Olas que no se ven

Olas que no se ven

Los empresarios catalanes dicen "basta ya" a los disturbios.

Josep Sánchez Llibre en un acto de empresarios en Barcelona.Josep Lago / Getty

Ola es palabra muy actual. Uno tiembla nada más oírla. “Que viene otra ola” es anuncio que acongoja un montón. Hace tiempo, si bien estas hojas del calendario de la pandemia caen muy rápido y casi parece que fue ayer, que solo los estúpidos o los muy desinformados no entienden que, en caso de duda, mascarilla y dos metros. Por si acaso…

Pues igualmente, por si las moscas, muchos catalanes deberían predicar y aplicar esta metáfora a la política cotidiana y dejar de caminar hacia el abismo, porque hacia el precipicio caminan orgullosos, cegados por un espejismo que solo es un delirio.

Si cuando el intento de ‘golpe de Estado’ autonómico con el referéndum ilegal se activó una primera ola de traslados de sedes e industrias, unas 7.000 hasta ahora, la falta de perspectivas de un cambio real en el Govern puede poner en marcha otra oleada de fugas. El dinero necesita estabilidad, y en Cataluña no hay ansiolíticos suficientes si los partidos independentistas y antisistema vuelven a optar por un gobierno de ‘confrontación’ nacional.

El manifiesto y la foto el pasado jueves 4 de unos 300 representantes del mundo económico catalán, con directivos de las más importantes organizaciones y asociaciones que representan a más de 400.000 empresas y comercios, y a algunas de las más icónicas e importantes compañías, el 90% del PIB, como destacó el presidente de Foment del Treball, Josep Sánchez Llibre… puede entenderse no solo como una advertencia más sino como el anuncio de que una segunda oleada de ‘exilios’ financieros e industriales no se puede descartar. Y los que se han ido, cada día está más claro que no volverán hasta que no vuelva la normalidad del ayer.

Los altercados y la violencia desatada en las calles de Barcelona, los incendios, los saqueos, el destrozo del mobiliario urbano… “han sido la gota que ha colmado el vaso”.

Tras dos semanas de disturbios y pillajes con la disculpa del ingreso en prisión el martes 16 de febrero tras sentencia judicial del rapero Hasél por enaltecimiento del terrorismo y por sus antecedentes penales, y con unas autoridades que objetivamente estaban con los violentos y no con los Mossos, el mundo al revés, industriales, financieros y comerciantes dijeron ”¡basta ya!”, como los vascos en su día. Que el socialista catalán Salvador Illa, exministro de Sanidad durante este tiempo pandémico, de talante tranquilo, educado pero firme, fuera el candidato más votado, al frente del PSC, que ha vuelto por sus fueros como el partido más votado, también es un símbolo, al que conviene prestarle atención. Con él y con la alta abstención no es indubitable que la mayoría del pueblo sea separatista y apoye otra legislatura de locos. Y de incompetentes.

El tejido industrial y financiero de Cataluña acaba de decirle a los partidos y grupos separatistas que por ese camino van mal

“Si quieres resultados distintos no puedes hacer lo mismo”, aconsejaba Einstein. El tejido industrial y financiero de Cataluña, pues, acaba de decirle a los partidos y grupos separatistas que por ese camino van mal. Si bien algunos empresarios han venido dando la cara con valentía y riesgo, uno de los pioneros fue José Manuel Lara, el dueño de Planeta, ya fallecido, que amenazó con llevarse a Madrid o Zaragoza su actividad en español, otros han guardado silencio. Pero como todo indica que “todo lo que puede empeorar empeora sin remedio” si no se detiene en seco la inercia, tres centenares de empresarios y empresarias se han reunido, han firmado un manifiesto, muy claro, preciso y contundente, y han advertido al gobierno regional que tenga cuidado, que así no.

Si las cosas ya estaban pintando mal de cara al futuro con el frente soberanista haciendo de las suyas y no de las de todos, el plante de la Generalitat al rey Felipe VI, al presidente del Gobierno y a SEAT – Volkswagen en esos precisos momentos, cuando el jefe del Estado visitaba la planta de Martorell acompañado a los máximos representantes del grupo Volkswagen para apoyar a un sector como el automovilístico, en caída libre de ventas, y con grandes desafíos en el porvenir fue un desafío estúpido e insensato además de una malcriadez institucional.

Era una visita de calado: SEAT – VW apuesta por la electrificación, y el Estado apuesta porque allí se fabriquen las piezas y baterías de los coches eléctricos. Son 15.000 empleos, que en vez de reducirse pueden aumentar a medio plazo y consolidar el futuro. En este caso, y en otros muchos, lo que es bueno para los ciudadanos catalanes es malo para los soberanistas.

