todavía más apremiante la urgencia de resolver lo inmediato, y buscar fórmulas para acelerar soluciones a los problemas de fondo. 

La primera medida, y quizá más obvia, de esa estrategia debería ser la de fortalecer los servicios de salud, para que brinden una atención efectiva, que haga énfasis en la prevención, de buena calidad, que contribuya a superar la emergencia y sea eficiente a largo plazo.

En este aspecto, FONPLATA puso a disposición de sus países miembros un fondo especial de cooperaciones no reembolsables, líneas especiales de financiamiento con aprobación y desembolsos en forma expedita, y la posibilidad de reestructurar algunos créditos existentes. En la misma línea ha llegado importante financiamiento del resto de los Bancos de Desarrollo que operan en la región. 

Pero podemos hacer más. “Los bancos de desarrollo son una fuente de financiamiento estable y anticíclico”, dijo en un reciente evento Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, CEPAL.

Que los sacrificios que hemos hecho hasta ahora hayan valido la pena.

Es decir, aún -y en especial- en los momentos más difíciles, los bancos de desarrollo de la región tenemos la capacidad de aportar los recursos que necesiten los gobiernos para adoptar las medidas que permitan parar esa recesión de pronóstico incierto de la que hablábamos antes.

La teoría económica indica que una de las formas más efectivas para lograr que esa deuda que los gobiernos contraen para superar la recesión ayude de manera efectiva en la recuperación económica, es a través de los proyectos de infraestructura.

Los proyectos de infraestructura, es decir, la construcción de carreteras, puentes, agua y saneamiento, puertos y otras grandes obras, generan confianza en la recuperación, y estimulan la economía porque crean empleos directos e indirectos.

Sin embargo, no se trata únicamente de que los bancos abran sus arcas y entreguen el dinero. La urgencia sanitaria, y la gravedad de la recesión que se avecina, nos obligan a ser muy eficientes con ese gasto.

Los bancos de desarrollo deberán trabajar con sus países miembros y aliados financieros para lograr las inyecciones de recursos adicionales necesarias para atender las solicitudes que vendrán.

En la ejecución de esos fondos, la situación exige un trabajo cercano de los bancos de desarrollo con los gobiernos para una gestión transparente de los recursos, pero sobre todo con el mayor impacto posible.

Al igual que las medidas esbozadas en el campo de la salud (atender a la emergencia, pero pensar en el largo plazo), debe privar el mismo criterio en las medidas para la recuperación económica, y en concreto, en los proyectos de infraestructura.

Es decir, que sean proyectos que fomenten la actividad económica, que contribuyan a generar empleo, que consolide la confianza en la recuperación, pero que también tomen en cuenta las necesidades futuras.

No es una tarea fácil, pero en FONPLATA y en las otras instituciones financieras de desarrollo, estamos trabajando para ayudar en la búsqueda de la mejor salida. Y sobre todo, para que los sacrificios que hemos hecho hasta ahora hayan valido la pena.