Olona surfea en la ola de Meloni y lleva a Vox a la primera crisis de unidad

Olona surfea en la ola de Meloni y lleva a Vox a la primera crisis de unidad

Esa continuación de actitud desafiante no deja de sorprender a quienes la conocen, pese a que Olona luego se aferra a la necesidad de la unidad.

Macarena Olona.Europa Press News via Europa Press via Getty Images

Este domingo, 25 de septiembre, un rostro de mujer se colará en nuestros hogares desde Italia: Giorgia Meloni, la líder de Fratelli d’Italia, el partido neofascista que reivindica a Mussolini, puede convertirse en jefa de Gobierno. Una mujer de ultraderecha, reaccionaria, que será una habitual de las noticias políticas. El hecho coincide con la bronca que Macarena Olona, la ex secretaria general del grupo parlamentario de Vox y candidata perdedora a la presidencia de la Junta de Andalucía, está montando a Santiago Abascal, líder del partido, y a sus inmediatos colegas, desde el más machote Ortega Smith al aristocrático y elitista, de pincel, Iván Espinosa de los Monteros. ¿Se va a subir Macarena Olona a la ola de Meloni, como esta se subió a la precursora de ambas, Marine Le Pen? Puede. Ya ha abierto la primera crisis de unidad de Vox, lo que más castigan los votantes.

Hace tiempo que es sorprendente y más que preocupante que en la UE del sur, mujeres como la precursora Marine Le Pen y la seguidora Giorgia Meloni, lideren los partidos neofascistas. Rompen algunos esquemas que los politólogos, demoscópicos y sociólogos estudian. ¿Cómo es posible que esas mujeres obtengan el respaldo de los votantes más machistas y reaccionarios, partidarios del papel tradicional de la mujer, aquel de nuestras abuelas: en casa y con la pata quebrada, además de pariendo?

Lluis Orriols, doctor en Ciencia Política por la Universidad de Oxford y profesor en la Universidad Carlos III, apunta una explicación: “Esos partidos con sesgo tan masculino acuden a la mujer como estrategia para reducir la distancia con el voto femenino y el rechazo que entre ellas suelen tener”. Los partidos ultras, como Vox, “buscan en ellas lo que llamamos una representación descriptiva de confianza e intentan reducir los rasgos que les hacen desagradables para las mujeres. Y la líder tiene que ser una fémina muy visible; no basta con que tengan un 20 e incluso un 30% de diputadas en el Congreso, por ejemplo; tiene que ser un rostro muy conocido, para que llegue a las otras”. En el entorno de Vox, el papel de Olona y del resto de mujeres con voz del partido es esencial porque lanzan un mensaje contra el feminismo que tiene más credibilidad viniendo de ellas y que además encanta a su votante varón porque le reafirma.

Y Macarena Olona representaba, en parte, ese papel desde el Congreso y luego como candidata a la Junta de Andalucía. “Pero también robaba plano e iba por libre”, como apuntan los conocedores del partido de Abascal. Que haya llegado el momento de dar su batalla, al calor de Meloni y Le Pen, está por ver. “Giorgia tiene 45 años, Macarena 43. La viejita entre las tres es Marine, pero es su modelo a seguir. Macarena está dolida, seguro, pero es que tenía que haber pensado antes su papel en Andalucía y no lanzarse. Ella es, quizá, la más lista de la cúpula de Vox y la más formada. Es una estupenda abogada del Estado, por eso tiene que saber que irse por ahí, sola, como Meloni, que se separó de Berlusconi —con el que encaminó su carrera como ministra de la Juventud— es un camino largo”, mantiene otro analista, introducido en las filas de Vox y conocedor de la preocupación que se ha abierto en el partido de ultraderecha.

Esa continuación de actitud desafiante no deja de sorprender a quienes la conocen, pese a que Olona luego se aferra a la necesidad de la unidad

Porque Macarena no ceja. Este mismo jueves, en una entrevista a dos páginas en ABC, aunque aseguraba que “no estoy echando ningún pulso”, insiste en que cuando pidió la reunión con Abascal comenzó “mi linchamiento, se activó la maquinaria de triturar carne” y añade, retadora: “¿Santi niega mi enfermedad? Es algo que voy a preguntarle”. Olona, experta en provocar, ha logrado hoy mismo que Espinosa de los Monteros se implicase también públicamente en la contienda al cerrarle la puerta a una posible vuelta. Con “este es el fin del camino” ha entrado al trapo de la exportavoz, justo lo que ella pretendía.