Claro que cualquier noticia contraria al esquema oficial ‘indepe’ de que “España nos roba” tiene que ser cortocircuitado de inmediato. Las nuevas inversiones en SEAT, la creación de un consorcio público-privado impulsado desde el Gobierno, la misma presencia del monarca… son malas noticias para ERC, para Junts, para la CUP y para toda la galaxia que quiere el regreso al Big-Bang, el cuanto peor mejor. Como me decía un viejo exiliado cubano en una de aquellas crisis que parecían  definitivas para el fin del régimen castrista, “por otra parte, lo bueno que tiene esto es lo mal que se está poniendo”.

Cataluña no puede convertirse en una comunidad fallida

Pero Cataluña no se lo puede permitir. No puede convertirse en una comunidad fallida —ya casi lo es, no nos engañemos con el oasis que nunca fue sino un trampantojo— con una grave crisis de convivencia y de cohesión social y que ya ha tenido episodios de extrema confrontación interna. Todos los esfuerzos, como en toda Europa, tienen que centrarse en la reconstrucción, y eso exige unidad y competencia.

Ya han experimentado los ciudadanos en sus vidas y haciendas y en sus calles lo que ha significado el gobierno del inútil y patético Torra, devorado por su mediocridad, su estupidez y su resentimiento infantiloide. Tampoco ayuda la ambigüedad de la alcaldesa Ada Colau y de los comunes, que siguen el patrón activista y asimismo anti-régimen marcado por Pablo Iglesias y Podemos. Y el colmo sería que la CUP pudiera convertirse en un elemento decisorio. La zorra cuidando a las gallinas.

Desde fuera se observa con interés casi entomológico y con creciente preocupación la situación de España. Cataluña, por medio del huido Puigdemont, es una habitual en el Parlamento Europeo, que estudia levantarle la inmunidad, y en las Instituciones. Por otra parte los zigzagueos de Sánchez para mantener los apoyos parlamentarios añaden motivos para el desconcierto y son un vivero de fakes tremendistas. La crisis migratoria, mal resuelta por Bruselas y por Madrid, que no ha estallado por la habilidad del presidente canario, Ángel Víctor Torres, es otro elemento de seria preocupación internacional por sus efectos colaterales.

Grandes inversores aprovechan las oportunidades a la baja, mientras otros congelan sus proyectos, por ejemplo, por la ocurrencia del Gobierno balear de expropiar el uso de viviendas ahora desocupadas, en vez de iniciar un serio plan que contemple las varias caras del poliedro: la primera y más urgente, que el vecino no tenga que competir con el turista por una vivienda. Un funcionario o un empleado que sea destinado a Mallorca o Ibiza tiene un problema: su sueldo no le llega para vivir bajo techo. Y un plan VPO en línea con los europeos, para evitar la picaresca infinita.

Uno de los inversores, y filántropos, más importantes del mundo, George Soros, muestra su preocupación en el El Mundo: “La situación política en España) es demasiado incierta”.

Además, el principal partido de la oposición, el PP, vive momentos atroces corroído por la corrupción, asediado por los jueces, temeroso del sorpasso de Vox…parece que va a dejar la sede de Génova y no sé si no volarán las dos gaviotas de su logo. A pesar de la retórica de la mano tendida Pablo Casado ha boicoteado cualquier posible pacto de Estado con el PSOE —excepto por razones obvias el de TVE en el último minuto— sin poder ocultar, aunque lo ha intentado con poco hábiles cortinas de humo, que uno de sus objetivos ha sido, desde el momento en que la UE empezó a convencerse de que el virus no era un problema solamente de los países del sur y los ‘puritanos’ de la ortodoxia sucumbieron ante la realidad, dificultar la llegada de los miles de millones de los fondos de reconstrucción a España.

En este plano casi, o sin casi, copió la estrategia de Aznar cuando llamaba ‘pedigüeño’ a Felipe González que trataba de convencer a la CEE (después UE) de la necesidad de los fondos de cohesión. Pocos años después, cuando el PP gana las elecciones, se produce un milagro como el de san Pablo cuando cae del caballo camino de Damasco: Aznar se convierte en apóstol de estas ayudas, que desde los gobiernos de González han permitido a España dar su gran salto adelante.

De todas formas, muchas cosas pasarán estas próximas semanas. Y siempre hay Damascos para caer.

Pero cuidado con las olas.

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Empezó dirigiendo una revista escolar en la década de los 60 y terminó su carrera profesional como director del periódico La Provincia. Pasó por todos los peldaños de la redacción: colaborador, redactor, jefe de sección, redactor jefe, subdirector, director adjunto, director... En su mochila cuenta con variadas experiencias; también ha colaborado en programas de radio y ha sido un habitual de tertulias radiofónicas y debates de televisión. Conferenciante habitual, especializado en temas de urbanismo y paisaje, defensa y seguridad y relaciones internacionales, ha publicado ocho libros. Tiene la Encomienda de la Orden del Mérito Civil.