Esa continuación de actitud desafiante no deja de sorprender a quienes la conocen, pese a que Olona luego se aferra a la necesidad de la unidad. “Saldrán los dos perdiendo, tanto Olona como Abascal”, afirma el demóscopo y experto politólogo Narciso Michavila, siempre pendiente no solo de las corrientes que corren por la política española, sino por las internacionales, en este caso de lo que puede suceder este domingo en Italia. El analista Michavila sospecha que en estos momentos queda más dañada la imagen de Olona, si es que sueña con ser la Meloni, que la de Vox. El politólogo, que tiene todas las cifras en su cabeza, recuerda lo que sucedió en Andalucía. Fue sencillamente, una mala gestión de las expectativas; esperaron tanto que subir 100.000 votos y obtener dos escaños más se ha visto como un fracaso. Si bajo el paraguas de Vox no ha logrado cumplir los objetivos marcados, habrá que ver si obtiene rédito a una posible carrera en solitario. Por lo pronto, ha dado voz a dirigentes territoriales que ya habían denunciado la falta de democracia interna sin mucha repercusión.

Quedan muchas cuestiones por entender y resolver. Entre otras, por qué un votante tan masculinizado —y rogando cada día por su generación de testosterona habitual— vota a una mujer. A mujeres como Le Pen, Meloni y quizá en un futuro, a Olona. Mientras que el profesor Orriols mantiene que esas candidatas reducen la distancia con el voto femenino —además de vender un papel más tradicional de la mujer— para Michavila, el asunto está en que a los votantes de esos partidos también les encanta que féminas como Olona o Meloni se metan con el feminismo y si es el más extremo, mejor.

Pero, además de todo, estas tres mujeres o bien reivindican a los personajes más duros y sangrientos del siglo XX —desde Mussolini a Franco o el Mariscal Petain— o son tibias con el peor de todos, Hitler, aunque con el tiempo han matizado, como tuvo que hacer Marine con respecto a su padre, quien consideraba los campos de concentración nazi como un pequeño detalle de la historia; su hija defiende que la responsabilidad de Francia en las deportaciones de los judíos a los campos de concentración no es de Francia, sino de los que estaban en el poder. Reivindicar a los dictadores es muy del agrado de un enorme número de votantes de Vox, el Frente Nacional o los Hermanos de Italia.

¿Le valdrá la ola Meloni para seguir surfeando y poner aún más nervioso a Vox?

Hace unos días, Meloni ha echado a un destacado militante de su partido porque fue más allá de amar a Mussolini —algo muy loable en los Hermanos de Italia— reivindicando a Hitler hasta el final. Olona no ha ido tan lejos. Que se sepa. Se limitó a hacer un alegato en defensa del General Franco, al considerar que se había profanado su tumba al sacarle del Valle de los Caídos. Pero Olona sí que es muy efectista en la guerra entre mujeres. Histriónica hasta decir basta desde las tribunas —se ha hecho famosa a costa de gritar barbaridades desde la del Congreso de los Diputados— le encanta ridiculizar a las otras mujeres feministas, tanto las moderadas como las extremas.

¿Le valdrá la ola Meloni para seguir surfeando y poner aún más nervioso a Vox? Ya se verá, quizá busquen una solución dentro del partido de Abascal y Espinosa. Porque lo que sí que tienen claro todos los analistas consultados, incluidos los citados Orriols y Michavila, es que lo que más castigan los votantes es la discusión y falta de unidad en el seno de cualquier formación política.

La cuestión es si eso a Macarena le preocupa de verdad. El PP de Feijóo amenaza con seguir debilitando a Abascal —”cuyo perfil sigue muy vinculado a haber sido un hombre del PP de siempre”, recuerda Orriols— y Olona tiene tiempo. En un año de elecciones generales; si Abascal frena su ascenso o cae, Macarena será una baza a futuro. Porque en política, menos de doce meses no es nada.